Image: Luces de París: si la cosa va mal, una cana al aire

Image: Luces de París: si la cosa va mal, una cana al aire

Cine

Luces de París: si la cosa va mal, una cana al aire

Marc Fitoussi estrena una película de estilo 'Hollywood francés' que se suma a un nuevo género: cine fabricado en serie para contentar al público de 60 años

18 marzo, 2016 01:00

Isabelle Huppert y Jean-Pierre Darroussin en Luces de París.

El cine francés, o determinado cine francés con ansias comerciales, se parece demasiado a Hollywood. Y aun pareciéndosele, siempre quiere seguir siendo al menos un poco francés. Y Francia, ya se sabe, es el país del amor y el libertinaje. Luces de París, de Marc Fitoussi, cuenta con el protagonismo estelar de Isabelle Huppert, siempre tan buena actriz, en el papel de una mujer de provincias que se dedica junto a su marido (Jean-Pierre Darroussin) a cuidar a vacas y luego venderlas. Es una vida idílica la suya y ellos son una pareja de pueblo "cateta", aunque más bien él es el paleto porque es imposible serlo con la cara de Huppert. Y además no lo es tanto, le gusta leer y tiene una culturilla. En la película hay una defensa cargada de moralina de que la "gente de pueblo" no es lo que parece, un poco como en Médico de familia el abuelo demostraba que "los viejos de hoy en día son activos". El matrimonio, a pesar de que la cotidianidad lo oculta todo, está en crisis y lleva tiempo sin pegarse una alegría. Además, se pelean por su hijo trapecista. Un jovenzuelo de 25 años, al que Huppert conoce en una fiesta, despierta las fantasías de la protagonista.

Hace poco, 45 años, de Andrew Haigh, por cierto un insospechado éxito en nuestro país, trataba con hondura y sutilidad la crisis de una pareja de largo recorrido. Aquí, Fitoussi, en esa vena del cine francés por calcar a Hollywood, hace cine de un nuevo género: el género adulto, películas que casi parecen hechas en serie para contentar a ese público de más de 60 años que las estadísticas dicen que es el que se mantiene más fiel a los cines. Benditos sean. El problema de Luces de París es que la película es muy mala. Para empezar, existe un problema con la definición del personaje de Huppert, que por momentos parece una princesa en un estercolero y en otros una paleta perdida en la capital del esplendor. Demasiado fina para una cosa, demasiado mayor para que nos creamos su fascinación y hechizo parisino, nunca se acaba de tener claro quién es. Y no es un problema de Huppert, que es una actriz maravillosa y hace lo que puede, es un problema de deficiente construcción del personaje.

Y si no sabemos quién es la protagonista, el resto ya nos importa poco. De vez en cuando tiene la película alguna secuencia o algún giro que llama nuestra atención (el comentario sobre el paquistaní del guaperas) pero en seguida se desvanece. La angustia íntima de esa mujer de provincias, que cae seducida primero por un chaval guapo del que ya se ve que no tiene muchas luces y acto seguido de un médico danés, resulta demasiado previsible, demasiado esquemática y tópica para que nos la podamos creer. Entendemos lo que nos quiere contar Fitoussi y la sensibilidad con la que pretende hacerlo, los anhelos íntimos de sentirnos deseados que nos acompañan toda la vida, la dificultad de mantener la pasión en el matrimonio durante décadas, pero la tesis viene primero y la historia después. Es decir, Fitoussi quiere contarnos una cosa y después lo pone en práctica de manera rutinaria para llegar hasta donde quiere llegar. Y una vez llega, nos quedamos igual. Luces de París es una película de una banalidad por momentos insufrible. Eso sí, tiene un momento memorable, cuando el padre ve las acrobacias del hijo. Es como si por un momento, Luces de París fuera otra película.

@juansarda