Image: François Ozon: Quiero mostrar la Europa de la cultura

Image: François Ozon: "Quiero mostrar la Europa de la cultura"

Cine

François Ozon: "Quiero mostrar la Europa de la cultura"

30 diciembre, 2016 01:00

François Ozon

Pocos directores franceses son tan prolíficos como François Ozon. Tras Una nueva amiga, presenta ahora Frantz, un sobrio drama histórico ambientado en la I Guerra Mundial que quiere ser un canto a la cultura común y el legado europeo en tiempos de nacionalismos y turbulencias.

Sino el mejor, desde luego pocos directores franceses son tan prolíficos como François Ozon (París, 1967), que cual Woody Allen parisino brinda una película al año a sus fans. El autor de Sitcom (1998), su primer filme, o películas tan exitosas como 8 mujeres (2002), El tiempo que queda (2005), Ricky (2009) o En la casa (2012), Concha de Oro en San Sebastián, nos presenta Frantz, un sobrio, y soberbio, drama histórico ambientado en la I Guerra Mundial. En esta época de divisiones en Europa, el director considera que es un filme plenamente actual. Adaptación de una obra de teatro de Maurice Rostand del siglo pasado -versionada ya por Lubitsch en Remordimiento (1932)-, cuenta la historia de un misterioso joven francés (Adrien, interpretado por Pierre Niney) que al acabar la Gran Guerra viaja hasta Alemania para depositar flores en la tumba de un soldado alemán caído en el frente, el Frantz del título. Allí hace amistad con los padres del fallecido y de su prometida -Paula Beer, verdadera protagonista del filme-, haciéndose pasar por un amigo del muerto que había estudiado en Francia. Sin embargo, es precisamente ese "remordimiento" el que empuja a una figura arquetípicamente romántica a semejante ofrenda floral. En blanco y negro, con algunas partes en color, Frantz quiere ser un canto a la cultura común y el legado europeo en tiempos de nacionalismos y turbulencias.

Pregunta.- Como en Bajo la arena (2000), o en la reciente Una nueva amiga (2014), vemos una muerte, un duelo, y cómo ese personaje ausente tiene un gran protagonismo. ¿Por qué le interesa este asunto?
Respuesta.- Los fantasmas son muy cinematográficos. Es algo que siempre ha sido tratado en el cine. Ayer un espectador me decía que la película le recordaba a Vértigo, donde también hay un personaje ausente y la idea de reconstruirlo en otra persona. Cuando me planteé el filme, una pregunta básica era si veríamos o no a Frantz. Muy rápidamente tuve la impresión de que había que visualizarlo pero como se refleja, en el espíritu de Anna, que es de una manera idealizada. Ni Anna ni Adrian han conocido al verdadero Frantz y tienen una visión soñada de él y, por tanto, me interesaba que el espectador viera ese cliché idealizado y pudiera imaginarlo a su propia manera.

P.- Es curioso porque los personajes de Adrien y Frantz se parecen; chicos sensibles, cultos y pacifistas. ¿Cuál es el papel de la cultura en ese entorno de violencia y divisiones en el continente que refleja?

R.- Esta película contrapone dos Europas. Por una parte tenemos a la Europa de la cultura, del conocimiento del otro, una Europa en la que es perfectamente posible que un joven francés y un alemán se hagan amigos. Y después tenemos a la Europa del miedo, la guerra y el nacionalismo. Y la película muestra a esos padres que acaban de mandar a sus hijos a la guerra convencidos pero se quedan destrozados por su pérdida, cosa que volvería a pasar veinte años después con la II Guerra Mundial. Si hay algo que la película quiere mostrar es que hay una Europa de la cultura en la que los pueblos se pueden encontrar los unos a los otros conociendo el idioma pero también la música, la literatura o la pintura. Y ese camino de la cultura es el que propongo.

P.- ¿Ve paralelismos entre esa Europa inmediatamente posterior a la I Guerra Mundial y la actual?
R.- Cuando comencé a desarrollar esta historia me di cuenta de que el contexto histórico es muy importante. Investigué mucho, leí sobre ello y me sorprendió ver la cantidad de similitudes que hay entre ese principio del siglo pasado y el momento actual: la crisis económica, el nacionalismo, el retorno a las fronteras, el miedo al extranjero en general y al inmigrante. Me di cuenta de que la historia se repite y de que esa Europa de 1919, justo después de la guerra, que fue verdaderamente atroz, vuelve a producir una nueva humillación a Alemania. Entonces no sabían que iba a haber una segunda Guerra Mundial y me parecía interesante interrogar al pasado para comprender mejor el presente.

Pierre Niney y Paula Beer en Frantz

P.- ¿Fue fiel a la obra original de Rostand?
R.- Desde el principio supe que quería contar la historia desde el punto de vista de Anna y eso cambió la construcción de la historia. Crea un suspense, porque el espectador sigue a Anna y ella no sabe quién es Adrien. Lo peculiar de la estructura de este filme es que normalmente hay un giro imprevisto al final de la película pero en este caso ese "twist" se produce a la mitad. Eso me daba la oportunidad de establecer un diálogo entre las dos partes del filme y se convierte en un espejo entre dos países. En la primera parte Frantz viaja a Alemania y en la segunda es Anna la que se marcha a Francia. Eso me permitía que las escenas se respondieran las unas a las otras y que uno viera que el dolor es el mismo en los dos bandos, así como confrontar también la forma en que son discriminados de la misma manera por ser franceses en Alemania y al revés.

P.- ¿Por qué algunas secuencias están en color?
R.- No es algo racional, es mucho más emocional. Mi productor estaba muy nervioso cuando se lo dije porque quería una explicación racional como, por ejemplo, que esas escenas a color sean flash backs. Y yo le dije que tiene que ver con las sensaciones y que lo que marca ese color son los breves momentos de vida dentro de un periodo de duelo y sufrimiento. Y en el caso de que el color vuelva en las escenas de la naturaleza fue una elección estética.

P.- ¿Cuál es el papel de la pintura en el filme?
R.- Hay un pintor romántico alemán que me gusta mucho, Caspar David Friedrich, y sus pinturas me inspiraron. En la película tiene importancia un cuadro de Manet (El suicidio) y, sin embargo, en ese caso lo vemos en blanco y negro hasta que al final aparece en color con toda su fuerza y su violencia. Es curioso porque hay gente que entiende ese final al revés de lo que yo quería decir y piensa que es que ella se va a suicidar. Yo lo veo más bien como un símbolo de que se ha convertido en una persona adulta. Ha atravesado un recorrido complicado y sobre todo mira ese cuadro a distancia. Creo que en ese momento ella es capaz de ver el sufrimiento que refleja ese cuadro de una manera lejana, como quien ve una película, porque ya no es el lugar en el que está. Y a esto se añade que a su lado se sienta un joven que se parece a Adrien. ¿Qué va a pasar entre ellos? ¡Espero por el bien de Anna que no sea como Adrien!

@juansarda