Image: Óscar 2018: Guillermo del Toro triunfa en la gran noche de la diversidad

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Cine

Óscar 2018: Guillermo del Toro triunfa en la gran noche de la diversidad

5 marzo, 2018 01:00

Guillermo del Toro, triunfador de la noche

Su película, La forma del agua, gana los premios a Mejor Película, Mejor Dirección, Mejor Banda Sonora (Alexandre Desplat) y Mejor Diseño de Producción. Frances McDormand, por Tres anuncios en las afueras, y Gary Oldman, por El instante más oscuro, fueron premiados por sus interpretaciones protagonistas.

Fue la gran noche mexicana, la gran noche de la diversidad. Y fue, por supuesto, la gran noche de Guillermo del Toro. El autor de películas inolvidables como El espinazo del diablo (2001) o El laberinto del fauno (2006), por citar las dos que ha rodado en España, se proclamó como gran vencedor de la 90 edición de los Óscar con La forma del agua, que él mismo ha descrito como "la primera película adulta" de su filmografía. Un filme extraordinario en el que, como nos contó él mismo, le quiso dar un final distinto a La criatura del lago, el clásico de serie B dirigido por Jack Arnold en 1954. La película, un homenaje a la era dorada de Hollywood y una justa crítica a las pulsiones autoritarias e intolerantes que florecen en la cultura estadounidense, ganó el premio a la Mejor Película, Mejor Dirección, Mejor Banda Sonora (Alexandre Desplat) y Mejor Diseño de Producción. En tiempos en que el inquilino de la Casa Blanca arremete contra su vecino del sur, Del Toro se suma a a Alfonso Cuarón, que ganó el Oscar a la Mejor Dirección por Gravity en 2013 y a Alejandro González Iñárritu, que arrasó en 2015 con Birdman y que en 2016 se llevó el galardón al mejor director por El renacido, marcando un hito para el cine latinoamericano.

A medida que avanzaba la noche, era difícil saber quién acabaría ganando porque los premios estuvieron muy repartidos desde el principio. La gala arrancaba con el Oscar para Sam Rockwell por su trabajo de paleto con problemas de agresividad en Tres anuncios en las afueras, lo cual podía dar la impresión de que la noche sería para el rocambolesco thriller de Martin McDonagh. Al final, la película solo se llevó un premio más aunque no fuera un premio cualquiera, el de Mejor Actriz para Frances McDormand por su electrizante interpretación de una madre furiosa consigo misma por creer que alentó de alguna manera el espantoso homicidio y violación de su hija adolescente. Su Oscar fue uno de los grandes momentos porque acabó simbolizando la pujanza de las mujeres este año.

Algo se mueve, no solo en Hollywood, que no deja de ser un símbolo, en el mundo. Time's Up es el motor de una revolución que, como dijeron muchas de las estrellas de la noche, no acaba en la industria del cine sino que afecta a todos los ámbitos: el fin del acoso sexual, algo tan básico como el respeto a la mujer. Después de años en los que Hollywood daba la impresión de haberse quedado atrás y de haberse vuelto más conservador que la sociedad que debe representar, el cine vuelve a liderar una causa justa como la de crear un mundo en el que haya la deseable igualdad.

Hubo más vencedores. Como Gary Oldman, el maravilloso actor de películas como Ábrete de orejas (Stephen Frears, 1987), su primer éxito y hoy un verdadero clásico, Drácula de Bram Stoker (Francis Ford Coppola, 1992) o la saga de Harry Potter, por la que es conocido como Sirius Black por millones de espectadores. Oldman se llevó su primer Óscar por El instante más oscuro, donde ofrece una vibrante e intensa interpretación de Winston Churchill en el momento crucial en el que debe decidir si firma un pacto con los nazis o declara la guerra. Es una poderosa película de Joe Wright y un Óscar más que merecido.

El Óscar a la Mejor Película Extranjera fue para la chilena Una mujer fantástica, la estupenda película de Sebastián Lelio sobre una mujer transexual que es humillada y vejada por la familia del hombre al que ama cuando este muere. Un premio importante para el cine hispano por lo que es y lo que representa, no solo en la lucha de los transexuales por sus derechos, también por el reconocimiento que supone para el cine chileno, con directores de la talla del propio Lelio, Pablo Larraín o Sebastián Silva. Poco después de que Lelio ganara el premio, la protagonista de su película, Daniela Vega, se convertía en la primera mujer transexual en presentar un Óscar haciendo historia por partida doble. El premio para la mejor actriz secundaria fue para Allison Janney, conocida por su papel como portavoz presidencial en El ala oeste de la Casa Blanca. La veterana Janney ganó por un papel muy diferente, el de madre violenta y posesiva en Yo, Tonya, la película de Craig Gillespie sobre la patinadora Tonya Harding, que se hizo famosa porque estuvo involucrada en un ataque violento contra una rival. Janney borda su interpretación de mujer enfadada con el mundo que solo sabe comunicarse a palos.

Los Óscar técnicos no siguieron ningún patrón que los hiciera predecibles. Blade Runner 2049 ganó el premio a los Mejores Efectos Especiales y cuando parecía que se le había acabado el chollo conquistó uno de los premios importantes, el de Mejor Fotografía para Roger A. Deakins, el hombre que ha fotografiado filmes de los hermanos Coen como Barton Fink (1991), inolvidable trabajo, El gran Lebowski (1998) o No es país para viejos (2007). La gran beneficiada en esos Óscar técnicos fue Dunkerque, la película de Christopher Nolan sobre la retirada de los soldados británicos de una playa belga en la Segunda Guerra Mundial, que se llevó los premios a Mejor Montaje, Edición de Sonido y Mezcla de Sonido. En esa fase previa, La forma del agua apenas se llevó dos premios. Fue una noche tan mexicana que hasta escuchamos cantar a Gael García Bernal, de forma manifiestamente mejorable, y ganó Coco, la película de Pixar ambientada en la festividad de los muertos, que ha dejado a millones de personas llorando a moco tendido. ¿Hubo racismo en el comentario de Lee Unkrich, director de Coco, sobre que "la gente marginada tiene que ser representada"? ¡Estos yanquis! Por cierto, a pesar de Bernal, la canción de Coco, Remember Me, ganó la estatuilla. Como es habitual, la categoría no estaba muy disputada.

Como decorado de la gala, un escenario rococó, que parecía sacado de la versión de Disney de La bella y la bestia, con candelabros, dorados y parafernalia versallesca con un punto gótico, estaba rodeado por una corona de diamantes porque en los Óscar, como es sabido, la austeridad no es un valor. Lo dijo el propio Kimmel: "Estos cristales representan la humildad".

La gala arrancó con los chistes de Jimmy Kimmel a cuenta del movimiento feminista y el famoso movimiento #MeToo que ha destruido la reputación de tantos prohombres de la industria, aunque Kimmel solo citó al peor y más conocido de todos ellos, el caído en desgracia y por lo visto violador múltiple Harvey Weinstein. Protestó Kimmel porque las mujeres no dirigen más que un 11% de las películas de Estados Unidos, lo cual está claro que es una barbaridad, llamativamente injusto. No fue, sin embargo la noche tan protestona como se preveía y, al contrario que en los Globos de Oro, no hubo referencias directas a Trump aunque sí hubo muchas a su nefasta política migratoria que pretende expulsar a millones de personas decentes del país. Fue la noche de mujeres como Lupita Nyong'o, quien reivindicó sus raíces keniatas, y Kumail Nanjiani, de La gran enfermedad del amor, que dijo que viene de Pakistán y de Iowa, "dos lugares que nadie en Hollywood sabe colocar en el mapa". Ambos reivindicaron a esos dreamers, jóvenes que han crecido en Estados Unidos y a los que Donald Trump quiere echar del país. "Los sueños son la esencia de América", dijo Lupita. En un momento especialmente inspirado, Nanjiani dijo que si él, como millones de personas en el mundo, se han sentido representados por "blancos heterosexuales", millones de blancos heterosexuales pueden sentirse representados por personajes distintos a ellos.

A sus 90, los Óscar honraron a sus "viejas" estrellas para deleite del mitómano y verdadero pasmo de los espectadores. A sus 93 años, la más impresionante sin duda fue Eve Marie Saint, a la que todos los cinéfilos recuerdan por películas como La ley del silencio (Elia Kazan, 1954) o Con la muerte en los talones (Alfred Hitchcock, 1959). Hubo más clásicos, como Rita Moreno, la inolvidable Anita de West Side Story, que fue quien dio el Óscar a Una mujer fantástica, o Faye Dunaway y Warren Beatty, que repitieron en el escenario para dar el premio a la mejor película en compensación por el fiasco del año pasado.

Un nonagenario cuya presencia despertó emoción fue James Ivory, ganador del Óscar al Mejor Guion Adaptado por su magnífico trabajo para la película de Luca Guadagnino Call Me by Your Name. La categoría de guion trajo consigo la primera gran sorpresa de la noche cuando Jordan Peele subió al escenario para para recoger la estatuilla por su trabajo en Déjame salir, la extraordinaria película de terror en la que reflexiona sobre la discriminación de los negros en el cine de Hollywood. Con Black Panther arrasando en los cines, lo que fue motivo de chanzas para Kimmel toda la noche, parece que, como decía Dylan en los 60, "las cosas están cambiando".

@juansarda