Image: Bergman y sus demonios

Image: Bergman y sus demonios

Cine

Bergman y sus demonios

6 julio, 2018 02:00

Bergman volcaba en sus diarios de rodaje sus pulsiones y obsesiones creativas. Foto: Fundación Bergman

Convertido en mito ya antes de su muerte, el director sueco siempre estuvo expuesto al ojo público. Pero, ¿cómo se veía Bergman a sí mismo? Nórdica publica Cuaderno de trabajo (1955-1974), los diarios íntimos que encierran la compleja personalidad del cineasta.

Soberbio, inseguro, perturbado, egocéntrico, vanidoso… La lista de adjetivos para describir a Ingmar Bergman (Upsala, 1918-Fårö, 2007) no excluye, ciertamente, la etiqueta de genio, pero la adereza con otras cualidades nada agradables. Historia mayúscula del cine que alcanzó ya en vida una enorme fama, con los consiguientes océanos de tinta vertidos sobre su persona y su obra, el propio Bergman quiso ser quien dictase una imagen de sí mismo en sus memorias, Linterna mágica, publicadas en 1987, donde hablaba de forma autocrítica, desprejuiciada y nada indulgente sobre su infancia, su irregular vida afectiva y familiar, y sus pulsiones, miedos y obsesiones creativas. Sin embargo, en esta autobiografía Bergman se expone conscientemente y es muy calculador con la información que aporta y también con cómo la relata.

Algo que no ocurre en una de las fuentes directas de sus escritos autobiográficos, sus diarios de trabajo, que el propio cineasta entregó al Instituto del Cine Sueco en 2001 (dos años antes de rodar su epitafio cinematográfico, Saraband), junto a 45 cajas con manuscritos, borradores de guiones, fotografías y correspondencia, con la condición de que el legado fuese administrado por una fundación independiente. Durante años, esta institución que dirige el crítico Jan Holmberg ha estado dedicada a descifrar e hilvanar la en ocasiones ilegible letra de Bergman. De ese empeño surge Cuaderno de trabajo (1955-1974), publicado por Nórdica al mismo tiempo que en Suecia, una recopilación de las notas que a modo de diario el cineasta recogía paralelamente a la concepción de sus películas y que combinan ideas y bosquejos de las mismas y anécdotas banales y cotidianas con reflexiones sobre los grandes interrogantes de la existencia.

Según afirma Holmberg, son estas reflexiones sobre la vida y el trabajo en general lo más fascinante, "porque ofrecen una puerta de entrada" no solo a su forma de trabajar sino a esos volubles y azarosos estados de ánimo que siempre persiguieron al director. "Uno siente que está ahí, junto a él, mientras crea y mientras sufre de ansiedad, miedo y depresiones. Pero al leerlo también se percibe su sentido del humor, su capacidad para tomar distancia de sí mismo y juzgarse desde esa distancia".

Indagador imperturbable de la psicología de hombres y mujeres, así como de sus relaciones afectivas, el estar sometido a juicios ajenos no afectaba a un Bergman que, lejos de ser indulgente, muestra una autoexigencia que raya en la obsesión, motivo quizá de sus profundas y constantes depresiones. "Cómo demonios conseguir una forma sencilla y limpia para esto. Cómo demonios conseguir que esto sea una película y no un puto trasto. Cómo demonios conseguir que sea entretenida para que la gente quiera ver la dichosa película. Cómo demonios se hace cine", escribía en abril de 1958, meses antes de estrenar El rostro.

"Cómo demonios conseguir que esto sea una película y no un puto trasto. Cómo demonios se hace cine", se preguntaba Bergman

Al comienzo de estas notas, en 1955, encontramos a un Bergman de 37 años que acaba de comenzar una difícil aunque apasionada convivencia con su actriz fetiche de entonces, Bibi Andersson. Habiendo triunfado ya con Un verano con Mónica (1953) y siendo director del teatro de Malmö, puede realizar sus filmes existencialistas sin preocuparse del público ni de la taquilla, y construir así sin cortapisas una obra artística coherente con su mundo personal. Buen ejemplo de ello es esta reflexión sobre su cine: "Voy a escribir como siento que debo hacerlo y como quieren mis personajes. No como quiere la realidad exterior". Una realidad a la que renunciaría en varios momentos de su carrera, como en abril de 1968, cuando escribe: "No tengo fuerzas para soportar esta hipocresía de la realidad. Por mi parte se ha terminado. En la medida en que la llamada realidad entre en mi película, adelante, pero yo no puedo andar adaptando algo que no conozco".

A pesar de todo, en el diario se concentran ideas y divagaciones sobre los guiones más importantes de su etapa áurea, la más creativa de su larguísima carrera, que incluye filmes como Sonrisas de una noche de verano, El séptimo sello, Fresas salvajes, El rostro, El manantial de la doncella, Como en un espejo y El silencio. Prácticamente un éxito al año, algo que generó unas altas expectativas que afectaban a esa figura mediática, vanidosa y triunfadora que amenazaba con sepultar al propio Bergman. Por ejemplo, tras el éxito en Cannes de El séptimo sello manifiesta su preocupación por la vanagloria: "Me preocupo demasiado por este tema. Y soy un imbécil, un imbécil soberbio, atormentado por mi soberbia de un modo rayano en la tortura. Me gustaría ser capaz de que me importara una mierda toda esta burla ridícula y dedicarme a lo importante".

Este primer volumen de los diarios -el segundo, que comprende el periodo 1975-2001, aparecerá en otoño- se cierra a finales de 1974, cuando aborda el rodaje de La flauta mágica y acaba de abandonar uno de sus proyectos más imposibles, una adaptación en Hollywood de La viuda alegre con Barbra Streisand como porotagonista. Bergman se muestra una vez más abatido: "Todo fluye. Todo es difuso. En cuanto a mí, estoy lleno de desgana y tedio, la mayoría procedente de las dificultades de la puesta en marcha. El miedo a las personas. El miedo a que no salga bien. El miedo a vivir, a moverme, incluso. Así de mal se pueden poner las cosas. El miedo a la muerte". Un ejemplo más del lúcido pánico a la vida del cineasta, clave de su torturado carácter, cuyas cualidades supieron transformar en uno de los capítulos más brillantes de la historia del cine.

Persona

Ingmar Bergman. Nórdica
Escrita, producida y dirigida por el cineasta sueco en 1966, es la película de Bergman que ha perdurado con más fuerza. Pocos filmes han conseguido expandir y escudriñar los rincones de la psique, los temores, fantasías y contradicciones de un cineasta. Como él mismo decía, "Persona me ha salvado la vida, con ella llegué tan lejos como podía llegar, toqué, con toda libertad, secretos que sólo el cine puede descubrir". Quizá por eso su guion, que ahora recupera Nórdica, es además una lectura de enorme potencia literaria. Como señala en el prólogo Jonás Trueba, "se trata de un poderoso texto literario cuya fuerza reside en su capacidad para sugerir e interrogar".

El universo de Ingmar Bergman

Varios autores. Notorious ediciones
Ingmar Bergman, uno de los más importantes y aclamados directores del siglo XX, es uno de los pilares más firmes sobre los que se sustenta el denominado cine de autor. Veintidós críticos, entre los que se encuentran David Felipe Arránz, Luis Martínez, Marina Pérez lezaola, Miguel Marías, Lucía Tello Díaz o Juan Carlos Laviana, analizan en el volumen El universo de Ingmar Bergman todos sus filmes como director y guionista, sus trabajos para televisión, sus colaboradores, sus actores y actrices, sus obsesiones, sus filias y sus fobias... hasta completar un nutrido mosaico que reconstruye la difícil personalidad y la rica y compleja obra del cineasta sueco.

Máscaras de la carne

Juan Miguel Company Ramón (ED.). Shangrila
Bajo la premisa de que Bergman fue un materialista de la forma fílmica y de que la intención moral de sus películas trasladaba las preguntas de los personajes al espectador, se reúnen 15 ensayos que analizan con profundidad el discurso bergmaniano sobre la representación desde la dialéctica teatro/cine, su visión crítica sobre el artista burgués y el conflicto entre ser y existir. También ahonda en muchas de sus temáticas clave, como el universo femenino, la verdad de los sueños y lo indecible de la muerte y la locura cuando las máscaras se reflejan en el espejo. El volumen se cierra con un epílogo de Juan Miguel Company Ramón, antólogo de la edición, titulado Para una ética de la puesta en escena.

Linterna mágica

Ingmar Bergman. Tusquets
Junto con Imágenes, su autobiografía fílmica, estas memorias son el documento más importante para adentrarse en el complejo personaje que fue Ingmar Bergman. Publicada originalmente en 1987, la autobiografía repara en sus cinco matrimonios, su casi decena de hijos y sus numerosas relaciones amorosas, algunas célebres, como las de Bibi Andersson y Liv Ullmann. Pero también narra cómo a muy temprana edad se instaló el miedo en su alma, cómo descubrió, deslumbrado, el cine, con qué problemas tuvo que enfrentarse como artista, y cómo la figura de su padre, pastor luterano, marcó gravemente toda su existencia. Una dilatada vida narrada con conmovedora sensibilidad.