Image: El cine europeo reivindica a la maltrecha Europa

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Cine

El cine europeo reivindica a la "maltrecha" Europa

17 diciembre, 2018 01:00

Cold War

Los Premios de la Academia del Cine Europeo coronan Cold War de Pawel Pawlikowski como mejor película del año en una gala llena de buenos deseos por el futuro de una UE.

Después de 14 años siendo la sede del anuncio de las nominaciones de los Premios de la Academia de Cine Europeo, conocidos como EFA, parecía lógico que en algún momento los propios premios se celebraran en Sevilla. Como estaba cantado, la maravillosa película polaca Cold War se coronó como gran ganadora en una noche cosmopolita llena de buenos deseos por el futuro de una UE maltrecha en la que por supuesto hubo acento hispano. Fue la gran noche de Rossy de Palma, pletórica maestra de ceremonias, y sobre todo Cold War, la película en la que Pawel Pawlikowski narra el romance entre sus propios padres. Un romance tormentoso marcado por el conflicto y la reconciliación pero también por la tragedia de la guerra fría, que dividió Europa en dos bloques que vivían de espaldas el uno al otro.

Después del gran éxito de Ida (2013), película que ya ganó el premio a la mejor película en los EFA y el Oscar a la mejor película extranjera, el premio para Pawel Pawlikowski como mejor guionista abrió el fuego. Después llegaría el galardón para la actriz protagonista para la sensacional Joanna Kulig, una cantante que se ve obligada a exiliar para permanecer junto al hombre que ama cuyo profundo desgarro interior traspasa la pantalla. No mucho después, el cineasta volvió al escenario para recoger el premio como mejor director para acabar coronando la velada con el galardón a la mejor película. En glorioso blanco y negro, es un filme hermoso sobre el amor y sobre las circunstancias, sobre la forma en que la Historia acaba imponiendo su ley y dictando nuestra existencia.

No hubo sorpresas en muchas de las categorías. El italiano Marcello Fonte se llevó con justicia el premio al mejor actor por su gran trabajo en Dogman, de Matteo Garrone, después de ganar en Cannes. En el filme, Fonte interpreta a un peluquero canino. Otro galardón cantado era el de mejor comedia para La muerte de Stalin, en la que el británico Armando Iannucci, célebre por sátiras políticas como In the Loop (2009) arremete contra los males del totalitarismo en un filme genial en el que logra lo que parece imposible, divertirnos y escalofriarnos con la lucha de poder que se desata a la muerte de un dictador que tenía la costumbre de matar a todo aquel que se le pusiera por delante.

En un momento en el que los derechos de los transexuales se han situado en el centro del debate público, a nadie le sorprendió que ganara la favorita, la belga Girl, de Lukas Dhont en la categoría de mejor ópera prima. Se trata del sensible retrato de un niño que se siente niña y sueña con ser bailarina. Más sorprendente fue el premio al mejor documental para Bergman. Un año en la vida, de Jane Magnusson, en la que ofrece un crudo retrato del director, un genio artístico pero también un hombre mujeriego y despegado que no recordaba el nombre de sus hijos.

Otra sorpresa fue el premio como mejor largometraje de animación para la producción española Un día más con vida, de Raúl de la Fuente y Damian Nenow. El cine español apenas estaba presente entre los nominados pero al menos se distinguió los muchos méritos de este filme arriesgado y original. Adaptación de un libro reportaje del reportero polaco Ryszard Kapuscinski en la que narra los últimos días de Angola como colonia portuguesa.

Por el escenario, desfilaron numerosas estrellas de toda Europa, muchas desconocidas fuera de sus países como testamento de la atomización que aún vive el continente. La más socorrida, Rossy de Palma con su particular inglés y el desparpajo habitual para dar paso a un reguero de discursos que reflejaban consternación por el futuro del continente. "Europa no ha pasado por un momento tan peligroso desde los años 30", dijo la actriz francesa Amira Casar. "Los alemanes siempre debemos andar cuidado cuando levantamos el brazo derecho", le replicó el actor Tom Wlaschiha.

Para amenizar la gala, un elemento insólito, una barra de bar ciertamente original en la que se reunían los seis presentadores de la gala. Hubo, cómo no, mucho flamenco con la actuación del bailarín Andrés Marín o la cantante Rocío Márquez. Y también un emocionado recuerdo para Oleg Sentsov, cineasta ucraniano encarcelado por Putin por oponerse a la anexión ilegal de Crimea. En el escenario del último Festival de San Sebastián, Louis Garrrel también tuvo un sentido recuerdo para él.

Los premios honoríficos destacaron por su sobriedad. El presidente de la Academia Europea, el alemán Wim Wenders, fue el encargado de presentar el premio honorífico para Costa Gavras con una frase rotunda: "No tengáis miedo del poder del entretenimiento, usadlo". Después, el director de Z (1969) o Desaparecido (1982) subió fugazmente al escenario para brindar por un mejor futuro de una Europa "en mala forma".

Mucho más swing tuvo el premio para Carmen Maura, a la que Carlos Areces dedicó todo un show con un pupurrí de canciones pop emblemáticas que van de I Will Survive de Gloria Gaynor a The Best de Tina Turner. Y Carmen Maura lloró al recibir su homenaje en el que sin duda fue el momento más emocionante de la noche. "¡Es la primera vez que lloro y encima tengo que hablar en inglés!", espetó en el escenario.

El último homenajeado de la noche fue el británico Ralph Fiennes, el inolvidable comandante nazi de La lista de Schindler (Steven Spielberg, 1993) o el enfermo de El Paciente inglés (Anthony Mingella, 1996). Después de la emoción de Maura, Fiennes volvió al tema político y, en pleno Brexit, abogó por sentirse a la vez "inglés y europeo" para denunciar un "discurso de división y tribalismo". El Brexit está a la vuelta de la esquina. Quizá es que no solo las películas europeas no son célebres por sus finales felices, como dijo Chiwetel Ejiofor, el único americano de la gala y sobre el que recayó el honor de dar el premio a la mejor película. Esperemos que esos finales infelices que en Estados Unidos identifican con el continente también sean cosa del cine.