'Tiger King': bienvenidos al festival del disparate
Mezcla de comedia y thriller, lo mejor de la serie documental de Netflix son sus estrambóticos personajes
8 abril, 2020 05:43La sensación de la cuarentena en todo el mundo se llama Tiger King, una serie documental de Netflix con la indiscutible virtud de dejar atónito al espectador en cada nuevo giro de su extravagante trama. Mezcla de comedia y thriller estrafalario, lo mejor de este festival del disparate son sus estrambóticos personajes, casi todos ellos dueños de zoos privados en Estados Unidos donde se exhiben, con mayor y menor respeto por los animales, “grandes felinos”, sobre todo tigres pero también leones, guepardos o panteras. Por lo visto, hay más tigres en fincas privadas en Estados Unidos, donde es posible comprarse uno como quien adquiere un gato, que en el resto del mundo. Muchas veces, esos tigres acaban asesinados por sus propios dueños o donados a protectoras de animales cuando los encantadores cachorros se convierten en fieras salvajes y potenciales asesinos que consumen 7000 euros al año en carne.
El protagonista es Joe Exotic, un tipo que regenta un zoo en Oklahoma, en un pueblo cercano a la frontera con Texas, y es quien marca la pauta. Él mismo se define como un “redneck, gay” y es uno de esos personajes que si no fuera real nos costaría creer en la ficción. Aficionado a las camisas estridentes y con una coletilla de macarra, además de dirigir su zoo como si todo fuera un gran show canta canciones country, presenta un programa de televisión, colecciona maridos adolescentes y recluta a sus trabajadores entre expresidiarios y drogadictos. Conviene no desvelar las sorpresas de la trama, pero en el primer capítulo nos enteramos de que es acusado por el FBI de haber encargado el asesinato, no consumado, de su archirrival, la animalista Carole Baskin, pieza clave en esta historia.
Tiger King es muchas cosas a la vez. Es una comedia loca protagonizada por una galería de personajes al borde de lo verosímil. Empezando por el propio Exotic y continuando por esa Baskin con un pasado lleno de enigmas criminales, otro criador de grandes felinos, Bhagavan Antle, con una vida personal y sentimental como mínimo insólita (él dice que no es para el “prime time”), un marido desdentado y heterosexual o un socio de Las Vegas, Jeff Lowe, con cara de matón que se hace pasar por millonario. Retrato en crudo de esa famosa “White trash” (clase baja estadounidense) que en el imaginario colectivo vota a Trump y deglute donuts, lo que vemos es al mismo tiempo la grandeza de América, ese país en el que uno tiene la verdadera libertad de reinventarse con un personaje, y también la miseria de una sociedad en la que esa libertad solo se compra con dinero.
Hay también, detrás de toda la fanfarria y un catálogo de excentricidades que dejan a los austríacos de Ulrich Seidl como unos aficionados, una historia interesante detrás de esta Tiger King e incluso una lección que aprender. El conflicto central se plantea alrededor de la disputa entre Joe Exotic, que deja que el público manosee a los cachorros de tigre y los tiene encerrados en jaulas, y su archienemiga, la oscurísima Carole Baskin, que regenta una enorme reserva en la que los animales pueden vivir en condiciones más parecidas a como lo harían en su hábitat natural.
La primera paradoja del asunto es que aunque probablemente Baskin tiene razón, nos acaba cayendo mejor Exotic, no solo porque es el protagonista, también porque es un villano mucho más basto y menos esquinado, un tipo profundamente humano en todos sus errores, que son muchos, que quizá nos reconcilia con nuestra propia condición de seres imperfectos. Y la moraleja del asunto es que nuestros enemigos tienen exactamente el tamaño y el poder que queramos darles. Esta es la historia de un rey destronado no por el poder y el dinero de sus rivales, sino por el miedo y el odio que estos le provocaban.