Festivales de cine con mascarilla: entre internet y la alfombra roja
Los certámenes atisban un futuro híbrido a pesar de las reticencias de los grandes, mientras una pregunta sobrevuela el sector: ¿se acabarán convirtiendo los festivales en marcas?
17 junio, 2020 09:19No ha habido Festival de Cannes, un suceso que para el mundo del cine ha sido lo más parecido al apocalipsis que tantas veces ha reflejado en sus películas, pero sí habrá Festival de Venecia el próximo 2 de septiembre. Será el momento de ver a las estrellas con mascarilla paseando en góndola, aunque serán menos como ya ha anunciado el propio certamen. La gran cita del cine español, el Festival de Málaga, que se aplazó tan solo unos días antes de su apertura prevista para el pasado mes de marzo, abrirá por fin sus puertas el 21 de agosto.
Evento bullicioso y tumultuoso por excelencia gracias al entusiasmo de los malagueños, que se implican a fondo convirtiendo la ciudad en una gran fiesta del cine, su director Juan Antonio Vigar asegura que será tan “vital y cercano” como siempre y contará con un 70% de los títulos que hubiera tenido en marzo. Eso sí, los cines tendrán limitado su aforo; la alfombra roja, si la hay, casi con seguridad será exclusivamente para fotógrafos, y cancelará toda la “dimensión social”. En la “nueva normalidad” los festivales “físicos” del futuro tendrán menos estrellas, evitarán los tumultos de fans que siempre son una de las estampas más emblemáticas y, por supuesto, todo el mundo irá con mascarillas y deberá respetar la distancia social de 1,5 metros impuesta por el propio Gobierno.
Mientras los festivales físicos luchan por su supervivencia para ser “coronavirus free” y no perder su esencia, la otra cara de la moneda es el despegue de los festivales online. El gran éxito cinéfilo de la cuarentena ha sido el Cinema D’Autor de Barcelona en Filmin, conocido como D’A, que decidió aprisa y corriendo reinventarse como certamen online cuando el confinamiento obligó a su cancelación en la capital catalana. Se celebró del pasado 30 de abril al 10 de mayo, exactamente las mismas fechas en que tenía previsto hacerlo, y los 240.000 visionados de su selección de películas certifican un éxito que ha superado las previsiones de sus organizadores.
“Tuvimos que decidir en una semana si seguíamos en línea o suspendíamos, con lo cual nos cargábamos ocho meses de trabajo”, dice Carlos Ríos, director del D’A. “En seguida supimos que Filmin es nuestro socio natural. La gran duda era cómo podíamos funcionar en el resto de España donde no somos tan conocidos y el resultado ha sido excepcional. No hemos sacado pecho porque la situación del confinamiento es irrepetible pero incluso hemos logrado equilibrar el presupuesto. El ADN del festival sigue siendo presencial pero esta experiencia nos ha abierto nuevos caminos. Hay gente que quiere crear una polémica donde no la hay, lo que hemos visto que es buena idea que ciertas películas también puedan verse online para que lleguen a otros lugares que no sean Barcelona. Me refiero sobre todo a pueblos o ciudades pequeñas donde no es fácil ver cine independiente en salas”.
El mundo festivalero en España ha tomado nota del éxito del D’A pero de momento no parece que los cambios vayan a ser inminentes y sistémicos. Tanto Juan Antonio Vigar, de Málaga, como José Luis Rebordinos, director del Festival de San Sebastián, aseguran que es imposible que se pasen a las plataformas, ni siquiera en el caso de que se produzca un temido rebrote de coronavirus y tengan que suspender sus próximas ediciones físicas. Sobre la mesa, una cuestión esencial: ¿qué es un festival de cine? ¿Un sitio en el que proyectan películas durante unos días? ¿Una feria de muestras con películas en la que la industria puede reunirse y negociar? ¿Un manifiesto cultural por cuanto “defiende” o “representa” valores artísticos e incluso políticos? ¿Un evento publicitario para la promoción de los estrenos? ¿O incluso, una marca?
“No somos partidarios de que la primera proyección de una película sea online”, afirma tajante Rebordinos. “El gran error de este debate es pensar que el formato en línea acaba de aparecer con la pandemia, porque hace años que funciona. No podemos tomar decisiones precipitadas por una situación puntual, por grave que sea. Se trata de no ponerle puertas al campo pero tampoco ir demasiado rápido. El D’A es un gran festival y ha ofrecido una programación excelente, pero nosotros tenemos estrenos mundiales y me parece evidente que las nuevas películas de autores como Naomi Kawase o Wes Anderson tienen que verse primero en una pantalla grande”.
Ante la suspensión de Cannes, la cita vasca podría vivir el próximo septiembre la paradoja de albergar la mejor programación de su historia: “Las reglas de los festivales de clase A como el nuestro en ningún momento impiden que proyectemos en sección oficial películas que han tenido el “sello de Cannes” si no se ha celebrado el festival, nuestra única limitación es que las películas solo se hayan estrenado en sus países de origen. En el caso de Toronto, con algunas películas nos dividimos el estreno norteamericano para ellos y el europeo para nosotros. Es muy probable que este año tengamos grandes títulos que si no hubiera sido por la suspensión de Cannes no tendríamos pero eso no quita que esta situación sea mala para todos”, puntualiza Rebordinos.
Eventos concurridos y tumultuosos en los que proliferan las largas colas y las fiestas atestadas de gente, lo que es seguro es que el coronavirus obligará a que al menos durante unos meses tengan que cambiar su estructura. “Estamos en contacto permanente con las autoridades sanitarias y trabajamos con arquitectos para ver cómo solucionamos problemas como la distancia de seguridad o las limitaciones de aforo”, dice Rebordinos. Con un ojo puesto en los laboratorios, si Oxford cumple y hay vacuna en septiembre todo podría cambiar, parte de la dificultad es que nadie sabe cuál será el avance del virus en los próximos meses. “Hay grandes dudas sobre cómo serán las alfombras rojas o incluso si las habrá y me da un poco de rabia decir que seguramente habrá menos estrellas porque tampoco podemos estar seguros aunque es previsible que así sea”, asegura Rebordinos. Añade: “Lo que no puede haber dudas es que tendremos un festival cien por cien seguro. En San Sebastián hemos demostrado que tenemos capacidad de organización”.
Nadie duda que los festivales del futuro serán híbridos o no serán. En el caso de Málaga, ante la suspensión de sus actividades para la industria, donde recibían a compradores de más de 50 países, este año ha trasladado esa actividad profesional a una plataforma ante la dificultad de organizar viajes internacionales. “Ya hemos pasado a Internet dos eventos que atraían a muchos jugadores de la industria como Málaga Work in Progress y Spanish Screenings y estamos trabajando en otra iniciativa”, explica Juan Antonio Vigar. “Lo que sí tenemos claro es que el festival solo se puede celebrar de manera física”.
Rebordinos, como hemos visto, prefiere cancelar San Sebastián a pasarlo a una plataforma aunque pronostica que determinadas secciones, como Made in Spain, donde se proyectan las mejores películas españolas del año, tengan su propio hueco en línea. Por su parte, el festival de Cannes se ha negado de manera beligerante a tener ninguna presencia en Internet y su propio director, Thierry Fremaux, ha hecho unas declaraciones incendiarias diciendo que “un festival online no es un festival” y que las películas para plataformas “son televisión”. Tanto Rebordinos como Vigar le podrían dar la razón en el primer punto, aunque seguro que con menos vehemencia que el “guardián de las esencias”, pero tanto San Sebastián como Málaga acogen estrenos de películas de Netflix o series de Movistar sin poner reparos desde hace algunos años.
Incluso en el caso de que aparezca mañana mismo una vacuna contra el coronavirus, lo cual parece poco probable, los festivales españoles se enfrentarán a una nueva dificultad el próximo 2021 ya que el parón de los rodajes en el cine español de manera inevitable afectará a su propia oferta. “Ya hemos dicho que el año que viene tendremos que retrasar el festival unas semanas e irnos al final de la primavera para que haya suficientes películas terminadas”, dice Vigar. “Es evidente que esta crisis va a pasar factura al audiovisual y va a ser malo”, dice Rebordinos, “pero tiendo a ser optimista. Saldremos de ésta con más ganas de cine que nunca”.
Lo que sí parecen indicar los últimos movimientos del mundo festivalero es la aceleración del proceso de branding que viven en los últimos años. En tiempos en que los publicistas dicen que incluso uno mismo debe tener una “marca personal”, el festival pionero en estas lides ha sido el de Sundance, en Estados Unidos. Gracias a una hábil estrategia de marketing, Robert Redford, su presidente, ha conseguido que el nombre del festival sea sinónimo de “cine independiente” para convertirlo en una seña de identidad que se propaga a través de un canal de televisión o los diversos programas y eventos que celebra a lo largo del año en distintos lugares del mundo con su estampa.
Cannes ha dado un paso en esta dirección con su “sello de Cannes”, obligado por las circunstancias, como forma de apoyo a la difusión de algunas películas pero también para no perder muchos meses su propia “marca” como baluarte de la mejor selección mundial. “Cannes no quería perder su autoría y necesitaba ese logo”, dice Rebordinos, “ese proceso de branding hace tiempo que existe. Después hay quien dice que a las películas no les sirve para nada tener el sello de Cannes o de San Sebastián pero otras desde luego sí han salido beneficiadas. Es difícil hacer análisis generalistas”. Añade Vigar: “Nosotros de momento no hemos explorado esa vía aunque sí tenemos acuerdos con festivales más pequeños que proyectan parte de nuestras películas. De momento nos centramos en hacer el mejor festival posible, lo cual no significa que no lo tengamos en cuenta de cara al futuro”.