Sitges, sangre fresca en plena pesadilla
Javier Ruiz Caldera con 'Malnazidos', Juanma Bajo Ulloa con 'Baby' y Kike Maíllo con 'Cosmética del enemigo' lideran la presencia española en el festival, instalado en la distopía por el coronavirus
8 octubre, 2020 09:08En Malnazidos, la película inaugural del Festival de Sitges, el cineasta Javier Ruiz Caldera (Viladecans, 1976) –que por primera vez en su trayectoria comparte las labores de dirección, con el debutante Alberto de Toro– plantea un escenario en el que un grupo de personas de ideologías políticas antagónicas se tienen que unir para hacer frente a un adversario común. Esta sinopsis bien podría valer para la situación que atraviesa nuestro país en los últimos meses, pero la película está ambientada en la Guerra Civil y el adversario al que se enfrentan un capitán y un soldado franquista y un grupo de combatientes del ejército republicano es una plaga de zombis. “El género fantástico, al igual que la comedia, es un vehículo muy poderoso para indagar en cómo funciona la sociedad, siempre con una capa de disimulo, con una especie de disfraz”, explica Ruiz Caldera. “Malnazidos la hicimos antes de que explotara la pandemia, pero si la película se puede leer como una metáfora de la misma es porque lo que cuenta en realidad siempre ha estado vigente”.
Malnazidos, que se estrenará en enero de 2021, es la primera incursión en el cine fantástico y de terror de Javier Ruiz Caldera, director hasta ahora vinculado estrictamente a la comedia con títulos como Promoción fantasma (2012), Tres bodas de más (2013), Anacleto Agente Secreto (2015) o Superlópez (2018). Pero no es el único cineasta español al que quizá sorprenda ver en la programación de Sitges este año. Juanma Bajo Ulloa (Vitoria, 1967), director con una de las trayectorias más eclécticas del cine español, ganador de la Concha de Oro en San Sebastián con su ópera prima Alas de mariposa (1991) y responsable de un taquillazo tan lúdico, irreverente y desprejuiciado como Airbag (1997), compite en la sección oficial del festival con Baby, que narra la historia de una joven drogadicta que se ve obligada a vender a su hijo recién nacido a una inquietante mujer. “Baby no es en realidad una película de género fantástico, sino una fábula”, asegura el cineasta. “Pero al igual que ocurre en la vida real, este viaje simbólico de la protagonista se realiza a través del suspense, la emoción y la incertidumbre, elementos que conforman el cine de género que reina en Sitges”.
Bajo Ulloa competirá por el premio a la mejor película con Kike Maíllo (Barcelona, 1975), que, si bien abrió el festival en 2011 con su primer filme EVA, un drama de ciencia ficción que le granjeó el Goya al mejor director novel, nos hizo pensar con la intensa Toro (2016) que encomendaría su carrera al thriller comercial. Sin embargo, ahora regresa a Sitges con Cosmética del enemigo, adaptación de una novela de Amélie Nothomb en la que el actor Tomas Kot –protagonista de Cold War (Pawel Pawlikowski, 2018)– interpreta a un arquitecto de éxito que tras perder un vuelo en el aeropuerto de Tokio inicia una extraña conversación con una misteriosa joven. “Es una película profundamente dramática y quizá alguien pueda pensar: ¿qué hace en un festival como este?”, reflexiona Maíllo. “Sin embargo, según vas avanzando en la historia, descubres que encaja en lo que entendemos como cine de suspense e, incluso, como cine fantástico”.
Los temores más ocultos
Por tanto, la presencia nacional en el festival de Sitges estará comandada por tres directores que nunca han estado directamente asociados al género fantástico. Sin embargo, sí que lo han disfrutado como espectadores. Tanto Kike Maíllo como Javier Ruiz Caldera se declaran admiradores de directores como Brian de Palma, David Cronenberg o John Carpenter que en los 70 y 80 insuflaron nuevos aires al género. Bajo Ulloa amplía el espectro: “Me han marcado aquellas obras capaces de transmitir una atmósfera propia y de crear universos originales pero reconocibles. Las que han conseguido emocionarme, profundizar en los temores más ocultos y en el alma humana. Puedo citar El hombre elefante, Alien, El silencio de los corderos, Drácula de Coppola, Frankenstein, Babe, el cerdito valiente…”.
Pero, ¿por qué nos atrae el hecho de estar encerrados en una sala a oscuras en la que se proyectan en una gran pantalla algunas de nuestras peores pesadillas? “Nos atrae porque en el fondo sabemos que es una ficción y que no nos va a pasar nada”, explica Ruiz Caldera. “Las películas de terror son un tratamiento de shock de hora y media. Y cuando se acaban vuelves a la realidad y todo te parece más apacible y seguro. Es una catarsis. Pero no quisiera profundizar mucho en este tema, no vaya a ser que descubra cosas profundamente oscuras de mí mismo. Aunque también he de decir que no conozco a personas más afables, amables y bondadosas que los profesionales que se dedican al mundo del terror”.
Todos estos profesionales a los que hace mención Ruiz Caldera tienen apuntado en el calendario la fecha de arranque de Sitges, quizá el festival con el público más fiel del mundo. “Son auténticos entendidos en géneros como la ciencia ficción o el terror, que son bastante denostados en los festivales de Clase A”, comenta Maíllo. “Sitges le da una oportunidad a obras que son muy transgresoras dentro del cine actual. Algunas de las películas más interesantes de los últimos años son aquellas que luchan por rebelarse ante las ataduras de las convenciones, las que llevan el lenguaje a un nuevo lugar, y en Sitges siempre hay un buen número de ellas”.
Procesos farragosos
Aunque los tres directores opinan que han tenido suerte de haber finalizado sus respectivos rodajes antes de que se desatara la pandemia, todos ellos se han visto obligados a afrontar la posproducción durante el confinamiento, provocando que todos los procesos fueran “más farragosos y más lentos”, asegura Ruiz Caldera.
“El mayor problema, sin embargo, es la distribución”, añade Maíllo. “El público no está yendo al cine y hay todo un sector de películas, las de producción mediana y pequeña, que se van a ver muy perjudicadas por este nuevo panorama. Ahora mismo no tenemos planes concretos para la distribución dela película”. Y lo mismo le ocurre con Baby a Bajo Ulloa, al que la adversidad le ha permitido poder madurar con más cuidado el trabajo final, especialmente con la música. “Una película tan insólita como Baby, necesita encontrar su público, y nuestra intención antes de nada es comprobar la reacción de audiencias tan diversas como Sitges o Tallin, donde competirá a continuación”, afirma el director de La madre muerta (1993) respecto a la distribución.
Quien no tendrá problemas en este apartado es Ruiz Caldera, ya que Malnazidos cuenta con el apoyo de Telecinco. “Sí que es cierto que íbamos a estrenar en septiembre y el coronavirus nos ha obligado a aplazarlo a enero”, asegura el director. “Pero, por otro lado, hemos ganado la posibilidad de inaugurar Sitges”.
KikeMaíllo, por su parte, se siente afortunado por encontrarse rodando en estos momentos la serie de Netflix Alma. “En un momento en el que existe la amenaza de una crisis absolutamente gigantesca, el hecho de estar trabajando nos hace muy felices. El peaje, como para todo el mundo, es que hay que estar con la mascarilla desde que te levantas hasta que te acuestas, que tenemos que hacernos pruebas PCR cada dos semanas o que solo podemos tratar con aquellas personas del equipo que llevan una pulsera del mismo color que la tuya… Además, los presupuestos se han incrementado por la necesidad de incluir equipos de control que estén muy atentos a todas las medidas de seguridad y la amenaza de tener que suspender un rodaje si un actor coge el virus es muy importante. Pero preferimos esta situación a tener que estar parados en casa”.
Futuro asegurado
En un festival en el que se desatan las peores pesadillas, habrá tiempo para profundizar en la situación que atraviesa la sala de cine, en crisis por la pujanza de las plataformas. “Siempre va a haber grandes eventos que se estrenen en salas, otra cosa es que se mantenga la cultura de ir al cine a ver películas pequeñas”, opina Ruiz Caldera. “A pesar de que creo firmemente que las salas son lugares seguros, la gente ha dejado de ir, por prudencia o porque los distribuidores no se están arriesgando. Por otro lado, el futuro de los cineastas está asegurado, nunca se ha consumido tanto contenido”.
“La diferencia entre usar y amar es enorme, pero no siempre es tan evidente”, explica Bajo Ulloa. “El espectador es el actor necesario de una liturgia que implica priorizar el deseo de ver una obra por encima de cualquier otra alternativa. Ofrece lo más valioso que tiene, su tiempo. Ama el cine. El espectador de televisión rara vez prioriza hasta este extremo. Usa el cine. Esta lucha es la misma que la sociedad mantiene con respecto a su propio planeta y a sí mismos. Amar frente a usar. No es posible conocer el resultado, pero uno sí puede tomar partido”.
De Lynch a Nawja Nimri
La 53 edición del festival de Sitges estará marcada por la entrega de manera virtual del Gran Premio Honorífico a David Lynch. Y si la obra del director estadounidense supone un viaje por los sueños, el surrealismo, los miedos y las obsesiones humanas, la programación del festival no lo será menos.
En la sección oficial, destaca la presencia de Península (Yeon Sang-ho), esperadísima continuación de la frenética película surcoreana sobre zombis Train to Busan, además de los nuevos trabajos de directores tan interesantes como Brando Cronenberg (Possesor), Benh Zeitlin (Wendy), Quentin Dupiex (Mandibules) o el debut del director español Lluís Llanes con La vampira de Barcelona, sobre la asesina en serie de principios del siglo XX Enriqueta Martí.
El festival, que combinará la proyección en sala y el formato online, rendirá homenaje a filmes como Desafío Total (Paul Verhoeven, 1990), Flash Gordon (Mike Hodges, 1980), El imperio contraataca (Irvine Keshner, 1989) y El Gabinete del Doctor Caligari (Robert Wiene, 1920) y otorgará premios a la carrera de la actriz Nawja Nimri y el director Paco Plaza.