'Viuda negra': explosiones, glamour y dramas familiares
Scarlett Johansson brilla en esta película de superhéroes sobre los lavados de cerebro que ejecutan los totalitarismos en la que se mezclan la influencia de las antiguas películas de espías sobre la guerra fría y las cuitas familiares.
9 julio, 2021 12:52Para los que no somos expertos en el universo de Marvel, cada película supone el pequeño reto de aislarla de las demás para no perderse en las interminables conexiones entre unas y otras. En este caso, el protagonismo recae en solitario en una de los Vengadores, la Viuda negra, a la que Scarlett Johansson da vida con la energía y carisma conocidos. La conocemos en su infancia, cuando de repente lo que parece una plácida vida familiar se ve violentada por la irrupción de fuerzas oscuras. Natasha Romanoff, la futura vengadora, y su hermana son separadas de sus padres (en realidad unos espías rusos) y entrenadas como “viudas negras”, un ejército de mujeres asesinas del KGB. Muchos años después, ese pasado oscuro aparecerá para perseguir a la desdichada protagonista por medio mundo, de Budapest a Marrackech pasando por los fiordos noruegos.
Hay mucho de James Bond, con un homenaje explícito a Moonraker (Lewis Gilbert, 1979) incluido, en esta película cosmopolita y vibrante en la que la directora australiana Cate Shortland (Temora, 1969) logra un impactante espectáculo audiovisual con esa Viuda Negra y su hermana, la no menos contundente Yelena (Florence Pugh), nueva estrella del panorama adolescente. Las viejas historias de espías de la guerra fría, Le Carré como referente indiscutido, planean por esta película en la que los rusos vuelven a ser los malos (ya dijo Biden hace poco que Putin es un “asesino” certificando el conflicto). Ese ejército de mujeres en latex negro con un punto rojo, a imagen y semejanza de la verdadera araña “viuda negra”, como si fueran modelos de pasarela terroristas, logra imágenes de impacto y sofisticadas en una combinación brillante entre terror y glamour.
El cine de superhéroes recurre con frecuencia a directores con prestigio en el cine indie para que sus películas tengan carga dramática y no se queden en una sucesión de explosiones y prodigios de efectos especiales. A veces, funciona muy bien como en el caso de Christopher Nolan y sus películas sobre Batman, otras funciona mal como cuando se reclutó a Marc Webb, director de 500 días juntos (2009) para la saga de Spider-Man con malos resultados. Shortland es una cineasta que llamó la atención internacional con Somersault (2004), una interesante película en la que trataba el asunto de la falta de afecto en la infancia a partir de una adolescente que se comporta de manera promiscua y autodestructiva para suplir esa carencia. En la magnífica Lore (2012), veíamos a una joven señalada por el nazismo furibundo de sus padres cuando termina la II Guerra Mundial.
Hay mucho de ambas películas en esta Black Widow en la que Shortland logra al mismo tiempo un espectáculo de acción vibrante y un verosímil drama familiar. La disfuncionalidad de una familia de superhéroes en la que los padres (David Harbour y Rachel Weisz) son espías rusos y él se disfraza de “Guardían rojo” queda clara desde su propio enunciado. En este caso, lo que vemos es a unos progenitores más fanáticos que malvados que anteponen los motivos políticos a los familiares, producto de un siglo XX de ideologías extremas. La directora pone el acento en la relación de Johansson con su hermana menor, una joven marcada por una infancia solitaria y su conversión en una maquina de matar tras un intenso lavado de cerebro. En este sentido, hay ecos de una reciente película de espías sobre la Guerra Fría como Gorrión rojo (Francis Lawrence, 2018), donde veíamos los procesos de anulación personal que ejecutan los totalitarismos.