La sonrisa de cristal de Verónica Forqué
Conocí hace muchos años a Verónica, y me quedé impresionado y conquistado desde la primera vez que la vi por la belleza y luz de su sonrisa. Cuando interpretaba un papel, desde sus comienzos, se la veía disfrutar en escena como pez en el agua. La facilidad que tenía para adueñarse de un personaje y darle, a la vez, la cercanía de un ser querido y el vuelo de lo poético, la hacía ideal para un autor. Y yo la soñé para protagonista de mis obras y guiones de entonces. Así hizo Eva, en Eva y Adán, agencia matrimonial, la primera comedia de situación que escribí, y se puso en TVE, abriendo una nueva época en la televisión de ficción en España, donde Verónica creó unas formas de interpretar distinta y única. Y así hizo, primero en teatro y luego en cine, con La Chusa de mi Bajarse al moro, todo un prodigio de frescura, verdad, gracia, poderío, y ese aliento melancólico y poético del que siempre impregnaba sus creaciones. Ella logró que mis palabras fueran una poética. Los autores necesitamos esas grandes interpretaciones de grandes actores para que nuestro limitado territorio de las palabras se convierta en el sueño imaginario de una comunidad. Y ahí estaba ella para eso.
Gracias, Chusa. Gracias, Verónica.
Una larga carrera de grandes éxitos en teatro, cine y televisión. Muchas etapas diferentes, momentos, vidas, circunstancias... Vivimos tantas vidas diferentes que cuesta trabajo encajarlas en una única que les dé sentido. Hacemos los papeles que nos tocan en cada situación, en cada tiempo del vivir -¡nadie lo sabe mejor que un actor!-, a veces en obras cómicas y otras trágicas, recorriendo otros cuerpos y otros espíritus, saliendo y entrando de nuestra cueva, como Seguismundo, a veces príncipes y a veces monstruos en una gruta tenebrosa encadenados. Y sonreímos al viento como hacía Verónica con su sonrisa de cristal, tan bella y tan frágil, a punto siempre de romperse...
Adiós, amiga Chusa. Yo prefiero seguir recordándote entre los espejos morunos de aquel destartalado y mágico piso de Lavapiés, viendo cómo "pasa la vida", y cómo pasamos nosotros.