El duelo se planteaba entre dos títulos tan distintos como El buen patrón, la comedia satírica sobre las relaciones laborales de Fernando León de Aranoa, y Madres paralelas, en la que Pedro Almodóvar regresa al asunto de la maternidad y reivindica la memoria histórica de los perdedores de la Guerra Civil. Con 20 nominaciones una y ocho la otra, a sumar que fue León quien se llevó la candidatura española al Oscar, quedaba claro que sería el madrileño quien acabaría triunfando. Tres veces seguidas salió Fernando León, que ganó como guionista, director y productor, al escenario mientras los Almodóvar volvían a casa de vacío.
Ya son ocho los Goya de Fernando León, contando los tres que acaba de ganar. Los otros fueron por películas tan importantes para el cine español como Familia (1996), Barrio (1998) o Los lunes al sol (2002). Cuando recogió el primero, León habló de la dificultad de hacer una "comedia con los materiales habituales del drama y un tono tan delicado". El buen patrón es una buena película y una justa ganadora. Divertida, con ritmo y algunos diálogos gloriosos, recuerda al cine de los 50 que realizaban el propio Berlanga en España o Billy Wilder en Estados Unidos, en un filme que navega bien por una cierta ambigüedad moral para realizar un demoledor retrato de la división entre clases sociales. Y Javier Bardem está glorioso.
León de Aranoa provocó casi el único momento reivindicativo de la noche, al explicar que la penúltima reforma laboral le inspiró esta lograda farsa ambientada en una fábrica de básculas de provincias regentada por ese "buen patrón" que interpreta el ganador de la noche, y oscarizable, Javier Bardem. El otro momento puño en alto llegó con la aparición de la cineasta Sahraa Karimi en representación de las mujeres de Afganistán. Y el momentazo político llegó cuando Verónica Echegui, insólita ganadora como directora del mejor cortometraje, le propuso a un Pedro Sánchez presente en la sala con aspecto de acabar de hacer un cameo en Mad Men que vea "Tótem loba y luego hablamos".
Si no fuera por algunos estilismos de impacto habría superado en muermo a ver en bucle las obras completas de José Luis Moreno. Menos mal que estaban Óscar Jaenada, recién sacado de El gran Lebowski, y Eduardo Casanova como si fuera "invitada" a las carreras de Ascot. No queda muy claro si a la salida se casaron en Las Vegas. Fueron chispazos porque por no salir, ni salió Guillermo Toledo a liarla. Fue una gala más bien tristona, muy televisiva en el mal sentido, con bastantes chistes mediocres y realizada con poca gracia.
Las sorpresas
La cosa empezó mal con una secuencia de Calabuch de Berlanga que no tenía demasiado sentido y continuó con unos fuegos artificiales bastante lucidos que demostraban algo bueno, la alegría de Valencia por acoger los premios. Siguió a los fuegos artificiales una versión de Libre de Nino Bravo que parecía del programa de Ana Rosa, y siempre es mala idea comenzar con una ristra de premios técnicos que a la gente no le interesan. Además, los clips humorísticos fallaron de manera estrepitosa, con especial mención a la broma sobre el alto precio de la luz y el spinning que parecía sacada de Aquí no hay quien viva.
Algunas actuaciones, eso sí, dejaron mejor sabor de boca que en otras ocasiones. Triunfó Luz Casal aportando sabiduría y presencia al escenario con su versión en gallego de Negra sombra. Y funcionó la reunión entre Rita Payés y C. Tangana, volviendo a su papel de mafioso. La actuación de Sabina, sin embargo, tuvo un punto casi macabro. Fueron perlas de una noche más bien olvidable.
Las leyes de la frontera fue la sorpresa de la noche al llevarse nada menos que cinco Goyas, empezando por el de mejor guion adaptado que se llevó el propio director, Daniel Monzón, y el hiperactivo Jorge Gerricoechevarría, colaborador habitual de Álex de la Iglesia. Se trata de una adaptación de la novela homónima de Javier Cercas sobre un chaval de clase media que acaba descubriendo la sal de la vida cuando se integra en una banda de quinquis atracadores en la época de la transición. Ganó también al mejor actor revelación para Chechu Salgado, líder de ese grupo de desarrapados. Es una película simpática, a veces demasiado pulcra. La otra sorpresa la dio Libertad, de Clara Roquet, ganadora como mejor dirección novel y mejor actriz de reparto para Nora Navas. Trata sobre la relación entre una niña bien y la hija de la cuidadora de su abuela en una inspirada fábula sobre las diferencias sociales.
Sacristán, pura emoción
Algunos premios justos, como el de Otra ronda a mejor película europea, la conmovedora oda de Thomas Vinterberg al envejecimiento. Patricio Guzmán se llevó un merecido premio a la mejor película iberoamericana por Cordillera de sueños, un documental con el que culmina un trabajo de décadas indagando en la historia de su país y su propia memoria personal. Cantado estaba también el premio al mejor documental para Jonás Trueba por Quién lo impide, retrato generacional cargado de sensibilidad.
Momento emotivo con el homenaje a José Sacristán, bien presentado por Nora Navas con un monólogo formado por los títulos de sus películas. Sacristán le dio dignidad al "españolito" medio en los 70 y los 80, tiempos oscuros pero quizá también más optimistas que estos. Un hombre llamado flor de Otoño (Pedro Olea, 1978), Asignatura pendiente (José Luis Garci, 1977) o El diputado (Eloy de la Iglesia, 1978) son solo algunos títulos de un actor mítico que ha triunfado también con autores radicales actuales como Carlos Vermut (Magical Girl) o Javier Rebollo (El muerto y ser feliz). "Bien en manojo o bien en ristra, me siguen comprando los ajos", dijo el actor, muy contento a sus 84 años.
El discurso de Mariano Barroso no pasará a la historia, eso seguro. Con los cabellos eléctricos cual Eduardo Manostijeras, el presidente de la Academia dio su último mensaje empezando con una anécdota rara con el vecino y levantó el vuelo cuando recordó a tres figuras queridas de la cultura española como Pilar Bardem, Verónica Forqué o Almudena Grandes.
El homenaje quizá no previsto a Berlanga llegó con el insólito "Goya internacional" a Cate Blanchett. Sin duda, a todo cinéfilo le vino la imagen de los sufridos habitantes de Villar del Río cantando aquello de "Americanos". Mal no haber incluido al menos un repaso a su filmografía para que los despistados se ubiquen y los fans se enternezcan. La idea del "Goya internacional" no es mala, pero no tiene sentido que el primero sea para una estrella de Hollywood aunque sea australiana, un mercado en el que el cine español apenas tiene cabida. Almodóvar y Penélope fueron los encargados de entregarle el premio y darle la "bienvenida a la familia" ya que rodarán en los próximos meses en Estados Unidos una adaptación de Manual de mujeres de limpieza, el éxito de Lucia Berlin.