'La consagración de la primavera', de Fernando Franco (arriba izda.); 'La maternal', de Pilar Palomero (dcha.), y 'Los reyes del mundo', de Laura Mora (abajo izda.)

'La consagración de la primavera', de Fernando Franco (arriba izda.); 'La maternal', de Pilar Palomero (dcha.), y 'Los reyes del mundo', de Laura Mora (abajo izda.)

Cine

Las favoritas a la Concha de Oro: tres películas sobre la adolescencia, dos de ellas españolas

'La maternal', de Pilar Palomero, y 'La consagración de la primavera', de Fernando Franco, han dado la campanada en un festival que ha demostrado el músculo y la calidad del cine español

24 septiembre, 2022 15:19

La mejor noticia del Festival de San Sebastián de este año, sea cual sea el resultado del palmarés, es la buena forma del cine español. En su 70.ª edición, el festival vasco ha apostado fuerte por la producción patria y el resultado ha demostrado que ha valido la pena.

Abrió fuego, fuera de competición, Alberto Rodríguez con una película de industria tan sólida como Modelo 77. Crónica de la Transición a través de la situación en las cárceles, donde convivían presos políticos, homosexuales y delincuentes comunes, Rodríguez sigue demostrando su pulso con un filme que retrata con talento una época que sigue forjando la España actual.

Ha sido la hora de los talentos emergentes. Después del Goya por Las niñas, la zaragozana Pilar Palomero se batía el cobre con La maternal, en la que sigue ensayando un cine de aire documental muy atento a lo atmosférico. Narra la mezcla de desolación y entusiasmo de una adolescente rebelde, Carla (Carla Quílez) que se queda embarazada y busca refugio en una casa de acogida con otras jóvenes como ella. Lo mejor del filme, la relación de la chica con su madre (Ángela Cervantes), contada con unos diálogos vivaces y espontáneos que capturan la gracia del lenguaje popular.

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La adolescencia ha sido la gran protagonista de la Sección Oficial. Son tres las grandes favoritas para la Concha de Oro y las tres tienen a jóvenes como personajes principales. La consagración de la primavera, de Fernando Franco, es su propia consagración. Después de dos películas interesantes pero demasiado encorsetadas en ciertos cánones del cine de autor como La herida (2013) y Morir (2017), el cineasta sevillano encuentra por fin una voz única y original que ya se atisbaba en aquellos trabajos. Narra la relación sexual entre una joven de 18 años (Valèria Sorolla) y un chico con parálisis cerebral (Telmo Iruteta) en una especie de versión contemporánea del Belle de Jour de Buñuel.

Parte de la grandeza del mejor cine consiste en captar lo enigmático de la vida, hay quien lo llama trascendencia, hay quien lo llama misterio, hay quien se limita a constatar el asombro, como este filme que dará mucho que hablar cuando se estrene.

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Los problemas de la juventud se solapan con un regreso a lo social. No solo Palomero, que convierte a varias jóvenes madres adolescentes reales en protagonistas, también una directora colombiana como Laura Mora, que ha deslumbrado en Sección Oficial con Los reyes del mundo y es una aspirante muy seria a la Concha.

Arranca el filme en una Medellín convulsa, enloquecida, peligrosa y bellísima en una película muy bien fotografiada. Trata sobre el viaje de cinco jóvenes, todos ellos verdaderos “mecs de la rue” como diría Morad, chavales del asfalto que sobreviven a base de picaresca soportando humillaciones. Es una película antinitzscheana en la que se pone en valor la rabia y su legitimidad, un grito de furia contra el mundo proferido por aquellos que saben que juegan a la ruleta de la vida en un casino trucado porque ellos siempre perderán. Su grito de furia nos concierne, nos remueve.

Mientras Laura Mora busca un camino nuevo para el cine social poniendo en primer plano lo estético, lo puramente bello, un veterano como Jaime Rosales depura su estilo hasta la sencillez en Girasoles silvestres, casi un cuento contemporáneo, en el que retrata la “educación sentimental”, como diría Flaubert, de una joven madre (Anna Castillo) en una Barcelona de barriada. No ganará pero supone una radiografía necesaria sobre el estado de la masculinidad en el siglo XXI.

La sorpresa la ha dado Mikel Gurrea, quien competía en la Sección Oficial con su debut. Suro ha resultado ser un filme vibrante, plagado de tensión y humanidad, en el que el director reflexiona sobre el choque entre lo urbano y lo rural, lo soñado y lo real y también entre trabajadores españoles e inmigrantes.

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El gran mérito del filme, convertir en un thriller emocional una historia sencilla como la de esos arquitectos treintañeros (Vicky Luengo y Pol López) que se trasladan a una masía en medio del campo. La película trata sobre la temporada del corcho, un cometido que lleva a cabo un grupo de locales junto a unos magrebíes no regularizados. La tensión entre el matrimonio se convierte en un paradigma de la tensión social en una película excelente.

El otro gran filme del festival ha sido The Wonder, de Sebastián Lelio, una película electrizante que interpela nuestras creencias para acabar realizando un poderoso alegato contra el fanatismo. Ambientada en la Irlanda de mediados del siglo XIX, cuenta la relación entre una enfermera inglesa y una “niña santa”, una joven que vive con sus ultrarreligiosos padres en una región apartada y se supone que lleva cuatro meses sin comer. El eterno conflicto entre superstición y razón, entre pensamiento mágico y ciencia, se dirime en una película angustiosa, certera, que apela a grandes asuntos de nuestro mundo actual marcado por el bulo y las fake news.

No hay festival sin su preceptiva polémica. Sparta, de Ulrich Seidl, es una especie de soft porn con adolescentes en la que el director austriaco juega de manera artera con el morbo creando un nivel de tensión constante. El problema de la película no es que sienta simpatía por su personaje, sino que juega con fuego y frivoliza un asunto del que son víctimas todos los días millones de niños en el mundo.

Pornomelancolía, del argentino Manuel Abramovich, trata sobre un “trabajador del sexo”, o sea, actor porno, estrella de OnlyFans y chapero, con tono aséptico y documental. La película tiene varios problemas, el principal, que se trata de un documental y todo el rato parece que el director sabía mucho antes de rodar lo que iba a contar dando la impresión de que utiliza a un personaje real para corroborar su tesis por encima de cualquier consideración.