Pierre Léon y Rita Durao en un momento del filme

Pierre Léon y Rita Durao en un momento del filme

Cine

'El trío en mi bemol', comedia sentimental en tiempo de pandemia

Rita Azevedo Gomes adapta la única obra de teatro escrita por Éric Rohmer en un filme que plantea un interesante juego metacinematográfico

5 mayo, 2023 02:45

En 2022 llegó a las salas de cine Diarios de Otsoga, en donde el cineasta portugués Miguel Gomes abordaba un campestre triángulo amoroso que, pogresivamente, con la aparición en pantalla de los técnicos y el propio director, iba mutando en un peculiar diario de rodaje en tiempos de pandemia.

Algo de esto hay también en El trío en mi bemol, de la veterana directora lusa Rita Azevedo Gomes (Lisboa, 1952), una de las cineastas más atrevidas a la hora de jugar con total libertad con la narrativa, las texturas, los formatos y la puesta en escena, hasta el punto de que su obra puede ser entendida como una indagación en el concepto de la representación, con filmes que parten de materiales literarios como La venganza de una mujer (2012), Correspondencias (2016) o La portuguesa (2018).

En El trío en mi bemol Azevedo Gomes adapta la única obra de teatro escrita por Éric Rohmer, un texto que en principio iba a formar parte del filme Cuatro aventuras de Reinette y Mirabelle (1987) y que el director acabó separando y estrenando en 1989 en el Théâtre Renaud-Barrault.

En él, vemos a una antigua pareja de amantes que, a lo largo de un tiempo indeterminado, se encuentran en siete ocasiones en las que recuerdan su vida en común, hablan de los nuevos romances de ella, discuten sobre música y se ven envueltos en un malentendido que tensa poco a poco la relación.

Estos encuentros están rodados casi siempre con espíritu teatral, mediante largos planos estáticos, en un único escenario, la casa de Paul (interpretado por el director francés Pierre Léon), una coqueta construcción de Álvaro Siza que juega un papel fundamental en la puesta en escena, siendo clave la relación de los personajes con el espacio. A este nivel, el filme resulta un certero homenaje al cine de Rohmer a base de ligereza y naturalismo, registros en los que brilla Rita Durão –actriz fetiche de la cineasta– en el papel de la enigmática Adélia.

Sin embargo, Azevedo Gomes plantea además un interesante ejercicio metacinematográfico al introducir la figura de un director (al que da vida el cineasta independiente español Adolfo Arrieta) que es quién levanta la adaptación que vemos en pantalla.

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Así, entre las secuencias que escenifican los enfrentamientos verbales entre Paul y Adélia, asistimos a los tiempos muertos del rodaje (donde la aparición de alguna mascarilla revela que estamos ante cine de confinamiento), a los ensayos de Léon y Durão o a extravagantes escenas oníricas.

El resultado es un filme moroso, marcado por la intuición de la directora, a la contra del vértigo que domina el cine actual, que acaba ofreciendo una luminosa comedia sentimental –que sirve de contrapunto al horror de la pandemia– y una potente reflexión sobre el acto de crear, sobre los ambiguos papeles de actor y personaje y sobre lo que diferencia vida de representación.