'Retratos fantasma', sentimental itinerario por las salas de cine
Kleber Mendonça Filho presenta en este ensayo fílmico una carta de amor al cine y el acta de defunción de una manera concreta de relacionarse con las películas
3 noviembre, 2023 02:14Kleber Mendonça Filho (Recife, Brasil, 1968) llegó un día a su apartamento de Recife y escuchó el ladrido de Nico, el perro del vecino que llevaba dos años muerto. Tras unos momentos de asombro, comprendió que estaban emitiendo en la televisión su película Sonidos del barrio (2013), en la que el incesante aullido del can funcionaba casi como banda sonora, y que en una casa cercana la estaban viendo. Nico, por tanto, se había convertido en esos desconcertantes minutos en un fantasma.
Al narrar esta anécdota en los primeros compases del ensayo fílmico Retratos fantasma, el director pretende trasladar al espectador la idea de que cine y vida son la misma cosa, o que al menos se entrelazan sin solución de continuidad. Aunque es algo que todos podemos experimentar, esta percepción debe ser más acusada en un hombre que, como Mendonça Filho, ha vivido años pegado a una cámara y que, tanto en sus cortometrajes amateurs como en sus dos primeros filmes, ha retratado de manera recurrente, casi enfermiza, el barrio de Setúbal de su localidad natal de Recife.
Por ello, el director ha registrado buena parte de los cambios que se han producido en el lugar en los últimos 20 años: desde la bunkerización de cada casa por miedo a los ladrones hasta el cierre de la práctica totalidad de los majestuosos cines que engalanaban las calles. Este último argumento será en torno al que orbite Retratos fantasma en el grueso de su metraje.
Realizada con material de archivo, grabaciones caseras, fragmentos de películas del propio Mendonça Filho –cuya voz en off nos va guiando– y de otros directores y alguna que otra imagen rodada ex profeso (incluida una enigmática coda con un toque fantástico), el filme es, en primer lugar, una carta de amor al cine en todas sus vertientes. En segundo lugar, el acta de defunción de una manera concreta de relacionarse con las películas. Y, por último, un itinerario emocional por el centro de Recife, el que fuera el epicentro cultural y económico de la ciudad a mediados de los años cuarenta y que hoy ha sido condenado al olvido, con ese aire decadente y deprimido.
El esquema narrativo, dividido en tres partes, es profundamente personal, dando lugar a un filme ligero y ocurrente en el que las ideas, anécdotas e imágenes vienen y van sin demasiado orden. Hay momentos fascinantes: tras narrar Mendonça Filho como los Art Palacio fueron fundados por UFA, los estudios creados por Goebbels y Hitler para difundir la propaganda nazi, la imaginación se dispara y casi podemos ver las intrigas de espías durante la Segunda Guerra Mundial en los pasillos vacíos del cine capturados con una cámara cuatro o cinco décadas después.
Golpe fulminante
En otro pasaje, el director recopila anuncios en las marquesinas exteriores de las salas, que aparecen a la vista como mensajes secretos, a veces palabras de fantasía, otras con malicia: en la noche en la que el cine Veneza abrió por última vez, se anunciaba un filme titulado Golpe fulminante.
En la parte final, el director traza un paralelismo entre la liturgia religiosa y la cinematográfica: el cine Sao Luiz construído en el lugar en el que antes se alzaba una iglesia y los Eldorado y los Albatros convertidos tras su cierre en templos evangélicos, sin apenas necesidad de cambiar nada, manteniendo el decorado, las butacas y la pantalla. Sin duda, la fe de Mendonça Filho recae en Glauber Rocha o Alfred Hitchcock. Una fe que emerge en este filme como acto de resistencia que construye el presente con retazos del pasado.