Un momento del documental 'En el adamant'

Un momento del documental 'En el adamant'

Cine

'En el Adamant', el último Oso de Oro: una oda a quienes luchan contra la dictadura de la normalidad

Nicolas Philibert retrata con empatía a los pacientes de un centro de salud mental ubicado sobre las aguas del Sena, en el corazón de París.

2 febrero, 2024 02:09

Podría elaborarse una pequeña genealogía del documental a partir del acercamiento a la problemática de la salud mental. La historia daría comienzo con la aclamada Titicut Follies (1967), la ópera prima de Frederick Wiseman, quien recurrió a las formas del “cine directo” para denunciar el maltrato al que eran sometidos los reclusos de una prisión psiquiátrica de Massachussets.

Cuatro décadas más tarde, el también norteamericano Jeff Feuerzeig dirigió The Devil and Daniel Johnston (2005), un emotivo retrato de la turbia odisea vital del cantautor de Austin. Combinando materiales de archivo y nuevas filmaciones, la película capturaba la ternura, el genio y la desesperación de Johnston, afectado por un trastorno bipolar.

Por último, este recorrido no cronológico culminaría en la esencial Monos como Becky (1999), del siempre heterodoxo Joaquim Jordà, quien contraponía un retrato del psiquiatra portugués António Egas Moniz, el padre de la lobotomía, con el acercamiento a terapias más respetuosas con la autonomía y voluntad de los pacientes.

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Por su parte, En el Adamant del francés Nicolas Philibert, ganadora del Oso de Oro de la pasada Berlinale, reúne la vocación política de Wiseman, la calidez humana de Feuerzeig y la celebración por parte de Jordà del carácter subversivo de aquellos que escapan a la dictadura de la normalidad impuesta por la ortodoxia social.

Y es que Philibert, en su acercamiento empático a un grupo de pacientes del Adamant –un centro de salud mental ubicado sobre las aguas del Sena, en el corazón de París–, articula una resonante defensa del respeto a la diferencia que prevalece en ciertos ámbitos de la sanidad pública francesa. Como señala un revelador intertítulo del filme, “en un mundo en el que se reprime la singularidad, algunos lugares siguen resistiendo para mantener viva la función poética de la humanidad y el lenguaje”.

Un gran salón flotante

La función lírica figura como un elemento central del retrato que propone Philibert del Adamant. Los planos generales con los que el cineasta señala el inicio de cada jornada revelan la peculiar arquitectura del edificio, una suerte de gran salón flotante más parecido a un estudio de artista que a un hospital.

Además, estas amplias estampas urbanas permiten observar la privilegiada excepcionalidad del Adamant, que se erige como un templo de sosiego en una ciudad que no escapa al frenesí del mundo moderno. Adquiere especial relevancia la cita con la que se abre la película, en la que el pedagogo francés Fernand Deligny defendía el valor de la pausa.

Atendiendo al reclamo de Deligny, Philibert –quien conquistó a la cinefilia con su luminoso retrato de una escuela rural en Ser y tener (2002)– concibe su nueva película como un ejercicio de escuchas múltiples.

Por un lado, el cineasta se arma de paciencia para conversar con los pacientes del Adamant, superando algunos ecos paternalistas gracias a unas buenas dosis de humor compartido. Y luego está la escucha atenta que comparten todos los “tripulantes” del hospital, tanto los enfermos como los terapeutas, que organizan el programa de actividades, formado mayoritariamente por ateliers creativos, de un modo próximo al asamblearismo.

Distanciándose de la idea del rigor formal en favor de una propuesta ágil, capaz de combinar el registro observacional con las entrevistas, En el Adamant traza un acercamiento franco y sensible a la compleja realidad de las dolencias psiquiátricas. Un universo de claroscuros vitales que Philibert retrata a modo de tragicomedia humana.

El centro en el Sena, en una imagen de 'En el Adamant'

El centro en el Sena, en una imagen de 'En el Adamant'

Del lado de la comicidad, cabe destacar la simpatía de Muriel Thouron, una paciente que alegra el día a día del Adamant con su inocencia revestida de picardía: en un taller de ilustración, se le ocurre dibujar una mantis religiosa vestida elegantemente para recibir a sus desgraciados partenaires. Luego, del lado de las sombras, Philibert sabe capturar con delicadeza y pudor algunos momentos de gran dramatismo, como cuando un chico adolescente habla, desde la más profunda fragilidad, acerca de la insoportable hostilidad del mundo, o cuando una mujer mayor se sincera ante la cámara: “He perdido la libertad”.

La figura más representativa de En el Adamant es la de Frédéric Prieur, un hombre de aspecto bohemio que acude al hospital flotante para componer canciones y poemas, en los que relee el drama de Jim Morrison y Pamela Courson como si se tratara de una tragedia de Sófocles.

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En una secuencia de tintes confesionales, Prieur habla de “la maldición del mayo del 68”, y entonces resulta difícil no verle como un sucesor del dandi descarriado al que diera vida Jean-Pierre Léaud en La mamá y la puta (1973) de Jean Eustache. Así, En el Adamant termina basculando entre el retrato de una generación perdida, el alegato en favor de un utópico estado del bienestar, y la oda a la cara más enardecida y turbadora de la naturaleza humana.

En la secuencia más deslumbrante del filme, la inaugural, François Gozlan, un veterano paciente del Adamant, puntúa su magistral interpretación del tema Bombe humaine de los Téléphone con unas inspiradas soflamas en favor de la libertad personal: “La bomba humana sois vosotros, os pertenece”.

En el Adamant

Dirección y guion: Nicolas Philibert.

Año: 2023.

Estreno: 2 de febrero