Zar Amir Ebrahimi. Foto: Caramel Films / Lazona Pictures

Zar Amir Ebrahimi. Foto: Caramel Films / Lazona Pictures

Cine

Zar Amir Ebrahimi, la actriz que triunfa 17 años después de huir de Irán: "Ya no tengo motivos para estar asustada”

Premiada en Cannes por 'Holy Spider' (2022), la iraní asalta la cartelera con el drama 'Shayda' y 'Tatami', el 'thriller' que dirige con el israelí Guy Nattiv.

26 junio, 2024 02:33

Exiliada en Francia desde 2008, la carrera de la actriz iraní Zar Amir Ebrahimi (Teherán, 1981) no acababa de despegar en Europa una década después. Por eso, había empezado a probar en otras actividades dentro de la industria del cine.

De la mano de otro compatriota exiliado, el director Ali Abbasi, ejercía de directora de casting en Holy Spider (2022), cuando ocurrió una catástrofe: la actriz que debía interpretar a la periodista que investiga el asesinato de varias trabajadoras sexuales en Teherán renunciaba unos días antes de que el rodaje empezara en Jordania.

“Quería suicidarme”, recuerda Ebrahimi. “Me la había jugado con ella y nos dejó tirados en el último minuto por miedo a las represalias en Irán. Me cogí un cabreo monumental, algo impropio de mí, hasta el punto de que Ali Abbasi empezó a verme de otra manera”.

Quizá por eso, o por el escaso margen de maniobra, el director de Border (2018) le concedió finalmente el papel protagonista. Una carambola del destino que ha puesto a Ebrahimi en el disparadero, tras recibir el premio a la mejor actriz de Cannes. “Debió de ser el karma, si es que existe”, bromea. “Pero necesitas ser constante y conocer a buenas personas para tener estas oportunidades”.

Poco después del estreno de Holy Spider, Ebrahimi se lanzó a rodar dos películas que llegan a la cartelera española con menos de un mes de diferencia. Tatami se estrenó el pasado 31 de mayo y en ella, además de interpretar uno de los papeles principales, ejerce de codirectora junto al israelí Guy Nattiv. Se trata de un trepidante thriller político y deportivo sobre una judoka iraní que se rebela contra su gobierno durante una competición internacional.

Por su parte, Shayda, que llega a las salas el 28 de junio, es un emocionante drama sobre una mujer iraní que vive en Australia e inicia con su hija de seis años una nueva vida en un centro de acogida para mujeres maltratadas. La película recibió el Premio del Público en Sundance.

Pregunta. Shayda está basada en la infancia de la directora Noora Niasari, y usted interpreta a su madre. ¿Sintió el peso de la responsabilidad?

Respuesta. Siempre digo que fue el rodaje más complicado en el que he participado porque estaba trabajando con la propia vida de la directora. Pero lo que realmente aprecio del trabajo de Noora es que ella ha encontrado la distancia adecuada para narrar su propia historia, la de su familia y la de su madre. Por ejemplo, no convierte en un monstruo al marido maltratador, que solía ser un buen padre y que también sufre por todo. Hay cierta compasión hacía él.

P. En Shayda, su personaje, se combina la búsqueda de una libertad que se le ha negado a las mujeres iraníes con la nostalgia por la tierra perdida. ¿Se sentía identificada con ella?

R. Creo que lo que siente Shayda no es nostalgia, simplemente quiere disfrutar de la vida. Aunque ha sufrido violencia doméstica y está en una situación difícil, quiere compartir su alegría con su hija y con el resto de mujeres del refugio. Es algo de nuestra cultura, quizá lo haya notado en otras películas iraníes. Todos los días hay malas noticias en Irán: guerras, catástrofes medioambientales, encarcelamientos, ejecuciones… Por eso, solo nos queda compartir bailes, música, canciones, porque, si no, cómo puedes sobrevivir. Es algo que también se ve en el movimiento Women, Life, Freedom. Y es curioso que Nora haya sabido captarlo tan bien sin haber crecido en Irán.

En los tribunales

P. ¿Cómo encontró la conexión con su personaje?

R. Mi técnica consiste en una investigación exhaustiva del ambiente y el contexto del personaje. Después debes encontrar una parte de ti misma que conecte con él. Siempre digo que todos tenemos incluso un asesino dentro, se trata de llegar a esa parte ti mismo. En el caso de Shayda, nunca he sufrido violencia doméstica, pero lo conozco de otra manera.

La vida en Irán de Zar Amir Ebrahimi, que se había convertido a comienzos del milenio en una estrella de las telenovelas, se vino abajo cuando se filtró sin su consentimiento un video en el que aparecía haciendo el amor con su novio. El acoso que sufrió por parte de las autoridades y los medios fue implacable. El caso llegó a los tribunales, donde se enfrentaba a una pena de prisión y 97 latigazos. Decidió huir del país.

“Todo lo que hago está relacionado con mis traumas”, explica la actriz. “Eso no quiere decir que mi trabajo sea una terapia, pero sí aprendes sobre ti mismo con cada personaje. Por ejemplo, en Shayda he aprendido que nunca puedes superar del todo esos traumas, tienes que aprender a convivir con ellos”.

P. Tatami es el primer filme rodado entre un iraní y una israelí. ¿Querían lanzar un mensaje?

R. En realidad me fui involucrando poco a poco en el proyecto. Guy Nattiv me mandó el guion y acepté interpretar a la entrenadora de la protagonista, pero también entré como productora asociada y directora de casting. Fue entonces cuando Guy me dijo que no se veía preparado para dirigir la película en solitario y que quería que compartiéramos esa tarea. Me tomé mi tiempo para pensarlo, antes de aceptar.

Zar Amir Ebrahimi en 'Tatami'

Zar Amir Ebrahimi en 'Tatami'

P. ¿Por qué motivo?

R. Irán e Israel comparten una historia muy larga. En Irán nos bombardean con el lema ‘Muerte a Israel’, y ellos viven una experiencia parecida. Me fui de Irán hace 17 años y no tengo ya motivos para estar asustada, pero es increíble como los sistemas totalitarios propongan el miedo. Al final me di cuenta de que la película aborda exactamente eso, el miedo al sistema, y entonces dije: “sí, vamos a superarlo”. Además, al trabajar con Guy de una manera tan íntima me he dado cuenta de lo parecidas que son nuestras culturas, que israelíes e iraníes podemos pasarlo bien juntos.