Tras un periodo en el que su cine permanecía arrinconado en el circuito de festivales, ahora sus películas aterrizan en las salas comerciales de forma regular. Y, de hecho, hay años, como el actual, en el que los devotos del surcoreano pueden gozar por partida doble de su prolífica labor de autoría artesanal: él mismo escribe, produce, dirige, filma, monta y musicaliza sus películas.

Este mes de julio, la cartelera acoge el estreno de los dos títulos que Hong presentó en 2023 en su tránsito permanente por los grandes festivales europeos: Nuestro día (estreno el 12), que clausuró la Quincena de Cineastas del Festival de Cannes, e In Water (17), que vio la luz en la sección Encounters de la Berlinale, un espacio reservado para las propuestas más heterodoxas.

Observado en conjunto, este tándem fílmico resulta ideal para atisbar la riqueza y diversidad del cine de Hong, de quien se suele resaltar su tendencia a la repetición. Incluso entre los seguidores más fervientes del surcoreano, se halla extendida la idea de que Hong suele entregar variaciones de una misma película, siempre minimalista a nivel narrativo, rigurosa en su empleo de planos secuencia y zooms, y centrada en una visión neurótica de las relaciones humanas.

Estas particularidades reaparecen en Nuestro día e In Water, sin embargo, lo que más salta a la vista son las diferencias entre la experimentación estructural de la primera –una obra de interiores que repite un esquema narrativo con diferentes personajes– y la audacia formal de la segunda –una película paisajística plagada de planos desenfocados–.

En Nuestro día, el espectador atiende a la puesta en práctica de una de las estrategias habituales del cine de Hong: la iteración con variaciones. Un proceder que aquí alcanza su expresión más sofisticada, en cuanto que los protagonistas de ambas historias no comparten ni género ni edad, y los dos relatos aparecen intercalados.

Al inicio de ambas historias, dos personajes conversan sentados frente a una mesa, luego uno se va a dormir, y entonces llega un invitado con regalos; en un momento determinado, el invitado confiesa una vocación artística y otro personaje reflexiona sobre la naturaleza de su labor creativa; en la parte final, alguien se propone tocar una guitarra...

Las escenas capitales de Nuestro día son aquellas en las que Hong, a través de dos personajes muy dispares, medita sobre la esencia de su praxis artística. En la primera historia, una actriz –interpretada por Kim Min-hee, protagonista y coproductora del filme, además de la pareja de Hong en la vida real– afirma que su trabajo no consiste tanto en “revelar cosas sobre una misma”, sino en saber reconocer las múltiples capas que conforman su identidad, para luego “despojarte de ellas”.

Una de las claves de Nuestro día, y de toda la obra tardía de Hong, es justamente su despojamiento autoral, que da lugar a películas tocadas por una transparencia inusual. En este sentido, al espectador poco familiarizado con la obra de Hong puede sorprenderle la cruda franqueza de la que hacen gala los personajes.

Esta honestidad brutal aflora, por ejemplo, en la segunda escena meditativa de Nuestro día, en la que un viejo poeta (Gi Ju-bong) responde a las preguntas de un joven admirador. Ante los lugares comunes que abundan en el discurso del chico, el escritor se manifiesta en contra de una “sabiduría mundana” que tiene poco que ver con la integridad artística.

Para el poeta, como para Hong, lo que importa es la vivencia y representación de los pequeños placeres cotidianos: beber soju, pasear, alargar las sobremesas. En Nuestro día, esta apertura a la belleza del mundo se certifica en una larga escena en la que los protagonistas juegan al piedra, papel o tijera.

In Water comparte con Nuestro día una vocación autorreflexiva. En esta ocasión, los protagonistas son los tres miembros de un reducido equipo de rodaje que se dispone a filmar un cortometraje. Como suele ocurrir en el cine de Hong –quien escribe cada mañana los diálogos de las escenas que rodará en el día–, el equipo se entrega a un ejercicio de work in progress en el que la obra toma forma a partir de situaciones fortuitas.

'In Water'

Aunque esta inmersión metafílmica llega acompañada de un gran misterio. ¿Por qué decide Hong filmar gran parte de la película con planos desenfocados? ¿Se trata de un guiño al periodo impresionista de Paul Cézanne, el gran referente artístico del cineasta? ¿O es quizá una traslación al ámbito de la estética de la indefinición en la que suelen morar sus personajes?

La imposibilidad de hallar una respuesta definitiva a estos interrogantes –Hong se ha negado a hacerlo en entrevistas– no hace más que consagrar el valor artístico de este fascinante envite plástico.