Chiara Mastroianni, en 'Marcello mio'

Chiara Mastroianni, en 'Marcello mio'

Cine

'Marcello mio': la resurrección mítica de Mastroianni

La película de Chistophe Honoré vampiriza la realidad para componer un viaje fantasmal por los recuerdos y vivencias del clan Mastroianni.

20 septiembre, 2024 01:57

La aparición del rostro de Chiara Mastroianni sobre una pantalla de cine tiene un efecto inquietante en el espectador. Sus facciones, sobre las que se superponen los ecos gestuales de sus legendarios progenitores –Marcello Mastroianni y Catherine Deneuve, nada menos–, imbrican las nociones del legado familiar y la resurrección mítica.

De algún modo, la imagen de Chiara se asemeja a una aparición fantasmática; más aún si tenemos en cuenta que Marcello Mastroianni murió hace casi dos décadas, en 1996. A propósito de esta dimensión espectral del cine, Jean Cocteau definió la imagen fílmica como una representación de “la muerte trabajando”, en referencia al modo en que la cámara atrapa la vida en su aproximación a la muerte.

Pero ¿y si el cine, además de mostrar el inexorable transcurso del tiempo, pudiese crear una ilusión de intemporalidad gracias a la transmisión hereditaria de sus mitos? Esta es justamente la hipótesis sobre la que trabaja Christophe Honoré en la especular y emotiva Marcello mio.

La relación entre Honoré y Chiara Mastroianni viene de lejos: ambos colaboraron en Las canciones de amor (2007), Les Bien-Aimés (2012) y Habitación 212 (2019), entre otros proyectos. Un conocimiento y confianza mutua que animó al cineasta a investigar acerca del peso de la herencia familiar sobre los hombros de Chiara.

El resultado de dicha investigación creativa dio como resultado Marcello mio, una película de ficción que vampiriza la realidad para componer un viaje fantasmal por los recuerdos y vivencias del clan Mastroianni. De hecho, Chiara y su madre, “la Deneuve”, se prestan al juego interpretándose a sí mismas y exhibiendo un gran sentido del humor.

Cuando Chiara recibe una llamada de su madre, en el teléfono suena La valquiria de Wagner. Pero no todo es comedia. Del lado del drama, el filme imagina que Chiara sufre una crisis existencial que la lleva a transformarse en el mito de su padre, ahora ataviada con el sombrero y las gruesas gafas de Ocho y medio (1963), luego con el bigotito de Divorcio a la italiana (1961), y más adelante con el mítico traje blanco de La dolce vita (1960).

Lejos de toda tensión narrativa, Marcello mio opta por deambular junto al personaje de Chiara, disfrazada de Marcello, recreando escenas de Noches blancas (1957) de Visconti o de Ginger y Fred (1985) de Fellini. Hay algo ridículo y encantador en la odisea de la hija que se descubre poseída por los personajes a los que dio vida su célebre progenitor.

Sin embargo, a medida que avanza la película, el fetichismo cinéfilo va dejando su lugar a una serena meditación sobre el modo en que las herencias paternas perfilan indefectiblemente nuestra personalidad. Una cuestión universal que Honoré maneja con tacto y afecto, más interesado en conciliar que en confrontar a la protagonista con su pasado.

En el pasaje más conmovedor, Chiara y Catherine, hija y madre, visitan el piso parisino que compartieron con Marcello, y se entregan a una nostalgia que atraviesa la pantalla. En ese momento, como en otros del filme, poco importa si estamos más cerca de la realidad o de la fábula. La emoción fílmica se basta a sí misma.

Marcello mio

Dirección y guion: Christophe Honoré.

Intérpretes: Chiara Mastroianni, Catherine Deneuve, Fabrice Luchini, Nicole García, Melvil Poupaud.

Año: 2024.

Estreno: 20 de septiembre