Julianne Moore y Tilda Swinton, en 'La habitación de al lado'

Julianne Moore y Tilda Swinton, en 'La habitación de al lado'

Cine

'La habitación de al lado', de Almodóvar: la fantasmal fotografía de la dignidad que triunfó en Venecia

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Podríamos afirmar que desde Douglas Sirk o Vincente Minnelli nadie ha vestido los espacios como Pedro Almodóvar (Calzada de Calatrava, 1949). No es la sensibilidad plástica o el refinamiento estilístico, ni una cuestión de buen gusto o de elegancia. En el cine almodovariano, aquello que podemos entender por dirección artística –el cromatismo, el vestuario, los objetos…– transporta buena parte del contenido del (melo)drama, la emoción interior de los personajes. Lo hace de forma evidente, llamativa, incluso explosiva, pero también con una energía simbólica deslumbrante.

Esta rara cualidad hoy en día (cuando casi todas las películas de plataformas parecen transcurrir en los mismos sitios y ven el mundo con los mismos colores) es la que equipara al manchego con los grandes estetas del clasicismo, o con aquellos, como los citados arriba, que dieron paso a la modernidad. Sus criaturas se definen tanto por lo que dicen y hacen como por los entornos que habitan, por cómo y dónde se mueven.

En su primer largometraje con fondo hollywoodense (en verdad, neoyorquino), es decir, el desafío en su filmografía que ha venido aplazando durante décadas, esa máxima (“el espacio es la emoción”) resulta fundamental. La emoción que puede provocar el modo en que la luz pinta de tonos dorados una tumbona vacía, o el reflejo de un cuerpo en una vidriera, procede acaso de la sensibilidad de un cineasta para quien los objetos (y cómo los filma) pueden ser tan expresivos como los personajes.

En el caso concreto de La habitación de al lado, el alcance de esa “puesta en forma” del drama (que incluye la arquitectura exterior y el diseño interior: los cuadros en las habitaciones, una estantería en el salón, el color de los sofás y las tazas de café o un rellano en las escaleras) adquiere acaso una trascendencia más palmaria de lo habitual en su filmografía. La razón es sencilla: las dos mujeres que lo protagonizan se enfrentan a la muerte con la dignidad y la determinación de quererse rodeadas de belleza.

Luminosa y devastadora

La habitación de al lado es una película tan hermosa de ver (y en ello también hay que conceder el crédito al director de fotografía Eduard Grau, que ha tomado el relevo de José Luis Alcaine) como de sentir, tan luminosa como devastadora. Frente a sus imágenes, quedarse en la superficie narrativa (en lo que cuenta) es tanto como quitarle al cine todo su potencial expresivo. Es de esas películas que nos recuerdan, como decía Jean Epstein, que en el cine “nunca ha habido historias, no hay más que situaciones”. Es decir, el modo en que esas historias son contadas.

No hay que desmerecer en todo caso un guion que no desglosaremos aquí pero que, como es habitual en Almodóvar, respira en varias dimensiones. La principal, como también viene siendo habitual desde Hable con ella, opera en el territorio de los fantasmas (como lo hacía Volver y Julieta y Dolor y gloria y Madres paralelas), invocando presencias mediante ausencias.

En este caso, la de un personaje que es un vivo muriente, y que mediante un golpe de genialidad, el desdoblamiento espectral de Tilda Swinton en el último acto (en una operación similar a la que protagonizó en La hija eterna de Joanna Hogg), se carga de un sentido poético que empata con el final de la adaptación de Dublineses (Los muertos) de John Huston, filme que opera como leit motiv referencial de La habitación de al lado.

Nunca tuvo problemas el manchego en hacer explícitas sus citas al cine que le alimenta, y que en este caso también enriquece el propio drama que viven sus criaturas (como en Los abrazos rotos ocurría con Rossellini), especialmente en una secuencia de cinefilia nocturna, donde de nuevo los objetos –DVDs hermosamente fotografiados de la estantería al reproductor– se prestan a ser filmados como si tuvieran alma propia.

Uno diría que la pesquisa subyacente en esta última película de Almodóvar pasa precisamente por capturar aquello que Bob Dylan dijo que era imposible de fotografiar: la dignidad. Y para ello solo cabe dotar de densidad humanista y sentido político a unos personajes enfrentados a una muerte digna que la mayor parte del metraje transitan por y habitan en escenarios cerrados (un hospital y una casa en el campo), encarnados por dos actrices completamente imantadas a sus criaturas, a sus temores y escepticismos, perfectamente sincrónicas en sus dinámicas de contención y liberación, de luz y oscuridad, de dolor y placer.

Julianne Moore y Tilda Swinton, en 'La habitación de al lado'

Julianne Moore y Tilda Swinton, en 'La habitación de al lado'

Las dos viejas amigas, Ingrid (Julianne Moore) y Martha (Tilda Swinton), una escritora y una reportera de guerra (detalles en ningún caso menores), que se reencuentran para acompañarse en el tránsito final de la segunda, iluminan las verdades de la vida a través de su relación con la mortalidad. Una mortalidad que resuena en el mundo agónico que habitan (que habitamos) y que el amante que ambas han compartido en sus vidas pretéritas, interpretado por John Turturro, articula con lucidez en su cínica cruzada de concienciación social y política.

A pesar de algunos flashbacks de naturaleza explicativa que no terminan de encontrar un acomodo orgánico en el armazón dramático del filme, o quizá también por ello, en cierto modo es como si La habitación de al lado existiera en los intersticios, en un limbo obsesionado con el final de las cosas mientras se aferra al esplendor de la existencia. A la armonía redentora de la amistad y a la belleza del mundo, mientras aún existan. Todavía algunos contados cineastas, como Almodóvar, tienen ojos para verlo, sensibilidad para recrearlo y talento para filmarlo. Suerte la nuestra.

La habitación de al lado

Dirección y guion: Pedro Almodóvar.

Intérpretes: Julianne Moore, Tilda Swinton, John Tuturro, Alessandro Nivola,
Juan Diego Botto, Raúl Arévalo, Victoria Luengo, Esther McGregor.

Año: 2024.

Estreno: 18 de octubre.