Miren Gaztañaga en 'Los últimos románticos'

Miren Gaztañaga en 'Los últimos románticos'

Cine

'Los últimos románticos': retrato al natural de una mujer aislada

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En los primeros instantes de Los últimos románticos, David P. Sañudo (Bilbao, 1987) nos presenta a la protagonista Irune (Miren Gaztañaga) con un travelling lateral en el que, desde la distancia, la acompañamos a la salida de la fábrica de papel en la que trabaja, situada a las afueras de un pueblo industrial de Álava. La escena le sirve al director para presentar de forma elocuente y eficaz al personaje.

Por un lado, atendemos a su soledad, mientras avanza entre conversaciones ajenas de compañeros que no reparan en ella. Por otro lado, aparece su aprensión ante lo inesperado, cuando de pronto se detiene para palparse el pecho. Tiene un bulto. La angustia existencial llama a su puerta.

Como ocurría en Ane (2020), ópera prima de Sañudo que recibió los Goya a mejor actriz para Patricia López Arnaiz, a mejor actriz revelación para Jone Laspiur y a mejor guion adaptado –que el cineasta escribió junto a Marina Parés, colaboración que se prolonga en Los últimos románticos, donde parten de la novela homónima de Txani Rodríguez–, estamos ante un estudio de personaje, un retrato de una mujer aislada, con dificultad para comunicarse, en un contexto adverso, marcado por la depresión económica que asola a una comunidad mermada, en el que varias voces hablan con añoranza de unos años 80 y 90 de lucha colectiva y sindical.

También habrá apuntes en el filme sobre la precariedad del sistema sanitario o las dificultades para romper con el estigma de la violencia machista. Sañudo engarza lo individual y lo colectivo de manera orgánica, sin subrayados ni excentricidades, valiéndose del romanticismo del título como el concepto que late en el corazón de la película.

Es eso lo que se desprende de la mirada sobre una ciudad en la que los sitios de siempre han cerrado o ya no son lo que eran. Pero también es lo que se encuentra en el fondo de Irune, que imagina una relación sentimental con un vendedor de billetes de Renfe, en unos pasajes que rompen con el naturalismo general a través de soluciones visuales cercanas al realismo mágico, con una música extradiegética disonante.

Irune vive acosada por los fantasmas del pasado, sola en el piso que compartió con sus fallecidos padres. Su única relación estrecha es con una vecina mayor, a la que intenta proteger sin éxito de su violento hijo, mientras el resto de la comunidad mira para otro lado, en una postura que remite a las tensiones de la convivencia en el País Vasco causadas por el terrorismo. Sin embargo, el bulto descubierto en el pecho encenderá una pequeña llama en nuestra protagonista, que empezará a salir de su letargo lentamente.

Utilizando simbólicamente elementos como los trenes o el fuego, Sañudo ha conseguido elaborar un filme que destaca por encontrar la belleza en los rincones más inesperados, en un alegato contra la soledad en el que brilla con luz propia la actriz Miren Gaztañaga, omnipresente en cada plano y entregada en esa escena catártica de baile que nos conecta con películas como Otra ronda (Thomas Vinterberg, 2020) o Un amor (Isabel Coixet, 2021).

Los últimos románticos

Dirección: David P. Sañudo.

Guion: David P. Sañudo y Marina Parés. 

Intérpretes: Miren Gaztañaga, Maika Barroso, Eric Probanza.

Año: 2024.

Estreno: 15 de noviembre.