Un fotograma de la película 'Mufasa: el rey león'

Un fotograma de la película 'Mufasa: el rey león'

Cine

'Mufasa: el rey león': el ciclo de la vida y la maldad de los resentidos

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En el año 1994 El rey león obtuvo una recaudación mundial de unos 2.000 millones de euros al cambio actual. En nuestro país fueron unos impresionantes 45 millones. La leyenda del príncipe león Simba, su padre Mufasa y el malvado tío Scar, inspirada de manera evidente en el Hamlet de Shakespeare, se ha mantenido viva estos 30 años gracias al exitoso musical que se sigue representando con éxito en Madrid y medio mundo, así como una versión live action estrenada en 2019 que superó los 30 millones de taquilla.

Los números a veces importan. En cines o por cualquier otro medio, la realidad es que hay muy poca gente que no haya visto como mínimo una vez El rey león. Con una banda sonora legendaria de Hans Zimmer, e inspiradas canciones de Tim Rice y Elton John, expresiones como "hakuna matata" (vive y sé feliz), forman parte de la cultura popular. Bellísima, El rey león de los 90 es indiscutiblemente un clásico de la animación.

Vistos los números, es curioso que Disney haya tardado 30 años en darle continuación. Mufasa: El rey león, se presenta como una precuela en la que vemos cómo el padre de Simba llega a convertirse en rey a pesar de no tener sangre real. Todo ello, en una película que es más oscura que la colorista de los 90.

Con unos colores apagados y grisáceos, plantea una historia más "terrible" al ver cómo esos Mufasa y Taka, que crecen como hermanos, acaban convirtiéndose en enemigos porque el corazón de Taka se amarga.

Curiosamente, siendo una película que supera con nota el reto de dar título a un filme mítico, a Mufasa a veces le falta, precisamente, un poco más del color de la original. El live action por momentos es impresionante, con esos animalucos parlantes hiperrealistas, pero otras veces no es fácil distinguir a los leones, que parecen todos iguales.

El origen del mal

Planteada como un largo flashback, la historia la cuenta el mono babuino y “yogui” Rafiki a Kiara (Blue Ivy, la hija de Beyoncé), hija de Simba y Nala, que ejercen felizmente como reyes en un paraje de ensueño. Nos enteramos de que Mufasa (Aaron Pierre) primero se separó de sus padres después de que una riada inundara su paraíso y después, perdido en un reino lejano, es adoptado por un rey que recela de él por ser un “león abandonado”, así que sobre todo es la reina quien lo acoge. El joven príncipe, Taka (Kelvin Harrison Jr.) lo considera un hermano y crecen juntos dando cabriolas.

Si El rey león es una versión de Hamlet, su precuela es una reedición del mito de Caín y Abel. Aunque Taka tiene sangre azul, el que demuestra en todo momento talento, virtud y bondad es Mufasa. La cosa se liará cuando tengan que huir de su reino perseguidos por el malvado Kiros (Mads Mikkelsen), un león blanco que se la tiene jurada a Mufasa y quiere hacerse con todo el poder. Por el camino, conocerán a la joven leona Sarabi (Tiffany Boone), objeto de discordia.

Al cine mainstream de Hollywood le gusta mucho contratar a directores, digamos, “artísticos” para darle una pincelada diferente y original a sus blockbusters. Sin ir más lejos, la propia Disney estrenará el año que viene una nueva versión de Blancanieves con actores dirigida por Marc Webb, quien alcanzó la fama con la joya indie 500 días sin ella (2009) antes de lanzarse a las fauces de la gran industria y Denis Villeneuve rodó grandes títulos de cine de autor como Incendies en 2010 antes de ponerse a dirigir un nuevo Blade Runner o la saga Dune.

En algunos casos, siendo sinceros, quizá es legítimo preguntarse hasta dónde son libres estos directores en películas que cuestan como en el caso de Mufasa 200 millones de dólares. Es el doble de lo que le cuesta al Gobierno de España subvencionar todo el cine español (86 millones de euros el año pasado) y casi setenta veces más que el presupuesto medio de una película española, que son tres millones. Es muy posible que no haya un solo cine en España que no vaya a estrenarla.

Mirada autoral para una película 'mainstream'

Barry Jenkins ganó el Oscar contra pronóstico en 2017 con la preciosa Moonlight, una película minúscula para los estándares de Hollywood que contaba la historia de iniciación de un joven afroamericano que muy poco a poco irá aceptando su homosexualidad. Fue en una gala que todo el mundo recuerda porque Faye Dunaway se equivocó al anunciar la película y primero subieron los de La, la land a recoger el Oscar porque dijo su nombre.

Si acaso, la mano de Jenkins se deja notar en que esta Mufasa, como ha quedado dicho, es más "oscura" que la original. Ese mito de “Caín y Abel” que nos lleva a la ancestral rivalidad entre hermanos que Luchino Visconti retrató en la inmortal Rocco y sus hermanos (1960), donde también veíamos cómo Simone (Renato Salvatori), enfurecido por su propia mediocridad frente a la belleza física y moral de Rocco (Alain Delon), acaba destrozándolo por pura maldad.

Esto en Mufasa: El Rey León, es evidente que no acabará tan mal como la Biblia o la película neorrealista italiana, aquí por supuesto salen Pumba y Timón cantando Hakuna Matata y un pájaro de pico rojo llamado “cálao” que hace chistes.

En cuanto a la banda sonora, era muy difícil superar la calidad y el impacto cultural de las canciones de Elton John para la primera película. Las nuevas las compone Lin-Manuel Miranda, (célebre por el musical Hamilton) y aunque no iguala a las de su precedsora, da la talla.