'Las vidas de Sing Sing', una de las revelaciones del curso cinematográfico: el teatro en la cárcel más dura
- Acumula premios y apunta a las nominaciones importantes en los Oscar. Greg Kwedar se sumerge en el célebre centro penitenciario para contar una historia de segundas oportunidades.
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En Estados Unidos, un país con 340 millones de habitantes, hay unas dos millones de personas encarceladas. En torno a 1.500 de ellas están en el centro correccional de Sing Sing, una de las prisiones de máxima seguridad más antiguas del país, situada en el Estado de Nueva York.
Como Alcatraz, Sing Sing tiene un halo mítico: por ella pasó el jefe de la mafia Lucky Luciano, fue el escenario de la película de Michael Curtiz Veinte mil años en Sing Sing (1932), protagonizada por Spencer Tracy, y se la menciona o aparece en la novela Bartleby, el escribiente, de Hermann Melville, o en filmes como El peregrino (Charles Chaplin, 1923), Ciudadano Kane (Orson Welles, 1941) o Desayuno con diamantes (Blake Edwards, 1961). Incluso la banda madrileña Los Nikis le dedicaron la canción Diez años en Sing Sing.
A partir del viernes 10 de enero, también será famosa por Las vidas de Sing Sing, una de las grandes revelaciones de 2024, un filme de A24 que se ha posicionado inesperadamente con sólidas opciones en las nominaciones en los Óscar. Como en la reciente El triunfo (Emmanuel Courcol, 2020) o en César debe morir (2012), con la que los hermanos Taviani ganaron el Oso de Oro, el filme sigue a un grupo de presos involucrados en un taller de teatro. En este caso, tratan de montar Hamlet, de William Shakespeare.
La historia parte de la realidad. El cineasta texano Greg Kwedar estuvo ocho años cultivando la confianza necesaria con los encarcelados del programa de artes escénicas, trabajando todos los días en ella, recopilando historias para crear una ficción sobre las segundas oportunidades.
“Ha sido un trabajo muy largo, era importante que sintieran por nuestra parte un verdadero compromiso”, comenta a El Cultural Kwedar, que necesitaba que los presos se implicarán en el proceso creativo del filme con la misma pasión con que se entregaban al teatro. “Pudimos compartir sus risas y su vulnerabilidad, y ver la evolución de esta asociación creativa. Al final, capturamos esa magia que estábamos buscando. Los presos se unieron a la escritura y acabó siendo un proceso muy fluido, muy libre, en el que todos daban ideas. La colaboración del actor protagonista, Colman Domingo, también fue muy importante a la hora de llegar al resultado final”.
Domingo es, sin duda, uno de los actores más solicitados del momento. Tras destacar en la serie Euphoria (Sam Levinson, 2019-2022), obtuvo una nominación al Oscar como mejor actor protagonista por Rustin (George C. Wolfe, 2023) y ha sido incluido en la lista de las 100 personas más influyentes del mundo por la revista Time. Su cometido no era fácil: liderar un reparto en el que se mezclan actores profesionales con presos reales.
Liberar emociones
En el filme, Sing Sing es un lugar peligroso donde el teatro funciona como válvula de escape. “Las prisiones son un microcosmos de la sociedad”, explica Kwedar. “Se necesita mucho coraje y fortaleza interior para sobrevivir. Hay, además, un miedo a expresar emociones, pero los presos pueden conectar con su vulnerabilidad, crecer y curarse personalmente al hacer teatro”.
Los programas de arte dramático en prisiones existen por todo el mundo. En España, iniciativas como Teatro Yeses, en la que actúan reclusas de una cárcel madrileña, lleva funcionando desde los años 80. Además, el Centro Dramático Nacional desarrolla un programa con diversas prisiones. “Los convictos que han participado en este programa tienen porcentajes de reincidencia mucho menores al salir”, asegura Kwedar.
En el filme, vemos la cárcel desde una perspectiva original. “No quería una película demasiado estilizada”, apunta el cineasta. “Las cárceles son lugares cerrados, pero aquí buscaba dar sensación de espacio. Por otra parte, estamos tratando con sentimientos profundos y la cámara no debía meterse en medio. Buscaba una cinematografía muy sutil, elegante, en la que los personajes tuvieran todo el protagonismo”.
En Las vidas de Sing Sing el teatro ayuda a los presos a liberar emociones que son muy difíciles de exteriorizar en un entorno tan duro. Todo ello, en un sistema penitenciario que es como una rueda de hámster. “La vergüenza es muy dolorosa”, apunta Kwedar. “Algunos presos han cometido atrocidades que les marcan, pero también pesa el haber hecho daño a los padres, a la esposa o los propios hijos. Muchos se sienten esclavos de su pasado y el propio sistema fomenta la idea de que están atrapados”.
El espejo deformante
Aunque la prisión sea ese “microcosmos de la sociedad” que menciona el director, también funciona como un espejo deformante. Si los afroamericanos representan un 13% de la población, en la cárcel son un 37% y un 48% de los que tienen penas de muerte o perpetuas. “Hay un legado de racismo en Estados Unidos que tiene mucho que ver con la falta de acceso a la educación”, opina Kwedar. “La justicia no funciona”.
Ante la inminente presidencia de Trump, quien ha hecho campaña prometiendo “ley y orden”, Kwedar prefiere una cierta esperanza: “Su propuesta se basa en el miedo y la intimidación. Sin embargo, no importa lo feas que estén las cosas, frente a ese odio y esa furia podemos apostar por el amor y la compasión”.