Image: Lo que habría querido Iberni

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Escenarios

Lo que habría querido Iberni

31 julio, 2009 02:00

Luis G. Iberni


No podía encontrarse mejor manera de rendir homenaje a Luis G. Iberni, desaparecido a finales de 2007, que la edición de un libro como el que tenemos entre manos. Se trata de un volumen de 700 páginas que alberga nada menos que 36 artículos de signo musicológico y crítico con diversos epígrafes: Teatro lírico, Música española del siglo XIX, Crítica y gestión musical, Danza y un apartado de variadas propuestas. Hay, además, un prólogo de Mercedes Molina, decana de la Facultad de Geografía e Historia de la Universidad Complutense de Madrid, de la que Iberni era docente, una sentida dedicatoria de tres de sus colegas, los editores del tomo -Celsa Alonso, Carmen Julia Gutiérrez y Javier Suárez-Pajares- y un perfil trazado por quien fuera su maestro en Oviedo y que dirige en Madrid el Instituto Complutense de Ciencias Musicales, Emilio Casares. El volumen, que revela un planteamiento muy didáctico, lleva un título significativo, Delantera de paraíso (ICCMU). Nuestro llorado compañero, tan presente durante años en estas páginas, hubiera disfrutado de lo lindo; porque el libro se ha hecho, de forma inteligente, como si lo hubiera planificado él mismo.

El volumen comienza con un riguroso estudio de cómo la ópera y la zarzuela fueron forjándose en La Coruña de los años 1872 a 1879, escrito por María Pilar Alén. Carmelo Caballero Fernández-Rufete nos ilustra sobre el repertorio de los siglos de oro y se centra en El laurel de Apolo, con texto de Calderón y música, probablemente, de Juan Hidalgo, quizás la primera zarzuela de la historia. En el mismo campo se mueve el interesante trabajo de Francesc Cortés Mir, que analiza la transición de la romanza a la cançó en Cataluña. Y no es baladí tampoco el tema que contempla en extenso María Encina Cortizo: la Sociedad Lírico-Dramática de autores españoles en el Teatro Apolo, en un momento en el que se experimentaba la crisis de la zarzuela grande, a finales del XIX.

Muy buena y novedosa información nos proporciona Rosa Isusi acerca del barítono valenciano Enrique Domínguez Boví, especialista en la parte de don Quijote del Retablo de Falla. Y excelente la que nos trae Miriam Perandones sobre el ideal pedrelliano de la ópera española personificado en la verista María del Carmen de Granados. Nos llega de la mano de Manuel del Sol y Antonio Servén un cumplido estudio del Concierto en sol mayor para piano y orquesta de Emilio Serrano, gran operista y sinfonista. De singular interés nos parece el paralelismo que traza Víctor Sánchez Sánchez entre Chapí -a partir del libro del propio Iberni- y Bretón. De la labor como director en 1881 del primero realiza un puntilloso trabajo el infalible Ramón Sobrino.

Dentro del capítulo referido a la crítica y a la gestión es muy jugoso y esclarecedor el estudio de Celsa Alonso sobre la Sociedad de Autores y el pequeño derecho en el quinquenio 1899-1924. Y siempre, claro está, gusta uno de leer acerca de la vertiente crítica y ensayística de Felipe Pedrell, en lo que aquí nos ayudan Francesc Bonastre y Begoña López. Espigando en el profuso bosque señalamos el artículo de ángel Medina sobre los procelosos y cambiantes años 1981-1986 de la vida de la Orquesta de la RTVE. Las grabaciones de Sarasate de 1904 son analizadas por Pablo L. Rodríguez y el arte del bailarín y coreógrafo Marius Petipa, que visitó España entre 1844 y 1846, por Antonio álvarez-Cañibano.

María Palacios nos cuenta la controvertida significación de Antonia Mercé, La Argentina, en el ballet español de principios del siglo XX. Juan González-Castelao hace referencia detallada del arte directorial de Carl Schuricht y habla de sus relaciones con la Orquesta Nacional. Citemos, por último, el trabajo de Carlos Villanueva, que nos habla de Bal y Gay y de Enrique Macías y aporta la entrevista que éste, el más joven, le hizo al más viejo. María Luz González Peña es la autora del cuidadoso y detallado índice onomástico que da remate a este rico muestrario, del que sólo hemos apuntado unas cuantas ideas y y que habría hecho feliz, insistimos, a Luis Gracia Iberni.