Image: El flamenco, la última mina de La Unión

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Escenarios

El flamenco, la última mina de La Unión

El festival alcanza su cuadragésimo novena edición este miércoles con Vicente Amigo como homenajeado

4 agosto, 2009 02:00

Vicente Amigo recibirá el Castillete de Oro este año.

José María Velázquez-Gaztelu
Las huellas que dejaron hace veinte siglos romanos y cartagineses en las profundas galerías de La Unión, en las que trabajaron más de 40.000 personas afanándose en las explotaciones de los ricos y abundantes yacimientos de plata, no son las mismas que se pueden encontrar ahora, a ochenta metros de profundidad, en Agrupa Vicenta, una mina abierta en 1864 para la obtención de la pirita, y que perfectamente ambientada e iluminada -donde no faltan raíles y vagonetas, galerías interminables, bóvedas de vértigo y hasta un lago de inquietantes aguas rojizas por efecto de la contaminación del mineral- sirve de decorado para el turista o el curioso que visita la localidad murciana. Pero existe otra diferencia significativa: los trabajadores de finales del XIX y principios del XX comenzaron a crear un cante desgarrado en forma de taranta, minera, cartagenera o levantica, que se ha transformado con el tiempo en la seña de identidad de un territorio.

El festival, que conmemora esa música surgida del silencio de las cavernas y del miedo contenido al derrumbamiento, cumple nada menos que su cuadragésimo novena edición. Para su coordinador general, Manuel Navarro, "El flamenco es la única mina que sigue abierta en la zona", ya que las de plomo y cinc se agotaron hace mucho y su época de esplendor se recuerda con nostalgia. En el pasado de la mayoría de los unionenses hay algún familiar que ha sido minero, bien a cielo abierto o en labores extractivas dentro del corazón de la tierra. Esta es la razón por la que el festival es también una especie de reconocimiento a la historia y a ese trabajo de sudor, sacrificio y desasosiego en el que tantas personas dejaron la vida. Y, en efecto, el Festival Internacional del Cante de las Minas, que se celebra del 5 al 15 de agosto en La Unión, Murcia, es uno de los motores económicos de la zona, que atrae a un público fervoroso llegado de cualquier lugar del mundo.

"El premio no fue sólo un trampolín en mi carrera profesional y un paso decisivo como guitarrista, sino el fortalecimiento de mi vocación como compositor e intérprete", afirma el homenajeado y Castillete de Oro de este año, Vicente Amigo, que ya obtuvo en 1988 el influyente Bordón Minero. También lo consiguió, aunque en 1996, Carlos Piñana, que acude al festival con un concierto donde presentará parte de su próximo disco Mi sonanta, realizando un recorrido por distintas formas flamencas con el acompañamiento de violín, voz, bajo y percusión. "Después de trece años, la gente va a poder comprobar mi grado de evolución y la definición de mi estilo", dice Carlos, que se considera un guitarrista distinto a los demás, convencido de que lo más importante, independientemente de la técnica y el grado de virtuosismo, es poseer un sello propio. "Estoy en una etapa de aprendizaje, de empezar cada día, y ahora es el momento de ir fijando mi personalidad artística para consolidar los aspectos profesionales por medio de la experiencia", asegura Argentina, la cantaora onubense que asimismo está a punto de concluir la grabación de su segundo disco, y que va a presentar un concierto de corte clásico -seguiriyas, soleares o fandangos, y donde no van a faltar las mineras, como expresión de gratitud a la tierra anfitriona- , acompañada de dos guitarristas, Eugenio Iglesias y José Quevedo Bolita. Aunque en ediciones anteriores el baile ha tenido una presencia considerable por el número de compañías que han asistido, en esta ocasión hay un solo invitado, Rafael Amargo, que acude con el espectáculo Tiempo muerto.

El hecho de ser el único representante de la danza ya supone para él una considerable responsabilidad, sobre todo si va a hacerlo ante un público erudito, conocedor y "¡’en la catedral’!, que es lo mismo que bailar ante un tribunal, en un sitio donde la gente sabe y es aficionada", exclama Rafael, aunque admitiendo que "se trata de un marco emblemático, que habla por su solera y por su propio peso como escenario, ya legendario, para la representación flamenca".