Image: Poul Ruders orquesta el universo de Lars von Trier

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Escenarios

Poul Ruders orquesta el universo de Lars von Trier

La versión operística de Dancer in the Dark llega a la Ópera Real Danesa de Copenhage este domingo

3 septiembre, 2010 02:00

Cartel de Dancer in the Dark. Foto: Miklos Szabo.

Selma Jankova, la protagonista de Dancer in the Dark (Bailar en la oscuridad), es una de esas mujeres buenas y algo enloquecidas que, en sus películas, Lars von Trier suele someter a tortura. O más bien a sacrificio propiciatorio tipo Cristo, con getsemaníes, pilatos, judas y viacrucis, porque el sufrimiento de estas mujeres es siempre para bien de otros. Trier se recrea en la contemplación escabrosa del sufrimiento, pero sin apenas sangre, porque la crueldad que le llama la atención es la del alma más que la del cuerpo.

Emocionalidad obscena que, el día del estreno, hace ya diez años, hizo moverse en la silla del cine al compositor Poul Ruders (Ringsted, 1949). Aquí hay una ópera y la voy a escribir yo, debió de pensar. "La historia tiene tanta fuerza -cuenta Ruders a El Cultural- que no necesité verla más veces. Así lo hacían los compositores de antaño. Puccini, por ejemplo, asistió a una sola función de Tosca de Victorien Sardou". Tras el éxito de sus dos anteriores óperas, The Handmaid's Tale y El proceso de Kafka, Ruders tenía un tercer encargo de la Ópera Real Danesa, y lo aplicó a este asunto.

Dancer in the Dark es una película "con mucha música", toda ella de la cantante islandesa Björk, que hace de Selma. Para empezar, tiene obertura orquestal, a base de trompas primigenias, y tiene estructura de musical, con siete u ocho números Broadway que interrumpen la narración. Y, sobre todo, la música es esencial a la trama, porque Selma se está quedando ciega y rellena la oscuridad con sonidos: ruido y música alternando en pie de igualdad. ¿Cuánta de esta música sobrevive en la ópera? "¡Nada en absoluto!", contesta Ruders con interesante vehemencia. "No es una ópera sobre la película, sino sobre ‘la historia' que se cuenta en la película". Poul Ruders, vanguardista de la segunda ola, es a los sesenta años el más importante de los compositores daneses vivos. Ha sido de todo, pero él se define como verista: "Como Puccini, Berg o Britten, cuento y canto historias de la vida cotidiana". Y añade: "Cuando escribo ópera pierdo toda vergüenza: me vuelvo impúdico y me pongo en celo, porque lo único que me importa es proporcionar al público una experiencia extraordinaria".

En eso coincide con Kasper Holten (Copenhage, 1973), autor del encargo a Ruders, en su calidad de director artístico de la Ópera Danesa, y responsable de la puesta en escena. Cuando le recordamos que algunos han visto en la película de Von Trier "pornografía emocional", él se apresura a añadir: "¡Ojalá que nuestra producción resulte tan impactante! Uno va a la ópera para experimentar emociones intensas, para ejercitar la musculatura del amor, del odio y del miedo. Para mí, la ópera es un gimnasio emocional".

Como a Ruders , a Holten se le nota el afán de distanciarse de la película. "Es muy fiel a la historia original, pero al mismo tiempo, muy diferente. Nos centramos más en el sacrificio de Selma y menos en sus ensoñaciones con los musicales. La música de Poul es completamente nueva y la soprano Ylva Kihlberg no busca acercarse a la Selma de Björk, sino encontrar su propia Selma".

El compositor se ha embarcado en una ópera pequeña por dimensiones (70 minutos, 34 músicos, 6 cantantes) pero enorme por hondura e intensidad. A semejanza de la película, es una ópera obús que quiere causar un impacto brutal, inmediato y duradero. Vamos, una pieza de artillería en lo emocional. Falta ver si da en el blanco.