El trazo fino de Paavo Järvi aterriza en España al frente de la Tonhalle de Zúrich
- La orquesta suiza, con el director estonio en el podio, se adentra en España para realizar una gira que la llevará por Alicante, Barcelona, Madrid y Zaragoza.
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Ibermúsica, recién inaugurada su temporada, tras el jugoso plato de la Filarmónica de Viena con Gatti, nos obsequia con otro manjar, quizá menos exquisito, pero también de indudable interés: dos conciertos de la Orquesta Tonhalle de Zúrich bajo el mando de Paavo Järvi (Taillin, Estonia, 1962), un director que siguió la estela de su padre, Neeme (1937) y que se ha desenvuelto con rigor ante las mejores orquestas del mundo. Recordamos una de sus últimas visitas, en 2012, al frente de la Orquesta de la Radio de Fráncfort con una Octava de Bruckner sobre los atriles.
Es músico de criterios refinados, siempre ordenado y firme. Dirige con elegancia gestual, con movimientos bien armonizados y un dibujo impecable de las líneas del discurso. Es esbelto, con cara de pájaro inteligente, ojos penetrantes y agudos.
Mantiene los brazos bien abiertos en todas las direcciones y traza la música con naturalidad y mímica muy sugerente, que anticipa con tiempo para que el instrumentista vaya avisado. Tiene sentido de las proporciones y es capaz de edificar con sabiduría las construcciones más consistentes. Su batuta es de trazo fino y marca sin imponer, de tal manera que el discurso parece surgir de él de forma inmanente.
Otra cosa es su lado expresivo. A veces nos parece un tanto alicorto, en lo que sigue la estela de su progenitor. Pero no hay duda de que sabrá aprovechar las excelentes virtudes del conjunto suizo fundado en el lejano 1868.
Su primer director importante fue Volkmar Andreae, un magnífico maestro que estuvo en el podio de 1906 a 1949. El conjunto tomó nuevo vuelo con David Zinman al frente. Claus Peter Flor trabajó como principal director invitado de 1991 a 1995. En los últimos años han pasado por este podio maestros como Esa-Pekka Salonen y Lionel Bringuier.
Con los brazos abiertos en todas las direcciones, Järvi traza la música con naturalidad y mímica muy sugerente
Järvi y sus músicos ofrecen dos sustanciosos programas los días 29 y 30 de octubre. En el primero se escucharán la obertura de Don Giovanni de Mozart, el Concierto para violín número 2 de Prokófiev y la poco frecuente Sinfonía nº 6 de Shostakóvich, obra no muy extensa, concentrada, vigorosa, en tres movimientos, un Largo y dos Scherzos. La crítica la bautizó como una “Sinfonía sin cabeza”. El Presto final en particular es muy curioso y desemboca en una suerte de bacanal de elemental recorrido, verdaderamente excitante y necesitado de una batuta eléctrica.
El concierto del 30 está ocupado por una sola obra, la Sinfonía nº 7 de Mahler, Canto de la noche, que alberga en sus complejas estructuras un fondo liederístico, pese a que, como las dos obras anteriores de la colección, no incorpore la voz humana, que reaparecerá en la Octava. Los autores no se han puesto de acuerdo respecto a la auténtica naturaleza de la composición, que es para Silbermann, una “conjunción de opuestos”, una coincidentia oopositorum, buscada conscientemente por el creador.
Orquesta y director recalarán también el 27 en Alicante (Mahler), el 28 en el ciclo BCN Clàssics (Prokófiev y Mahler) y el 31 en Zaragoza (Mozart, Prokófiev y Shostakóvich).