Escenarios

Anhelli, viaje al interior de la conciencia

25 octubre, 2011 02:00

El Teatro Zar llega a la Abadía este jueves. La compañía es una de las más prestigiosas de Polonia, adscrita al Instituto Grotowski (nombre tomado del director y revolucionario de la escena polaca Jerzy Grotowski). Anhelli es el espectáculo con el que visitan nuestro país. La obra se sustenta en una serie de cantos, la mayor parte de carácter fúnebre, pertenecientes a geografías tan dispares como el Cáucaso, Cerdeña, Grecia, Rusia y Córcega... Letanías repetitivas, cantadas a coro y en solitario, que conducen al espectador a estados meditativos.

Esas salmodias han sido registradas por Jaroslaw Fret, el director del grupo, que siguió durante dos años los pasos Juliusz Slowacki, poeta romántico que viajó a mitad del siglo XIX a Tierra Santa. Del poema que este autor escribió en su estancia en Palestina surge la trama: Anhelli, el elegido, conduce a los exiliados polacos en Siberia de vuelta a su patria. Hay claras resonancias bíblicas en esta historia. Pero para Fret el apartado narrativo es "lo menos importante". Como ocurre en El árbol de la vida, la última de Terrence Malick, que también aspira a ser una experiencia visual y sonora. "Lo fundamental es que cada persona que venga a verlo escarbe en su alma a través de la música. Lo que proponemos es un viaje individual al interior del espíritu", afirma.

Eso es lo que hicieron -a pesar de alguna que otra complicación burocrática de última hora- en Belchite este fin de semana, escala previa antes de asentarse en Madrid por unos días (hasta el domingo). Allí representaron Anhelli en el Convento de San Agustín, con sus cúpulas horadadas por las bombas de la guerra civil. Un espacio cargado de historia y de violencia, por el que Fret sentía una especie de obsesión. Quería llevar su obra a este pueblo de Zaragoza, documento único del absurdo de la guerra, con sus casas y sus templos arrasados. "Desde el primer momento reconozco en las ruinas de la ciudad vieja el acorde del pasado detenido en el presente. Un gran acorde de piedra. Nuestro espectáculo es, en su esencia, una tentativa de incorporar los sonidos que portamos y somos al acorde del silencio de Belchite".

Fret dice que Dios inventó el teatro para aquellas personas para las que las iglesias no son suficiente. Suficiente, entendemos, para enmarcar su sentimiento religioso. El teatro para él no son edificios levantados ex profeso para escenificar dramaturgias. En su trayectoria puede rastrearse la tendencia de un vagabundo, alguien que huye de los caminos establecidos y los espacios institucionales. El teatro es algo mucho más grande, más etéreo, más trascendente, una energía que viaja en el tiempo: "Entrando Belchite tenemos la certeza de que el teatro, como una columna de sonidos, sostendrá la bóveda del silencio deteniendo el tiempo".