Image: El Teatro Real libera a Puccini

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Escenarios

El Teatro Real libera a Puccini

2 noviembre, 2012 01:00

Un momento de Il prigioniero de Dallapiccola. Foto: D. T. / Ópera de Paris.

Gerard Mortier se sacude su fama de antipucciniano con un montaje de Lluís Pasqual que conecta la ópera Il prigioniero del dodecafónico Luigi Dallapiccola con la Suor Angelica "de un Puccini que sonará a Debussy" en manos de Ingo Metzmacher y de la soprano Deborah Polaski.

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  • Medio siglo separa las biografías de los italianos Giacomo Puccini (1858-1924) y Luigi Dallapiccola (1904-1975), autores del doble programa (Suor Angelica e Il prigioniero, respectivamente) que estrena el Teatro Real esta tarde en Madrid. "Hemos querido tender un puente entre el melodismo napolitano y el dodecafonismo de vanguardia que nos ayude a entender mejor la convulsa historia musical del siglo XX", cuenta Gerard Mortier, que no duda en utilizar a Schönberg, artífice de la revolución atonal de comienzos del siglo XX, como medium entre ambos compositores: "Meses antes de morir, en 1924, Puccini acudió al estreno en el Palazzo Pitti de Florencia de Pierrot lunaire de Schönberg, con quien intercambió todo tipo de elogios. Al concierto asistió también un joven Dallapiccola. Sabemos que aquella experiencia le produjo un gran impacto y que marcó para siempre su carrera".

    Mientras Suor Angelica, segunda ópera del famoso Trittico pucciniano, cuenta la historia de una madre enclaustrada por su familia tras dar a luz a un hijo fruto de una relación ilegítima, Il prigioniero describe la atmósfera de represión de una lóbrega celda de la Inquisición de Zaragoza en la segunda mitad del siglo XVI. Lluís Pasqual, que ya ha dirigido en el Real Don Giovanni de Mozart (2005) y Tristán e Isolda de Wagner (2008), ha querido dar unidad dramática a las dos óperas por medio de una enorme jaula infernal en forma de torre, concebida como una máquina de tortura de la que nadie logra salir. "Ni siquiera cuando al preso le abren la puerta para que escape, pues teme que se le aplique la ley de fugas y, cuando huya, se le abalancen por la espalda", asevera el director de escena.

    Algunos elementos del montaje recuerdan a los fractales infinitos de los dibujos de Escher. También la metamorfosis escénica que hace posible la transición de un acto a otro con la única inclusión de un tapiz de flores secas en el que Suor Angelica llora la agonía de un hijo que dicen fallecido. "El torniquete de tortura de la primera parte se convierte, en la segunda, en el torno del convento donde las mojas preparan sus pastas y galletas. También allí iban a parar algunos expósitos en la Italia del siglo XVII...". Y así, en una especie de analogía del dolor, la desolación de la madre del prisionero conecta con la agonía de Suor Angelica. "Son dos maneras de explicar el mecanismo represivo que alimenta las esperanzas de quien está recluido, una perversión que engarza con el dogmatismo moral al que estamos expuestos pero también, y de manera más explícita, con las historias que nos llegaron de Abu Ghraib y Guantánamo".

    La producción de Il prigioniero se presentó hace cinco años en la Ópera de París en otro díptico junto a la Oda a Napoleón de Schönberg. "Suor Angelica es un estreno absoluto que obedece a la misma economía de materiales de la primera parte", continúa Pasqual, que en 1982 ya estrenó una versión completa de Il trittico en el madrileño Teatro de la Zarzuela. "Entonces estaba equivocado. Pensaba que Suor Angelica era el precio a pagar por Gianni Schicchi, la preferida del público por la famosa aria O mio babbino caro. Con el tiempo he sido capaz, como Mortier, de reconocer a Debussy en una partitura aérea, impalpable y frágil, pero llena de verdad". En cuanto a la música de Dallapiccola, asegura que "sí es dodecafónica pero que, como decía Luciano Berio, a los italianos siempre se les termina escapando Nápoles por algún lado. Por eso los musicólogos consideran a Dallapiccola el puccini de los dodecafónicos".

    El alemán Ingo Metzmacher, colaborador de Mortier desde hace 25 años y asiduo al podio de las Filarmónicas de Viena y Berlín, se encargará de dirigir hasta el 15 de noviembre las once funciones, que plantean un contraste de lenguajes armónicos muy distintos. "Y sin embargo, ambas partituras comparten un mismo espíritu", comenta el maestro. "Me refiero a la manera transparente y clara que ambos tienen de escribir pero, sobre todo, a su vinculación con la tradición dramática italiana, que hace posible que cada nota guarde una relación directa con la historia. Por ejemplo, cuando al prisionero le abren la puerta, Dallapiccola recurre a la técnica compositiva del ricercare, que es precursora de la fuga...". Para Metzmacher, que viene de triunfar en el Festival de Salzburgo con Die Soldaten de Zimmermann, lo más difícil de estas óperas son los pianissimos y el control de las dinámicas de la orquesta. "Todo un reto para la Sinfónica de Madrid, que ha trabajado mucho y bien".

    En alguna ocasión Mortier, que no acostumbra a disimular sus fobias, ha descrito a Puccini como un serial killer (asesino en serie) de las voces. "Más allá de afinidades personales, lo cierto es que ha sido mal interpretado por grandes directores e intérpretes a lo largo de todo el siglo XX". Coincide con Metzmacher en que el problema está en el tratamiento de la tesitura media de las voces. "Muchos cantantes se niegan a trabajar a Puccini. Se creen que basta con saberse todas sus óperas de memoria. Llegan al teatro con una semana para ensayar y luego se dedican a dar gritos...".

    No es el caso de la veterana soprano dramática norteamericana Deborah Polaski, que dará vida a la madre, en la ópera de Dallapiccola, y a la pérfida princesa, en la partitura de Puccini. Junto a ella estarán el tenor Donald Kaasch en el papel del carcelero y en del inquisidor durante todas las funciones. Para el resto de roles, la producción contará con dos selectos repartos: los barítonos Vito Priante y Georg Nigl se alternarán en el papel titular de Il prigioniero, mientras las sopranos Veronika Dzhioeva y Julianna Di Giacomo compartirán el rol de Suor Angelica. Les acompañarán, además del Coro Intermezzo, el de Pequeños Cantores de la JORCAM. "A pesar de lo que dicen mis más detractores críticos -alega Mortier- he hecho mucho Puccini, y lo seguiré haciendo. Pero no a cualquier precio".