Image: Falacias del libro teatral

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Escenarios

Falacias del libro teatral

7 diciembre, 2012 01:00

El Salón Internacional del Libro Teatral, que se celebrará en Sevilla los próximos 12 y 13 dentro de Mercartes, estudiará el momento que atraviesa la edición de teatro: frente a los 927 títulos publicados en 2011 están los 577 de este año. Ortiz de Gondra, que acaba de publicar 'Duda razonable' en la editorial Ñaque, nos ofrece su particular mirada de autor.

(Año 1995. Academia de oposiciones bastante destartalada. Tres alumnos se pasan con incredulidad un periódico, mientras en la pizarra, la profesora explica en francés el 'recours de pleine jurisdiction').

ALUMNO 1.- ¡Trescientas mil pesetas de premio le han dado, al tío! Ese no vuelve ni de coña...
ALUMNA 2.- No puede ser, hombre.
ALUMNO 1.- ¿Qué no puede ser?
ALUMNA 2.- Que no se parece ni en el blanco del ojo.
ALUMNO 3.- Será que la foto está retocada, ya se sabe cómo son esos de la farándula.
ALUMNA 2.- ¿Pero todavía hay escritores para el teatro? Yo pensaba que solo se hacían obras de muertos, como la de las andaluzas ésas que van todas de negro y luego cantan una canción de Manzanita: (canturreando) "verde que te quiero verde".
ALUMNO 3.- ¿Pone ahí cuándo firma en El Corte Inglés?

(Perdida la paciencia, la profesora lanza furiosamente el borrador, que aterriza de lleno sobre la cabeza del Alumno 1).

Si usted ha llegado a estas líneas, amigo lector de suplementos culturales, habremos cumplido el primer objetivo (pedagógico) del presente artículo: usted se habrá demostrado a sí mismo que es capaz de leer una obra de teatro (mínimo) sin necesidad de conocimientos especiales. Sin saber qué es una didascalia, se habrá imaginado esa academia costrosa y el vuelo del borrador; sin haber leído el dramatis personae, habrá puesto rostro a los alumnos mastuerzos y la profesora excedida; sin conocer nada sobre dosificación de la información, habrá comprendido al terminar la escena que un compañero de esos opositores ha recibido un premio por haber escrito una obra de teatro; y sin saber que la anécdota está "basada en hechos reales" (vividos por el dramaturgo; o sea, un servidor), habrá reconocido la época y el ambiente. Es decir, acaba de desmontar empíricamente usted solito la primera falacia como la copa de un pino que rodea al libro de teatro: que leer teatro "es difícil".

Vamos ahora con el segundo objetivo (crematístico; o sea, vender libros). Supongamos que usted descubre en los suplementos culturales que lee fervorosamente que una película francesa de éxito en cartelera está basada en la obra teatral de un autor español (vivo) y picado por la curiosidad, decide comprar el libro. Frustrado por la cara de asombro que pone la señorita de la librería ante su petición, usted termina navegando por internet y descubriendo: a) que la película no se llama como la obra; b) que si tiene la suerte (?) de vivir en Madrid o Barcelona, hay librerías especializadas en teatro (Yorick, La Celestina, Millà...) donde unos libreros de verdad le habrían encontrado el libro en un santiamén; c) que puede también comprarlo cómodamente por internet en la página web de la propia editorial y, ya que estamos, ojear el catálogo; d) que ha tenido suerte, porque si la obra hubiera ganado un premio de teatro y la hubiera editado el Ayuntamiento correspondiente, el libro sería ilocalizable. Su tenacidad acaba de encontrarse con la pasión de los sellos pequeños, que son quienes verdaderamente publican teatro pensando en el lector, con un canal para comunicarse directamente con él y una distribución adecuada.

Ahora que ha descubierto usted que el teatro también se publica, sólo me queda el tercer objetivo (divulgativo): averigüe usted cuántos dramaturgos hay en la Real Academia, cuántos han obtenido el Premio Nacional de las Letras y cuántos salen en la campaña de animación a la lectura del Ministerio de Cultura. Una pista fácil, ya que usted debe de ser de Letras: en los tres casos, el número es superior a cero... e inferior a dos. Por qué motivo los dramaturgos somos escritores de segunda, no lo entendemos; si usted tiene una idea, escríbale al Ministro (con copia a mí, a ser posible).

Créame: la próxima vez que en un teatro la obra le guste, pregunte cómo conseguir el libro. Después, compare lo que lee con lo que ha visto y decida si su puesta en escena mental mejora el espectáculo. Descubrirá el secreto mejor guardado de la dramaturgia (viva o muerta): que un texto permite cientos de escenificaciones diferentes y la mejor siempre será la suya.