La edad de oro de la improvisación teatral
Gracias al boca a boca, el género se ha consolidado en las carteleras de las grandes ciudades en los últimos años
3 enero, 2013 01:00Carles Castillo y Carles Montoliu improvisando en Imprebís.
El formato más extendido hoy día fue inventado por Johnstone y Robert Gravel en Canadá durante los años 70. El hockey sobre hielo, deporte rey de aquel país, llenaba estadios, pero el teatro estaba a años luz de ese poder de convocatoria. Tomando como modelo la estructura de un partido de hockey, inventaron el match de impro: dos equipos de seis improvisadores, un árbitro y dos asistentes. La competición fue el ingrediente novedoso que hizo saltar la chispa de la emoción y el riesgo. Más tarde surgió el catch, una versión reducida del match que enfrentaba a dos parejas de actores a la manera de la lucha libre. Cada asalto tiene sus propias reglas, que complican la labor del improvisador, y al final de cada uno el público decide qué equipo se apunta el tanto.
Aquellos espectáculos saltaron de Canadá a Francia, y allí algunos españoles quedaron impresionados por su fuerza y dinamismo. Uno de ellos fue Santiago Sánchez, uno de los primeros importadores del género. A las órdenes de Albert Boadella, Sánchez había trabajado la improvisación como herramienta, pero fue en París a finales de los 80 cuando entró en contacto con los espectáculos de impro, gracias a la escuela de Jacques Lecoq. A su vuelta fundó en Valencia, con la colaboración del francés Michel López, la compañía L'Om-Imprebís, que tiene ya 30 años a sus espaldas. Hoy están centrados en su gira con El tío Vania y en marzo presentarán en Madrid Transición, una coproducción con el Centro Dramático Nacional, pero recuperan de vez en cuando el espectáculo Imprebís, que fue el primero de su especie que conquistó al público de nuestro país y ha visitado otros veinte. No es un match, aquí no hay competición: "Imprebís lo crean en cada función dos actores -Carles Castillo y Carles Montoliu-, un director, un músico y un iluminador. El público influye con sus sugerencias en el contenido, pero no vota", explica.
Aquella forma de teatro desconocida entonces por estos lares cuajó de inmediato cuando se estrenó en Alicante en 1994: "Al principio obtuvimos algunas críticas negativas, pero desde el primer fin de semana el público respondió muy bien, y gracias al boca a boca, el teatro empezó a llenarse rápidamente", recuerda Sánchez. Hoy el espectáculo acumula un millón de espectadores.
El actor y director derrocha pasión al hablar del género, y uno de sus temores es que el formato deportivo trivialice la improvisación: "Los matches están cargados de energía y son muy divertidos, pero a mí lo que siempre me ha interesado de la impro es su condición de escritura viva del teatro, no sólo el juego banal y el chiste fácil. El improvisador no puede dejar atrás su mochila de lecturas y su visión del mundo", afirma. Todo ello para crear "un teatro del aquí y del ahora", pues improvisar es "vivir sincera e intensamente el momento presente". Eso es lo que diferencia, según su opinión, a un auténtico improvisador de un repentista.
En Madrid todo comenzó de la mano de Pablo Pundik en el Teatro Asura, situado hoy en Cuatro Caminos. Llevan 30 años como escuela de teatro y 20 enseñando a improvisar y organizando campeonatos como la Liga de Improvisación Madrileña, que participó en varias competiciones internacionales. Allí se forjó una legión de improvisadores que hoy crecen y se multiplican en la escena madrileña. Impromadrid y Jamming son dos de las compañías más fuertes que nacieron de aquellas raíces y hoy sus caminos siguen entrelazados, pues todos colaboran con todos haciendo suplencias o completando el elenco de la compañía amiga cuando algún espectáculo lo requiere.
El núcleo de Impromadrid lo componen Ignacio López, Jorge Rueda e Ignacio Soriano. En el momento de escribir estas líneas, los dos primeros se hallaban en México, ocupados en ganar por segundo año consecutivo la Improlucha, un campeonato internacional muy conocido en aquel país. Lo hicieron de nuevo caracterizados como yuppies de dudosa conducta bajo el nombre "Lo peor de la oficina", que durante la temporada disputa sus desternillantes combates en el Teatro Fígaro, en una sesión golfa del catch que es el preludio perfecto a una noche de sábado.
La compañía ganó en 2002 el Premio Jóvenes Creadores del Ayuntamiento de Madrid con el espectáculo Chup Suey y recientemente llevó a los Teatros del Canal el espectáculo Corten, con la participación del músico Nacho Mastretta y el grafitero Suso33. Actualmente tienen en cartel el espectáculo infantil Teatruras en el Nuevo Teatro Alcalá y en mayo organizarán la quinta edición del Festival Internacional de Improvisación Teatral de Madrid (FESTIM).
En otro punto del centro de la ciudad, concretamente en el Teatro Arlequín de Gran Vía, Jamming ofrece por tercera temporada consecutiva -los cinco anteriores estuvo en la sala TIS de Lavapiés- su espectáculo homónimo, no competitivo: "No nos interesa la lucha de dos mentes ágiles contando cosas, sino una improvisación con una buena base interpretativa, con emoción", explica Joaquín Tejada. Y tras un breve parón navideño, en febrero volverán con su sesión golfa, en la que introducen rock en directo, la participación del público sobre el escenario y artistas invitados entre los que ya se cuentan Fernando Tejero, Emma Ozores, Fele Martínez o El Sevilla. Según los cálculos de la compañía, en sus ocho años de andadura unas 350.000 personas han visto sus espectáculos.
En Barcelona, la compañía de improvisación más importante es Planeta Impro, que empezó en 2004 con el espectáculo Zzapping y ahora tienen en cartel otros tres, todos ellos en el Teatro Neu: Impro Show, Impro Fighters e Impro Horror Show, una versión temática que nació una noche de Halloween y se convirtió en una cita fija de cada sábado, afirma el actor José Luis Adserías.
Las claves de la impro
Una regla de oro de la impro, aseguran todos, es el principio de aceptación: no decir nunca que no a una situación planteada por el compañero. "Lo que sí puedes hacer es modularla, adaptarla, pero nunca llevar la contraria", asegura Soriano.En segundo lugar, todo improvisador que se precie debe tener, por supuesto, una gran agilidad mental. Este es uno de los objetivos de los entrenamientos: "Hacemos muchos ejercicios basados en la palabra, con los que fortalecemos nuestra capacidad para asociar ideas huyendo de los tópicos", explica el actor.
Si bien la competición es un factor presente en muchos espectáculos de impro, todos los improvisadores coinciden en que lo más importante es la escucha, el trabajo en equipo. Pero a menudo se produce lo que Joaquín Tejada, de la compañía Jamming, llama "lucha de egos": "Cuando en un escenario se ve a varios actores que compiten por ser el más gracioso, se restan unos a otros en vez de sumar y el resultado es horroroso", asegura. Por eso, el actor considera fundamental el entrenamiento para reconducir ese ego, que a menudo se manifiesta en exceso de forma inconsciente, hacia algo productivo.
Aceptación, asociación original y trabajo en equipo. Los tres valores fundamentales de la improvisación son perfectamente aplicables a cualquier grupo humano, por eso casi todas las compañías imparten también talleres que van dirigidos a actores y aficionados, pero también a empresas, algo que se ha convertido en un sostén fundamental para la economía de las compañías.
Para Santiago Sánchez, lo primero que se enseña hoy en las escuelas de interpretación es la individualidad, la autonomía y la competitividad. "Se prepara a los actores para vencer rivales en los castings, para devorar al otro. En la improvisación dependes del compañero, hay que pasar del 'yo' al 'nosotros' para luego incluir al público en un 'todos'".