Image: Los tres 'sayonaras' del Cuarteto Tokio en España

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Los tres 'sayonaras' del Cuarteto Tokio en España

1 marzo, 2013 01:00

El Cuarteto Tokyo. Foto: Pete Checchia.

La mítica formación japonesa, que ha anunciado su disolución después de 44 años en activo, se despide del público español con un concierto en el Teatro de la Maestranza de Sevilla y otros dos en el Auditorio Nacional de Madrid. Le acompañará, por primera y última vez, el pianista Javier Perianes en un programa que abarca de Bach a Webern.

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  • El Cuarteto Tokio se despide de España con tres conciertos dentro de una gira mundial que viene de París, pasará por Sídney y concluirá en la tranquilidad de un pueblo al norte de Connecticut, donde el 6 de julio ofrecerá su último Bartók en el Festival de Música de Cámara de Norfolk. Así lo han querido Martin Beaver y Kikuei Ikeda (violines), Kazuhide Isomura (viola) y Clive Greensmith (chelo), integrantes de una formación mítica que, durante 44 años, ha perseverado en una insólita conjugación de rigor musicológico y renovación estilística.

    El Tokio nació en las aulas de la Juilliard School of Music de Nueva York el año en que el hombre pisó la Luna y anunciaba su disolución en 2011 compartiendo titulares con la retirada del ciclismo de otro Armstrong. Lo hacían con un emotivo comunicado en el que los sexagenarios Isomura (miembro fundador) e Ikeda (incorporado en 1974) pasaban el testigo al canadiense Beaver y al británico Greensmith, que en un primer momento se plantearon la posibilidad de dar más cuerda al proyecto. Llegaron incluso a organizar audiciones para encontrar sustitutos capaces de garantizar el relevo generacional y, al mismo tiempo, justificar el nombre de la agrupación. "Nos dimos cuenta de que había demasiadas preguntas en el aire", concede Beaver a El Cultural, "y llegamos a la conclusión de que no había mejor final que la disolución en un momento de esplendor como éste". Sobre la mesa, la posibilidad de fundar un nuevo cuarteto, o quizá un trío con piano. "El tiempo lo dirá".

    Beaver llegó a la formación hace once años. Su ejecución de La muerte y la doncella de Schubert le valió la plaza vacante del primer violín. La amistad vino después. "Se suele decir que el cuarteto es como una familia, pero a mí se me parece más a un matrimonio que pasa sus altos y sus bajos pero que siempre permanece unido". No en vano Beaver y Greensmith están casados con japonesas. Lo que explica su sintonía con Isomura e Ikeda y su implicación en los conciertos benéficos que ofrecieron tras el fatídico terremoto que arrasó la isla hace dos años. "Por suerte no hubo víctimas en nuestro entorno cercano, pero quisimos compartir el dolor por tanta pérdida".

    Sonrisas y sudores

    La disolución del cuarteto deja tras de sí un importante legado discográfico de más de treinta grabaciones e infinidad de recuerdos a su paso por las grandes salas de concierto de todo el mundo. Casi todos buenos, como aquella cavatina del Opus 130 de Beethoven que en 1993 dejó de una pieza al público de La Scala o ese encuentro mágico con la delicada Alicia de Larrocha a propósito de Schumann. También hubo actuaciones menos memorables. Ikeda no podrá olvidar el "recital de la vergüenza" que protagonizó en el Mostly Mozart Festival de Nueva York. "Me olvidé los pantalones en el hotel y tuve que tocar con unos prestados cinco tallas más pequeños. Creo que nadie llegó a percatarse de mis pintas pero yo sudé como no lo he hecho en mi vida".

    Al igual que Isomura, vinculado desde los orígenes de su carrera a la Escuela de Música de Yale, Ikeda se dedicará a impartir clases allí. "Y a disfrutar de mi nieta de cinco años, y a leer, y a pasear...". A sus 65 años, no descarta ofrecer algún que otro concierto, "en ocasiones especiales y sin la presión de los gestores y las casas discográficas". Recurrirá a la madera de su Lorenzo Storioni de 1793 porque los Stradivarius de Paganini que vienen usando desde 1995 serán devueltos en julio a la Fundación Nipona de Música. "Una verdadera lástima", continúa Beaver, que a partir de entonces dirigirá con Greensmith el programa de cámara del exclusivo Colburn School de Los Ángeles. "A veces volver a empezar es la mejor forma de seguir siendo uno mismo".

    Haydn, Beethoven, Schubert y Bartók son las cuatro patas del repertorio del Cuarteto Tokio, sobre cuyo tablero descansan Brahms, Ravel, Debussy y todo un catálogo de partituras contemporáneas. Hasta el punto de haber estrenado, en una misma temporada, obras de Lera Auerbach, Jennifer Higdon y Peter Sculthorpe. Se jactan de haber tocado cuanto han querido, aunque Beaver no disimula la que considera su particular cuenta pendiente: la dodecafónica Suite lírica de Berg, que interpretó recientemente el Cuarteto Arcanto en el Liceo de Cámara.

    El Tokio conoce bien el ciclo que organiza Luis Gago y cuya programación, después de sobrevivir a varios opus ultimum presupuestarios, vuelve a estar en la cuerda floja. "La temporada que viene está cerrada desde hace tiempo -asevera su director artístico-, pero los patrocinadores no contestan, y me temo lo peor...". Fue deseo expreso de Gago que Javier Perianes participara en los últimos conciertos del Tokio (con el que no ha tocado nunca) en el Teatro de la Maestranza de Sevilla (este lunes) y en el madrileño Auditorio Nacional (el martes). "Se antojaba oportuno que, en esta temporada que lleva por título Contrastes, la despedida albergara también la idea de una bienvenida". No es Perianes, Premio Nacional de Música, una novedad precisamente, pero sus intervenciones acompañando a los cuartetos Borodin, Casals, Brentano y Quiroga justifican la pertinencia de su Schumann (Quinteto para piano en mi bemol mayor) y de su Brahms (fa menor) en un premeditado contrapunto: "El de dos obras que, a pesar de la amistad y admiración que se profesaron estos dos compositores, siguen compitiendo por la hegemonía romántica del repertorio camerístico", explica el pianista onubense.

    El Tokio interpretará, además, el Quinteto en do mayor de Schubert (con el violonchelista Gary Hoffman, el miércoles), preludios y fugas (BWV 867 y 876) de Bach, el Cuarteto n° 11 de Beethoven (especialidad de la casa), el ‘Hoffmeister' de Mozart y el místico Cuarteto ‘1905' de Webern. Serán tres conciertos para la historia y un sayonara que nadie olvidará.

    Genoma de los sonidos de Tokio

    Hasta seis veces ha mutado el Cuarteto Tokio, que en manos de diez intérpretes (Koichiro y Sadao Harada, Andrew Dawes...) ha tratado siempre de preservar sus orígenes nipones. Especialmente dorada fue la década de los ochenta, con Peter Oundjian, quien colgaría definitivamente el arco para dirigir desde el podio la Sinfónica de Toronto. Algo menos glorioso resultó el periodo protagonizado por el virtuoso Mikhail Kopelman, que no transmitió precisamente buenas vibraciones al grupo. Le ficharon en 1996 después de veinte años de servicio al no menos mítico Cuarteto Borodin, con cuyo chelista Valentin Berlinsky comparte récord de permanencia en una formación camerística Kazuhide Isomura: 62 años uno y 43 el otro. Sólo una mujer, la fundadora Yoshiko Nakura, ha pasado por los atriles del Cuarteto Tokio, que, a pesar de su asentamiento permanente en Estados Unidos, nunca ha contado con un músico local entre sus filas.