Transición, memoria y desmemoria
Un momento de Transición. Foto: David Ruano.
Adolfo Suárez como epicentro de una época trascendental. Una época como epicentro de una democracia. Llegan las luces y las sombras de los comienzos de nuestra reciente historia con Transición, que hoy se estrena en el Teatro María Guerrero dirigida por Carlos Martín y Santiago Sánchez con texto de Julio Salvatierra y Alfonso Plou. Fantasmas, cambios de personajes y de ambiente, realidades y ficciones, componen un montaje cargado de humor, sátira y reflexión.
En Transición, que llega hoy al CDN, los autores Alfonso Plou, Premio Marqués de Bradomín y Lázaro Carreter, y Julio Salvatierra, cuya última aventura de éxito ha sido Romeo (versión montesca de Romeo y Julieta), resaltan la condición excelsa de jugador de mus que tenía Adolfo Suárez. No es un hecho frívolo o baladí. Ser jugador de mus imprime carácter, es una estrategia y una filosofía de la vida. De ahí la ventaja de Suárez sobre los demás líderes del franquismo residual y, acaso, el fundamento de la célebre frase de Alfonso Guerra: "Suárez es un tahúr del Misisipi". En Transición hay una escena clave entre el expresidente y Carrillo. Dice éste: "No habrá auténtico cambio sin la aceptación del PCE en el juego". Y luego, ante las condiciones irrevocables de Suárez, Carrillo se sentencia a sí mismo: "Me van a crucificar". Y Suárez confirma: "Usted crucificado y yo fusilado, buen final del franquismo".
Transición es una ficción situada en un hospital: un paciente llamado Adolfo es ingresado en una clínica y rememora, o inventa, su vida, su participación en la historia de España después de la dictadura. Recrea los principales episodios de la Transición y su repercusión en la política actual. Lo cierto es que, desde las terribles sombras del abismo de su desmemoria, el recuerdo del Adolfo Suárez real, ajeno ya a los cuidados y pesadumbres de este mundo, se agiganta.
Santiago Sánchez y Carlos Martín -expertos en la superposición de tiempos, en el manejo de espacios y en el juego entre realidad y ficción- más su gente de L'Om Imprebís, Teatro Meridional y Teatro del Temple llegan a Madrid con un texto que se desarrolla entre platós de televisión y un geriátrico. Memoria y desmemoria. Humor, sátira y reflexión. Treinta años hace del tejerazo y aún resuenan en el Congreso las voces de mando de Gutiérrez Mellado y Suárez tratando de poner firmes al civilón golpista. Pero aún resuena con más fuerza el argumento por el que Suárez había renunciado a la presidencia: "No quiero que la democracia sea otro paréntesis más en la historia de España": más claro, agua.
En Transición asistimos a la presencia de fantasmas, cambios de personajes y de ambiente, realidades y sombras. La Santa Transición (Umbral dixit) es también sombra en la descoyuntada, pobre, perpleja y misérrima España de hoy. Transición es un mundo complejísimo entre los desvaríos de la mente y los fragmentos de realidad que se cuelan entre esos desvaríos: relámpagos en la tormenta. Resulta asombroso que la inteligencia que más tiene que recordar de la reciente historia de España, Adolfo Suárez, se haya quedado en blanco. Peor aún: enmarañada en un laberinto sin salida.