Mihura engancha a Gerardo Vera
Markos Marín, Sonsoles Benedicto, Alicia Hermida y Lucía Quintana. Foto: Asís Ayerbe
Gerardo Vera regresa al teatro. Después de un año dedicado principalmente a la ópera, el que fuera director del Centro Dramático Nacional entre 2004 y 2012 vuelve a la escena madrileña con una obra que ha sorprendido a muchos: Maribel y la extraña familia, de Mihura, que estrenará el próximo 17 de julio en el Teatro Infanta Isabel de Madrid. Este título es el primero de la nueva etapa de Vera y también de su productora, creada para la ocasión. Con ella quiere estrenar tres títulos al año, de los cuales dos los dirigirá él. Tendrá una factura más comercial aunque su próxima producción será una obra del irlandés Martin McDonagh, El cojo de Innishmaan, con Irene Escolar. Mientras consolida este proyecto estrenará en septiembre como director -al margen de su productora- la última obra de Jordi Galcerán, El crédito.
Maribel y la extraña familia supone la entrada de Vera en el mundo del comediógrafo madrileño. A pesar de que fue el responsable de que el CDN lo homenajeara durante su etapa como director con Las visitas deberían estar prohibidas por el Código Penal, que recogía muchos textos del autor madrileño, sobre todo los no teatrales, Vera reconoce que “nunca había tenido mucho interés por Mihura”, aunque sí por esta obra.
“Siempre tuve este título en la cabeza. Todo el mundo dice que soy muy serio, pero la verdad es que tengo mucha guasa y mucha retranca, como Mihura y sus textos”, corrige el director, que reconoce no ser un experto en la obra del autor madrileño ni haberle dedicado mucho tiempo. Hasta ahora.
“Maribel me ha permitido descubrir a Mihura”, explica Vera. De ese encuentro ha salido con la certeza de que el autor fue “un vanguardista a su pesar”, casi sin darse cuenta de las cosas que le pasaban, como le ocurre muchas veces a los personajes de sus obras.
“Mihura lleva al lenguaje teatral las técnicas que usaba, desde diez años antes, en las revistas de humor como La metralleta o, en su primera época, La codorniz, y en la prosas periodística, unos rasgos creadores que no había utilizado nadie hasta entonces”. Con estas bazas consigue “una comicidad directa, ácida, tierna y totalmente cotidiana que muestra como nadie lo había hecho la tristeza y las miserias de una sociedad conservadora y pequeñoburguesa, que era la que iba a ver su teatro sin saber que hablaba de ellos”, explica Vera. Pero para conseguir todo esto requería de algo más, necesitaba construir “unos personajes de gran cariño envueltos en unas situaciones sorprendentes y, claro, unos diálogos transgresores que, con la perspectiva que da el tiempo, resultan del todo revolucionarios”.
Y añade: “Hemos querido quitar toda la caspa que Mihura, sin merecerlo, arrastra. De ese tufo a teatro de mesa camilla y recuerdos de abuela que contamina todo e incomoda al texto”.
Para ello el director no sólo ha optado por una escenografía limpia, de una vaciedad absoluta, donde la luz, unas gasas y cuatro o cinco muebles sacan a la obra de ese ambiente provinciano. El elenco que estructura la obra está compuesto por la pareja de enamorados, formada por un tímido soltero llegado a Madrid para encontrar esposa y una prostituta de club, las tres compañeras de barra de esta última y las extrañas tías del primero, que interpretan Alicia Hermida y Sonsoles Benedicto. Para el resto de papeles el director ha escogido a Markos Marín y Lucía Quintana (los novios), a los que acompañan Chiqui Fernández, Elisabet Gelabert y Macarena Sanz en el papel de las tres prostitutas. Con ellos se lanza a “una historia de amor que proclama el derecho de todos a ser felices”.