Escenarios

José Luis Gómez

“Al teatro no hay quien lo mate”

17 enero, 2014 01:00

José Luis Gómez en el Teatro de la Abadía. Foto: Sergio Enríquez-Nistal.

El actor, director y gestor teatral ingresa en la Real Academia Española el próximo domingo 26. Llega a la docta casa sin obra escrita pero con "la sabiduría antigua de los cómicos". Su aportación se centrará en la oralidad, porque el teatro, afirma, es "palabra en acción". Ya tiene preparadas 10 lecturas de textos clásicos de nuestra literatura en diversos teatros. Gómez cita sobre las tablas de La Abadía a El Cultural para contar sus planes una vez ocupe el sillón Z.

Un hombre de teatro en el sentido más pleno y consecuente de la expresión. Eso es José Luis Gómez (Huelva, 1940). Hasta una entrevista la envuelve con la liturgia escénica. Para charlar con El Cultural ha colocado dos sillones rojos sobre las tablas de la sala San Juan de la Cruz de la Abadía. Una mesita baja en medio con una tetera colmada de té y vasitos de papel. Al fondo una barandilla y un atril, parte del austero atrezzo que empleará en las lecturas de diversos clásicos de nuestra literatura, desde el Cantar de Mio Cid hasta Valle-Inclán. Correrán a cargo de él mismo y de actores como Carmen Machi, Israel Elejalde, Emilio Gutiérrez Caba... Y serán prologadas por filólogos, que precisarán la importancia de esos textos en la evolución del español. Es el plan diseñado por Gómez ante su inminente ingreso en la RAE el próximo domingo 26, fecha en la que leerá su discurso titulado Breviario para espectadores activos.

-Algunos se preguntan qué hace un cómico en la Academia. ¿Le ofende?
-No, en absoluto. Cuando regresé a España, recuerdo que los grandes actores empleaban con gusto ese término. Es cierto que es ambivalente. Puede emplearse de manera afectuosa pero también despectiva. Lo importante es que lleva aparejado la conciencia del desamparo y también el orgullo del valor simbólico de nuestra labor. Como, por ejemplo, cuando un actor se mete en la piel de Creonte. En ese momento encarna la ira más radical. Es lo que propicia el esfuerzo del actor y el ropaje que le brinda el texto de Sófocles. Cada personaje, además, va dejando una huella. En los hacedores de teatro va calando una sabiduría antigua de la que la Academia no puede prescindir y de la que muchos actores ni siquiera somos conscientes. Al igual que la Academia alberga saberes indispensables para los cómicos.

-De todas formas, usted llega con la maleta llena de proyectos, para que no se diga...
-Soy consciente de que no puedo hacer aportaciones sustanciales en el Diccionario o en otros ámbitos. Pero sí en la oralidad del lenguaje. Entiendo que la RAE fue fundada también para investigar en este campo. Jovellanos sugería la creación de escuelas en las que se estudiase retórica y oratoria. Su idea era enseñarla a nobles y actores, y que a través de estos últimos llegara al pueblo llano un mejor uso de la palabra hablada. Ahí es donde creo que puedo ser de utilidad. Es una tarea seria pendiente, en la que ya llevo muchos años trabajando en La Abadía. Buena parte de este bagaje puede ser aprovechado. Algunos académicos, no sin razón, esgrimieron que yo no tenía obra escrita, pero Emilio Lledó advirtió que mucho antes de que el primer libro se imprimiera había miles de años de oralidad compleja y completa que había transmitido una carga inmensa de conocimientos.

-Su iniciativa trasciende el cubículo de la RAE. Tiene intención de llevar a cabo una serie de lecturas en diversos teatros. ¿Podría detallarlo más?
-Queremos ejemplificar el trayecto de, en un principio, la lengua castellana y, posteriormente española, porque hoy no se puede hablar con propiedad del castellano. La lengua que empleamos es nuclearmente castellano, sí, pero nutrida del catalán, gallego, portugués, navarro-leonés, euskera, árabe... Hemos seleccionado 10 textos representativos de periodos evolutivos de la lengua. La filóloga mexicana Brenda Escobedo ha elaborado una dramaturgia para los actores que yo he elegido: Emilio y Julia Gutiérrez Caba, Pedro Casablanc, Israel Elejalde, Beatriz Argüello, Carmen Machi...Y mi modesta persona, que inicia y termina el ciclo.

-¿Y cuál es el esquema escénico de esta propuesta?
-Primero, en cinco minutos, un filólogo sitúa el texto. Luego viene una media hora de lectura seguida del actor. Otros cinco minutos más del filólogo. Y remata el actor. Todo acompañado de música. Empezaremos en la RAE y continuaremos por el CDN, el CNTC, el Español y La Abadía. Dos lecturas en cada teatro. Hay una segunda etapa que el tiempo dirá si podremos completar. Es el viaje a América, con los primeros documentos escritos en castellano firmados en el Nuevo Mundo: las cartas de Colón y las crónicas de la conquista de México de Bernal Díaz del Castillo. El ciclo se cerraría con textos de allí, leídos por actores con los diversos acentos que les son propios.

-Al ser investido doctor honoris causa por la Complutense lamentó que cuando volvió de Alemania el habla escénica en España estaba en precario.
-Quería decir que no tuvo un desarrollo análogo a otras tradiciones de nuestro entorno. En la misma época que las propuestas de Jovellanos eran relegadas, Napoleón, a las puertas de Moscú en 1812, seguramente en una tienda de campaña, se preocupó de firmar el decreto que regula la Comédie-Française, desde donde entonces se ha cuidado la dramaturgia francesa y la lengua que la sustenta. En el XIX también Goethe, consejero de Estado en Weimar y director de su teatro estatal, escribió y teorizó muchísimo sobre el habla dramática. En España no hay ejemplos equiparables. Esto no excluye la existencia de actores magníficos que impregnaron a otros más jóvenes, pero su siembra la interrumpió brutalmente la guerra. Si Rivas Cherif hubiera seguido al frente de la escuela de arte dramático, otro gallo nos hubiera cantado. El primer director después de la guerra fue un locutor, el mismo que leyó el último parte del ejército franquista: "En el día de hoy, cautivo y desarmado...".

-Y luego denuncia que en la actualidad se incurre en el vicio contrario: "la respostería expresiva".
-Es lo que sucede cuando el actor se encanta con las palabras, las ilustra, las hermosea. Las palabras son funcionales. En el escenario la acción verbal ha de ser volitiva, enérgica y natural. Cuando se sale de ahí, viene el pasteleo. Pero no creo que sea un fenómeno actual.


-¿Su discurso versará sobre esta cuestión de la trascendencia de la oralidad y la fonología?
-Lo he titulado Breviario para espectadores activos. Hablo del oficio tal como yo lo he aprendido; un oficio que puede llegar a ser arte, gran arte incluso, pero antes se debe recorrer un largo camino. Uno lo aprende esforzándose y termina por cristalizar y forjarse en tu interior, casi sin darte cuenta y a través de resortes que escapan a la voluntad.

-¿Y cuándo se produce esa mutación de oficio en arte?
-Algunas ocasiones los ángeles se han descolgado sobre el escenario. Ocurrió con Azaña, con el Informe para una academia con la Carta al padre... No siempre ocurre: los ángeles no bajan cuando les llamas. Es inútil descolgar el teléfono y rogarles. Bajan cuando se dignan y un actor lo único que puede hacer es ponerles la escalera.

-¿Qué percepción tenía de la Academia hasta ahora?
-La RAE es un ámbito de extrema civilidad y tolerancia, con dosis de sabio conservadurismo, necesario para mantener la consistencia de la lengua. Esas virtudes incluso se mantuvieron incluso durante los años nefastos de la dictadura. El régimen se opuso a la designación de varios académicos pero la Academia no anuló los nombramientos. El insigne Salvador de Madariaga leyó su discurso una vez muerto Franco.

-¿Lo de ser académico le hace sentirse mayor?
-Pues sí. Pero es que sucede que lo soy. Ahora me esfuerzo por conservar en el mejor estado mi cuerpo. Es fundamental para un actor.

-¿Hace deporte?
-Sí, pero no voy al gimnasio. Creo que es un error esa moda que hemos importado de los Estados Unidos con sus actores fornidos. Las salas de musculación insensibilizan el cuerpo. Hay otros ejercicios, en cambio, que potencian la sensibilidad. Yo practico Taichí desde hace muchos años. Lee Strasberg también lo recomendaba, porque tiene una secuencia muy lenta y desarrolla la atención: sus movimientos son complejos y enlazarlos unos con otros, respirando libre y fluidamente, mientras sientes que la energía circula por tu cuerpo, lleva su tiempo.

-¿Y el equilibrio mental no se lo arrebatan los recortes a La Abadía y el golpe bajo del 21% de IVA?
-La Abadía siempre ha tenido la austeridad como divisa. Se fundó después de que dirigiese el CDN y el Español, cargos de los que dimití. Fue una experiencia que me sirvió para comprobar la necesidad de la autogestión y de dar cuenta exacta de las finanzas cada año. Deloitte audita la Abadía cada ejercicio. Desde que nació han desparecido o han sido reducidos a la mínima expresión el Centro Andaluz de Teatro, el Centro Dramático de Aragón, los Teatres de la Generalitat... Da que pensar. Ha faltado sensatez y know how. Aquí apostamos por equipos pequeños y muy motivados. Queda Abadía para rato, lo que no quiere decir que yo vaya a estar aquí siempre. Ya voy vislumbrando un horizonte en el que gente más joven me releve.

-¿Cómo mira la eclosión del circuito off? ¿Con la tristeza de que su oficio está abocado a ejercerse en la precariedad? ¿O con la ilusión de que los suyos jamás claudican?
-Al teatro no hay quien lo mate [a Gómez se le escapa el acento andalusí para expresar el orgullo]. Tenemos mucho que agradecerle a estos resistentes. Espero pronto acogerles en La Abadía. A mí lo que me da miedo de este fenómeno es que algunas instituciones aprovechen ahora para hacer una dejación de funciones, viendo que los cómicos terminan por apañárselas por su cuenta. Hace poco di una conferencia a una asociación de empresarios alemanes que visitaron España y pidieron tener un encuentro con alguien representativo del sector cultural. Les pregunté por qué allí, en los tiempos duros de recortes del canciller Schröder, la cultura no se tocó. Y me dieron dos razones. Primero porque la cultura desarrolla la imaginación, y ésta es fundamental también para que los ingenieros diseñen todo tipo de máquinas y los empresarios abran nuevos horizontes de negocio. Y segundo porque fue la cultura y la lengua las que vertebraron la reunificación. Para ellos es un elemento constitutivo esencial. Nuestras élites políticas, por desgracia, no tienen todo esto interiorizado.