Escenarios

La entrevista o el arte de la navaja

21 febrero, 2014 01:00

Alicia Hermida durante El arte de la entrevista.

Juan Mayorga saca su bisturí teatral para mostrar los soterrados conflictos familiares en 'El arte de la entrevista', que llega hoy al María Guerrero bajo la dirección de Juan José Afonso. "Más preguntas, por favor".

En Madrid, El chico de la última fila en la sala Galileo y Hécuba en el Teatro Español. En Barcelona, El crítico en el Borràs, Un enemigo del pueblo en el Lliure y, en gira, La lengua en pedazos. Juan Mayorga (Madrid, 1965) no puede pedir más. Ni da de sí para tanta promoción. "Me siento afortunado por el hecho de que algunos directores y actores se comprometan con mis textos. Lo demás, tantos trabajos en la cartelera, es pura coincidencia", señala Mayorga a El Cultural.

Además, como si fuera poca esta omnipresencia, hoy estrena en el Teatro María Guerrero El arte de la entrevista, una descarnada forma de abordar los conflictos familiares a través de una situación muy especial: la casi fortuita grabación en vídeo de testimonios familiares por parte de Cecilia (Elena Rivera) desvelará sentimientos ocultos, corrientes emocionales que de otra forma no habrían surgido. Rosa (Alicia Hermida), Paula (Luisa Martín) y Mauricio (Ramón Esquinas) se prestarán al... ¿juego?



A través de estos personajes aparecerán sobre el escenario, como pequeñas piezas de un puzzle, el Gordo y el Flaco, las películas Esplendor en la hierba, y Mujercitas, Bruce Springsteen, los Rolling, Elvis, Dylan, Kafka... Un mundo de referencias que irán definiendo la peripecia existencial de cada entrevistado mediante su idea de quiénes creen ser, quiénes desearían ser y quiénes creen haber sido.

"Los seres humanos que aparecen en la obra -explica Mayorga- son frágiles y se sienten dignos de libertad y de belleza. Quizá los espectadores se reconozcan en alguno de ellos". Mayorga esta vez no ha optado por la crítica, está más cerca del observador que comparte lo que ve y lo que oye, sin inmiscuirse demasiado en la privacidad de una familia que se va conociendo a medida que se desnuda emocionalmente ante la cámara de Cecilia. "No estoy seguro de que la obra enseñe nada. Vivimos rodeados de cámaras que nos convierten, lo queramos o no, en actores. Hablar ante una cámara es una acción cada vez más frecuente en nuestras vidas. Eso es lo que quise explorar, cómo la cámara no sólo recoge la vida sino que la transforma". Tanto es así que para Mayorga la cámara es un personaje más. Según las pautas seguidas por el autor y director una entrevista es una auténtica navaja, un juego muy serio, un conflicto: "A uno y otro lado las mujeres juegan a entrevistarse. Jugando, ríen y se hacen daño. Mucho daño. Una entrevista es una forma de diálogo que tiene sus propias reglas, la más importante es el hecho de que uno pregunta y otro responde. Cabría decir que el silencio también es una respuesta. La cámara entra en la casa y la desestabiliza para siempre haciendo que estas mujeres se vean como nunca se habían visto. Convierte un día cualquiera en un día de dolor, pero también de esperanza". Cecilia, Paula y Rosa, tres generaciones con sus respectivas vivencias descubren así que el pasado está tan abierto como el futuro. ¿Y el hombre? "Como yo -sentencia Mayorga- es un intruso".

Un intruso nuestro autor al que dejamos trabajando sobre una nueva obra, Reikiavik, una pieza que va a dirigir él mismo y cuyo tema está situado en el campeonato mundial de ajedrez que en plena Guerra Fría disputaron el soviético Boris Spassky y el estadounidense Bobby Fischer. Un sugerente texto que completa también una vuelta de tuerca de La lengua en pedazos que reestrenará próximamente.