Escenarios

Paco Azorín

“Soy un hiperactivo muy organizado”

7 marzo, 2014 01:00

Paco Azorín. Foto: A. Bofill

En los últimos 15 años ha dado forma a más de 150 producciones. Al borde de la cuarentena es una cifra que denota la frenética actividad que ha desarrollado desde sus tres facetas creativas: director teatral, escenógrafo y regista de ópera. En los próximos días afronta los envites más serios de la temporada, ambos en el género lírico. Este sábado estrena Tosca en el Liceo y a comienzos de abril La voix Humaine en los Teatros del Canal.

Cualquiera que acuda con cierta frecuencia al teatro, y curiosee en los programas de mano, habrá podido encontrar en las últimas semanas un nombre que aparece impreso en ellos recurrentemente. Es el de Paco Azorín (Yecla, 1974), director teatral, escenógrafo y director escénico. Metido en la primera piel ha urdido el Julio César protagonizado por Mario Gas, Tristán Ulloa y Sergio Peris-Mencheta, que acaba de echar su último telón en el Bellas Artes de Madrid. Dentro de la segunda, ha firmado las escenografías de dos montajes comandados por Lluís Pasqual (acaso su más influyente mentor): El caballero de Olmedo en el Pavón, con llenazo cada tarde, y Els Feréstecs, otro fenómeno de masas, que se repondrá en mayo en el Lliure.

Pero los envites más serios de la temporada los afronta Azorín en los próximos días. Y lo hará en su faceta de regista de ópera. Primero con la Tosca que estrena este sábado 8 en el Liceo. Acto seguido, en abril, con La voix Humaine en los Teatros del Canal. Además, para un futuro cercano ya está rumiando dos nuevas versiones de Madama Butterfly y Ariadne auf Naxos, esta última con vistas a la conmemoración del 150 ° aniversario del nacimiento de su autor, Richard Strauss.

-¿No siente agobio, vértigo, bipolaridad,tripolaridad...?
-- [Risas] En los últimos 15 años no he parado un solo día. He trabajado en 150 producciones. Soy muy hiperactivo. A mi favor juega que soy muy organizado y hago los deberes, algo esencial cuando te pones al frente de equipos que pueden superar las 100 personas. Si al ensayo no llegas con las ideas claras, uno acaba devorado por el bombardeo de preguntas de los músicos, los cantantes, los actores... Además, mi trabajo me fascina.

Para la Tosca que ultima estos días antes de presentarla en sociedad Azorín ha buceado en la obra de teatro original, firmada por Sardou en 1887, para detectar los detalles que se han perdido en su traslación al género lírico. El regista murciano, formado en el Institut del Teatre barcelonés, cree que los libretistas perseguían concentrar la atención del espectador en el contenido por encima de la forma. Azorín, en cambio, ha asumido los riesgos en la segunda, a fin de exprimir al máximo el subtexto latente en la composición de Puccini. Su Tosca arranca con un primer acto enmarcado en el verismo canónico: "No puede faltar ni un detalle realista para entender lo que viene luego". Que es un giro expresionista en el segundo acto, mucho más despojado de atrezzo: "Apenas nos hace falta el puñal para asesinar a Scarpia". El último acto apuesta finalmente por un vacío escénico abstracto que imprime a la historio un carácter atemporal.

Azorín advierte que sus intervenciones en los clásicos del repertorio operístico no deben ser interpretadas como "transgresiones" sino como "progresiones". Y apunta que la frontera entre el respeto o la traición al espíritu de una ópera la determina la música: "Hay que entender su sentido más profundo. Si se consigue, el vestuario que lleven los cantantes, ya sea de época, prehistórico o actual, es irrelevante. Es necesario acudir a la partitura porque nos dará muchas claves para fijar los movimientos en escena. Por ejemplo, al final del primer acto, cuando el coro entona el Te Deum, no tiene sentido colocar al cantante al fondo de la escena, porque no se le va a oír". Azorín se vale para llegar a esas conclusiones de su formación musical, que incluye cinco años de solfeo, cuatro de piano y las clases de canto en que está inmerso. Buena base para afinar sus decisiones en el terreno lírico, donde se ha convertido en una especie de factótum pucciniano: aparte de esta Tosca y la Madama Butterfly que lleva entre manos, ha montado Manon Lescaut (Opéra National de Lyon) y Suor Angelica (Teatro Real).

- ¿A qué se debe esa inclinación por el músico italiano?
- En la ópera no sueles elegir los títulos. Trabajas casi siempre por encargo. Entiendo que en estos tiempos tan duros Puccini es una garantía de cara a la taquilla. Por eso se programa tanto y por eso me toca en suerte con frecuencia. Yo estoy encantado. Me entusiasma su teatralidad, tan estudiada como una pieza de relojería. Pero a mí también me gusta mucho la ópera de los siglos XX y XXI. Me encantaría hacer alguna de Michael Tippett.

-En la Tosca que está cincelando ahora dice que quiere subrayar su denuncia contra las arbitrariedades del poder.
-En general, las versiones de esta ópera se centran en la relación triangular de Scarpia, Cavaradossi y Tosca, pero hay una posición ideológica muy crítica con los abusos del poder sobre los artistas que he intentado llevar hasta el fondo.

-La voix Humaine, monólogo de Cocteau mutado en ópera por Francis Poulenc, es muy diferente a Tosca: soló hay un personaje sobre la escena, nada más. ¿Cuál es su planteamiento?
-Es una obra que me recuerda mucho a La casa de Bernarda Alba, con un Pepe el Romano omnipresente, al otro lado de la reja, pero que nunca aparece. Aquí el hombre está al otro lado del teléfono. Su amante, desesperada, habla con él. Al principio parece que está bien pero al poco tiempo nos damos cuenta de que se ha querido suicidar.

-Es un papel extenuante para cualquier soprano.
-Sí, de una exigencia vocal extrema. Es extraño que normalmente lo hayan abordado cantantes al final de su carrera. Nosotros en cambio contaremos con una María Bayo en plenitud. Lo que tengo que hacerle es un traje a medida para que se sienta cómoda y pueda abrirse en canal emocional y psíquicamente. Eso es lo que demanda La voix Humaine.

-¿En el futuro le gustaría enfocarse en alguna de sus tres vertientes con particular dedicación?
-Ahora me tira sobre todo la ópera. Pero también quiero desarrollar mucho más mi carrera como director de teatro. Me gustaría volver a repetir con el mismo equipo de Julio César. Fue un montaje cargado de testosterona, con tantos hombres. Le iba muy bien para una obra así, sobre el poder. En uno de los viajes durante la gira, alguien dijo -creo que Mario Gas- en broma: "Lo que tendríamos que hacer es La casa de Bernarda Alba". Era un chiste que se convirtió en un experimento. Decidimos hacer una lectura de la obra de García Lorca, sin jugar a representar, y alucinamos con cómo sonaba la voz del hombre inserta en la conducta de una mujer. Ahora todos estamos muy liados pero en el 2016 quizá nos la juguemos.