Escenarios

Danza en Liliput

4 abril, 2014 02:00

Kiss & Cry o la nanodanza.

Los belgas Michèle Anne de Mey y Jaco Van Dormael dinamitan las escalas en Kiss & Cry, un cuento en miniatura que transgrede los géneros escénicos y que llega hoy a Madrid dentro del Festival de Otoño a Primavera.

Jonathan Swift inmortalizó en Los viajes de Gulliver lugares como Liliput o Brobdingnag, en los que evidenciaba con o sin caricatura la relatividad de cualquier tamaño, siempre dependiente de la necesaria y delatora comparación. No de estos lugares pero sí de su moraleja nace Kiss & Cry, el nuevo trabajo producido por el centro belga de creación contemporánea Charleroi Danses que encabezan la coreógrafa Michèle Anne de Mey y el director de cine Jaco Van Dormael. Ambos mezclan con extraordinaria originalidad cine, danza y teatro a través de juegos de manos que coexisten en escena junto a la proyección de una película y su simultáneo making of.

"Entrar en el nanomundo significa mirar la materia a una escala muy pequeña -señala De Mey-, una descomposición extrema que permite comparar la exploración de lo infinitamente pequeño con la de lo infinitamente grande, en este caso en lo más profundo de la materia con la que está realizada la danza". Kiss & Cry, que se estrena hoy en los Teatros del Canal dentro del Festival de Otoño a Primavera, es una creación colectiva en la que destaca también el bailarín Gregory Grosjean, intérprete y coordinador artístico.

En el montaje, cuyo título está inspirado en los reservados del patinaje artístico donde se esperan las puntuaciones, la cámara del director se sitúa lo más cerca posible de la acción, desnudando las apariencias escénicas hasta descubrirnos unas vidas contempladas con lupa. Los especialistas califican esta técnica de "retórica focal", ya que el trabajo sobre la profundidad de campo es minucioso y muy frágil. "La obra -explica Van Dormael- pone al espectador frente al reverso del decorado. En el escenario, la cámara revela pequeños lugares escondidos, la danza de los dedos, personajes en miniatura cabalgando sobre una tortuga gigante... Los dedos bailarines atraviesan con genialidad mundos lúdicos y cada universo muestra otro más pequeño. Por eso, las miniaturas son el espejo de nuestro mundo, con una fuerza satírica y con un poder de abstracción que hacen distorsionar las escalas".

Durante más de una hora, el espectador experimentará así un viaje onírico que rompe con géneros y con lenguajes, con distancias espacio-temporales y con todas las leyes del tamaño conocidas. Los incidentes más pequeños y los cambios de tiempo marcarán el carácter único de cada representación. El paisaje musical creado por Dominique Warnier y la narración en off de Thomas Gunzig contribuirán a hacer de esta obra una pequeña bomba emocional capaz de remover los pilares de la escena conocida hasta el momento. El sueño cumplido de Jonathan Swift.