Image: Gelmetti, entre Beethoven y Schubert

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Escenarios

Gelmetti, entre Beethoven y Schubert

6 junio, 2014 02:00

Gianluigi Gelmetti.

No es muy frecuente la presencia en nuestro país de la Orquesta Filarmónica de Montecarlo, un conjunto de rancio abolengo creado en 1856 por Alexandre Hermann que ha abastecido desde entonces a los monegascos de música sinfónica y ha atendido al tiempo al foso de la Ópera del Principado. Muchos han sido los directores que la han gobernado en tan largo periodo. El actual responsable de la centuria es el romano Gianluigi Gelmetti (1945), antiguo alumno de Ferrara y Celibidache, que ya había tenido contactos con la formación años atrás y que ha accedido a la titularidad tras la prematura muerte de Yakov Kreizberg, un maestro bien distinto.

Podremos calibrar las características directoriales de Gelmetti, que ya ha actuado más de una vez en nuestro país, la primera hace lustros, con la Orquesta de la RTVE, la última en el Real al frente del equipo de El barbero de Sevilla, puesto que este sábado, 7 de junio, en el Auditorio Nacional, se presenta con su formación en el ciclo de Juventudes Musicales de Madrid. El maestro italiano posee una batuta sensible y meticulosa, manejada armoniosamente. Es amigo de tempi cada vez más moderados, que permiten dibujar un discurso musical claro y expresivo, aunque desprovisto en ocasiones de la necesaria tensión. Sus habilidades quedarán sin duda contrastadas en el curso del hermoso programa anunciado.

En la primera parte orquesta y director colaborarán con el pianista americano Nicholas Angelich (1970), un artista de variados valores, técnicamente muy dotado y provisto de una expresividad que busca siempre el lado más poético. Tendrá oportunidad de mostrarnos su calidad, de evidenciar su bello sonido, en el curso de la interpretación del Concierto Emperador de Beethoven, en donde habrá de casar con la tímbrica un tanto agreste pero atractiva del conjunto de Montecarlo, que, en la segunda mitad de la sesión, aborda, a las órdenes de su titular, la Sinfonía n° 9, La Grande de Schubert, un plato suculento en lo rítmico y en lo melódico, una buena piedra de toque para comprobar las cualidades de ambos.