Image: El hechizo de Florence and the Machine

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El hechizo de Florence and the Machine

La banda londinense rezumó energía y contagió al público en su concierto en el Palacio Vistalegre de Madrid

18 abril, 2016 02:00

Florence and the Machine

Florence Welch. Bien podría terminar así la crónica del concierto de la banda londinense la tarde del domingo en el Palacio Vistalegre de Madrid. La energía de la vocalista de Florence and the Machine arrasó con el estadio desde el primer acorde de What the Water Gave Me, con la que recorrió el escenario de un lado a otro saludando a todos los allí presentes. "Gracias por estar aquí, en este sitio tan grande. La última vez fue en la sala Razzmatazz de Barcelona a las cuatro de la mañana", saludó al poco de comenzar. Eran las 21.20 de la tarde y aún quedaba gente por entrar.

Con el estadio a rebosar cuando empezó a entonar "Don't touch the sleeping pills, they mess with my head" de la canción Ship to Wreck, el público entraba en calor y Welch, descalza, castigaba sus tobillos con saltos de un extremo al otro del escenario. Animada y llena de energía, antes de comenzar a cantar Rabbit Heart, en un movimiento inesperado bajó al foso en un ritual en el que se detuvo a cada lado a saludar. Su pop de arreglos barrocos hacen de la banda una de las más exitosas del indie internacional y a Welch una de las intérpretes más valoradas de la escena musical.

Con su primer disco, Lungs, cosechó éxitos como Dog days are Over que la posicionarían como la banda con más porvenir. En 2011 lanzó Ceremonials y con el tercer álbum de estudio, How Big, How Blue, How Beautiful, Welch consagra su voz entre los más grandes. Sus letras, infinitamente personales, la sitúan en la parrilla de artistas como Kate Bush, Adele y Amy Winehouse. Un breve silencio se hizo en la sala para, poco después, arrancarse con Shake it out, una de las más populares de su segundo disco. "I like to keep my issues drawn, It's always darkets before de dawn", cantaba Welch mientras el público vitoreaba y cantaba al ritmo de la artista. El ritual estaba preparado.

Florence ya se había hecho con el dominio del escenario y tenía al público rendido a sus pies descalzos cuando al terminar Delilah acaba en el suelo y el concierto llegaba a su ecuador. Pero, tal vez, uno de los momentos más esperados de la noche llegó con la canción que da título al nuevo disco, How Big, How Blue, How Beautiful y la presentaba de manera especial. "Ha sido el día internacional del beso y hablando de ello la canción que viene ahora fue la primera que escribí para este disco. En ella hablo de altibajos pero me he dado cuenta de que cada cosa mala y cada cosa buena es bonita así que os la regalo". Tras eso, el público arrancó en aplausos y la banda empezó a tocar los primeros acordes de la canción.

Tras el emotivo momento llegaría otro soliloquio de una Welch, ataviada con un vestido de gasa que dejaba entrever sus piernas con un águila bordada cerca del pecho, que echaba la vista atrás, hacia la primera canción que escribió hace ya años. "Fue en el Cristal Palace de Londres y solíamos utilizar bolígrafos y, si acaso, robábamos alguna batería de alguien… pero hoy no lo tocamos con bolígrafos...", y se lanzó con un acústico de Cosmic Love que puso los pelos de punta y al Palacio de Vistalegre en pie. Magia pura en la que terminaba girando sin cesar en torno a sí misma como si de una bailarina de una caja de música se tratara. Aún quedaban unos cuantos temas del repertorio que la gente deseaba escuchar. Una de ellas era Queen of Peace con la gente de las gradas en pie. Ya nadie podría volver a sentarse con el ritmo frenético que había cogido el concierto y la energía de la cantante impregnaba a cada espectador.

Llegaba el momento de la gran Spectrum, una canción que habla de no tener miedo para la que Florence cogió una bandera del orgullo gay y la hizo ondear durante los cinco minutos que dura. Y sí, de amor iba la cosa para Florence and the Machine porque justo después arrancaba You've Got the Love de su primer disco. Y de ahí a Dog Days Are Over en la que pidió que cada uno de los presentes se abrazara con la persona que tenía al lado. Un abrazo conjunto del Palacio que dio para que después pidiera que la gente ondeara una prenda de ropa. Varios asistentes de las primeras filas se quedaron así sin camiseta, desnudos frente a la cantante tal y como ella se estaba desnudando ante su público en un aquelarre musical. Llegó la locura que vaticinaba el final de un concierto redondo.

Y tras los dos bises de la banda el hechizo de Welch ya era algo personal. El futuro de la música indie tiene nombre propio: Florence Welch.

@scamarzana