Image: McCartney, dulce sentido, empalagosa sensibilidad

Image: McCartney, dulce sentido, empalagosa sensibilidad

Escenarios

McCartney, dulce sentido, empalagosa sensibilidad

3 junio, 2016 02:00

Paul McCartney en Madrid

El ex beatle culminó en Madrid un nostálgico 'medley' en el que no faltaron ni banderas ni fuegos artificiales.

No puede leerse el concierto de anoche en el Vicente Calderón si no es tamizado por la nostalgia, por el sentido y la sensibilidad del bueno de Paul McCartney, empeñado en ser un tipo normal con apariencia de tomarse el té de las cinco sin despeinarse. Cierta estética hippie sobrevolaba el escenario minutos antes de salir al escenario en vaqueros y camisa blanca (también una chaqueta que no tardó en desaparecer). El día aún delataba los pocos huecos libres que quedaban en el templo colchonero.

A Hard Day's Night fue la primera ráfaga de nostalgia que el ex beatle disparó sobre sus incondicionales. Eran las 21,43 horas y ya parecía que su voz no iba a subir al cielo de Madrid. Nunca lo hizo pero, ¿a quién le importaba? Dos pantallas laterales y proyecciones centrales resolvieron una puesta en escena sencilla pero muy eficaz. Las imágenes parecían editadas de antemano. Tal era su precisión. Quien no siguiera los escasos espasmos de McCartney sobre el escenario podría haberse imaginado que estaba asistiendo a la proyección de un documental.

No tardó en empezar un repaso por toda su geografía sentimental. Sin duda, la gira One on One va directa al corazón. Sí, la expresión es tan cursi como nuestro protagonista, que hasta se permitió oficiar de casamentero ante unos músicos más que solventes. Expresiones en un medio trabajado español (esfuerzo que se agradeció, of course) y empalagosas arengas no fueron obstáculo para seguirle el ritmo a temas como Cant Buy Me Love, Love Me Do o Blackbird, quizá lo mejor de la noche después de la breve Give Peace A Chance interpretada por el público en honor de Lennon. Velas y más velas (luces de móviles y más luces de móviles) eran ya inevitables pasadas las 22,00 horas.

Recuerdos a Nancy, su mujer actual, Linda, George Harrison (atinado Something con ukelele en sus primeros acordes) y Lennon fueron dando sentido a la noche. Y sensibilidad, porque por la pantalla central no dejaban de verse imágenes de un legendario pasado por el que pasaron todas las edades de McCartney. A las 22,39 la armónica de Love Me Do nos transportó a la prehistoria beatle. Cambió el de Liverpool instrumentos permanentemente. Repartió su tiempo entre el piano clásico, los teclados, el bajo, claro está, y las guitarras, predominando la acústica, con la que, se ve, se encuentra ahora en su medio natural.

A las 23,00 horas la deriva beatle era ya ineludible (pese a los guiños permanentes a los esotéricos fans de Wings). En algunas ocasiones dio la sensación de asistir a un medley sin fin, sólo interrumpido por los cambios de instrumento y algunos "oé oé" de la entregada concurrencia. Lady Madonna, Eleanor Rigby, Ob-La-Di, Ob-La-Da, Back in the USSR, Let It Be, Hey Jude nos llevaron a un acústico Yesterday ya rondando las 23,55. Fue la canción que inauguró el tramo final de la comparecencia de McCartney en Madrid.

No faltó la pirotecnia ni los fuegos artificiales. Tampoco una exhibición de banderas españolas y británicas. Empalagoso, sí. Pero a estas alturas a McCartney, un tipo de 73 años con apariencia de tomarse el té de las cinco sin despeinarse, se le perdona todo. Nos guste o no, lo fue todo y lo es todo. Su azucarado sentido y su empalagosa sensibilidad nos han endulzado la semana.

@ecolote