Image: El precio de la redención y la conciencia culpable

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Escenarios

El precio de la redención y la conciencia culpable

16 marzo, 2018 01:00

Antonio Buero Vallejo

David, el protagonista de El concierto de San Ovidio, es uno de los personajes más conmovedores del dramatis personae de Buero Vallejo. Y más intenso. Perdió los ojos, en casa del amo, al encender fuegos de artificio cuando era niño. David solo quería ser músico y acabó siendo un asesino. Mario Gas recupera esta obra para la escena española. Buero y la venganza, la conciencia culpable. Y la tragedia de la esperanza; el hombre es un ser trágico porque tiene esperanza, porque aspira a la redención. Es una de las obras clave de Buero Vallejo, estrenada en 1962. Buero es el autor preferido de una derecha ilustrada y, a la vez, el héroe de una izquierda vencida que halló en él una identidad perdida. No tuvo problemas insalvables con la censura, mientras Alfonso Sastre se convirtió en la bestia negra, un maldito. Buero, posibilismo. Sastre, imposibilismo. La ceguera, la sumisión. Buero Vallejo y los defectos físicos de sus personajes y el sentimiento atroz de la culpa. Siempre. Buero y las limitaciones culpables de los hombres. El concierto de San Ovidio tiene su precedente en una obra anterior de los años 50: En la ardiente oscuridad.

Una orquesta de violinistas y un hombre que los explota y los lleva de feria en feria. Ganancia segura. Y un vengador, David, que trata de arrastrar a los compañeros del colegio en el que vive a la rebelión. Todo tendrá que hacerlo él solo, frente a la deslealtad de otro ciego, Donato, que los traiciona. A través de un complicado entramado de relaciones Buero Vallejo teje los esquemas de una colectividad injusta. Y siempre la simbología del hombre culpable que alcanza todo el mapa de la realidad sin despojar a esta de ninguna de sus responsabilidades. O culpabilidades.

En la inevitable pelea con su enemigo, David rompe el farol para luchar en igualdad de condiciones. Acierto escénico, acierto de intención política. Todos a oscuras, espectadores y personajes, patio de butacas y escenario. Puede que fuera en este momento cuando Buero vio con claridad el llamado "efecto inmersión": público y escenario, una globalidad. En el aspecto social esta escena, dramáticamente impecable, pudiera ser considerada como la oportunidad que la vida acaba otorgando a cada hombre: un golpe de esperanza. Pero la libertad, parece decirnos el autor, tiene un precio muy alto. David, el insumiso vengador, es ahorcado. Con lo cual se restablece el orden natural de las cosas; víctimas y verdugos.