La Gran Guerra, en primera persona
Víctor de la Fuente y Jota Haya en Barro. Foto: David Ruano
José Luis Arellano, Guillem Clua y Nando López se trasladan este viernes a las trincheras de la I Guerra Mundial con Barro, una obra "metálica" que recupera, en los Teatros del Canal, testimonios directos de sus protagonistas.
Para Arellano, la obra es algo más que un canto antibelicista y la define como un intento personal de contar las claves que conforman el ideario humano y político de nuestro continente: "Hemos buscado una explicación de por qué surgen ahora viejas ideas como los nacionalismos, los populismos, los patriotismos, las fronteras... Aunque en ningún momento hemos querido ser didácticos sí que hay una necesidad de explicarnos todos esos fenómenos". El director se enfrenta así a su quinta obra de Clua desde que empezaron a trabajar en 2012 en el CDN con La piel en llamas, y lo hace con una puesta en escena "metálica" de hélices gigantes que nos traslada a ese mundo de horror que sufrieron aquellos jóvenes en el 14 cuando descubrieron que el enemigo no era humano "sino un amasijo distante de metales que disparaba constantemente".
Cartas, diarios y testimonios directos componen el laborioso proceso de documentación de Barro. A partir de ese material, Clua y Arellano elaboran personajes que nos transportan directamente al corazón de la batalla. Gracias a ellos, respiramos sentimientos tan encontrados y complejos como los que vivió Europa durante aquellos años. Pese a todo, puntualiza Arellano, no estamos ante una manifestación de teatro documental: "La peripecia de los protagonistas es producto del ingenio de los autores. Por supuesto, los hechos históricos que subyacen son reales. Hay una intención directa de revivir la experiencia de algunos de esos jóvenes que, recién cumplidos los 18 años, salieron de las escuelas para ir directos al frente".
Para Clua la tetralogía va más allá del aniversario del armisticio. "En 1918 murió la Europa de los imperios -reflexiona- y a partir de esas ruinas reconstruimos un continente distinto, el de los Estados-nación. Levantamos colosos con pies de barro que volvieron a desmoronarse 20 años después... Creímos haber aprendido la lección pero nos equivocamos. Quizás ahora estamos volviéndolo a hacer".
La constatación de la falta de imaginación de los dirigentes del momento y su escaso valor para enfrentarse a quienes no veían más opción que la guerra son las dos cuestiones que, en opinión de Arellano, llevaron al desastre: "Ambas debilidades provocaron un cataclismo que erosionó aquel statu quo que parecía idílico (Europa estaba viviendo un largo período de paz) y propició la creación de una coyuntura llena de peligros y de nuevas ideas que debían ponerse a prueba. De ese roce nacería un mundo más inseguro y precario". Clua recuerda la ironía de Mark Twain para señalar que la historia no se repite pero rima: "Ahora vivimos una de esas rimas, la más horrible de todas".