Ángela Cremonte y Goizalde Núñez en Mi niña, niña mía. Foto: Sergio Parra
Dos mujeres, dos tiempos, dos historias unidas por la sangre... Una de ellas, Mujer Histórica, está inspirada en Nava Schaan (Goizalde Núñez), actriz judía que fue deportada en 1942 al campo de concentración de Terezin y que a pesar de su situación siguió actuando, dirigiendo y haciendo teatro para niños y jóvenes. Sobrevivió al Holocausto. La otra, Marie-Anne, Mujer Actual (Ángela Cremonte) es una entomóloga treintañera que vive en París. Gracias a su interlocutora descubrirá su verdadera identidad.
La intención de las autoras de
Mi niña, niña mía, Amaranta Osorio e Itziar Pascual, ha sido la de sacudir su impotencia al ver lo que sucede en el mundo. "Queríamos compartir un proceso. En el origen está la idea del teatro como luz, como foco de esperanza, en la inmensidad de lo oscuro y de los pesimismos del presente", explican sobre una obra que llegará el 6 de marzo al Teatro Español bajo la dirección de
Natalia Menéndez, que vuelve a subir una obra a un escenario después de
Tebas Land, el celebrado texto de
Sergio Blanco que se estrenó en 2017 en el Kamikaze.
"El Holocausto ha creado toda una cultura. Ese infierno debe transformarse en literatura". Natalia Menéndez
Realismo poético
¿De qué forma ha marcado el Holocausto nuestra cultura? ¿Cómo desgarró a los supervivientes? ¿Ha habido un antes y un después? ¿Qué ha sido de sus descendientes? La directora, que decidió montar la obra tras leerla a instancias de Pascual,
se lamenta de que el infierno del Holocausto haya frenado menos de lo que quisiera las barbaridades que vivimos: "Ha creado, y sigue haciéndolo, toda una cultura. Debemos apreciarla y no convertirla en un mito, hacer que nos sirva para actuar hoy, transformar ese infierno en literatura, no en un hecho cotidiano", explica a El Cultural.
La puesta en escena de
Mi niña, niña mía es una mezlca de estilos donde aflora, según Menéndez, el realismo poético, cuidando el gesto y el silencio tanto como la propia palabra: "He intentado buscar el humor y el dolor que se desprende del texto apoyada por un equipo que ha construido una escenografia bella y dura a la vez, además de un vestuario expresivo, una luz sugerente que subraya las emociones y los detalles, el vídeo que aporta historia e imaginación, el blanco y negro y los colores fuertes.... Todo ello refleja una visión particular en torno a los insectos y a Terezin".
Durante la representación escucharemos sonidos de pasos en la nieve, de melodías judías. También se percibirá tensión, miedo, alegría... Todo gracias a la intepretación de Cremonte y Núñez y al trabajo audiovisual de
Álvaro Luna, el vestuario de Elisa Sanz, la iluminación de Juanjo Llorens y el apoyo en la dirección de Pilar Valenciano, Lúa Quiroga y Elvira Zurita.
Menéndez -que el próximo 2 de abril empieza los ensayos de
Tres sombreros de copa, de Mihura, para el CDN (un homenaje a su padre, que la estrenó en 1952)- considera que el panorama teatral de estos momentos desborda creatividad. Se ven, afirma la exdirectora del Festival de Almagro, grandes montajes: "Eso sí, los políticos deberían preocuparse más por el teatro.
La creatividad necesita mejores y más sólidos apoyos por parte de las instituciones. Hay esfuerzos, pero falta tenacidad. Debemos ver qué sucede en España, fuera de las grandes ciudades, observar qué programaciones se muestran en provincias, por qué unos teatros funcionan y otros no... Determinados aspectos de la producción, fiscales y de distribución dejan al sector teatral en condiciones precarias".
@ecolote