Siempre a la espera de tener una sede permanente, esa que nunca llega, la Compañía Nacional de Danza (CND) sigue rotando por todos los espacios culturales de la capital llenando teatros de público ávido de buena danza.
Para este otoño ha reservado un programa ligero pero interesante con tres reposiciones y un estreno absoluto en la Nave Once del Matadero.
Comenzando con la angustiosa Morgen de Nacho Duato, la noche se perfila atractiva. Esta es una coreografía dura –diría tensa- que usa como guía argumental el poema ‘Resumé’ de la norteamericana Dorothy Parker. Y, como siempre, excelentemente interpretada por los 12 bailarines de la CND que encarnan esta especie de plasticidad oscura.
En Morgen Duato recrea una atmósfera sombría mediante la figura de un personaje que representa la tentación hacia la muerte. Su fuerza se impone a la debilidad psicológica de la víctima, quien intenta suicidarse con navajas, sogas, gas y drogas. Esta atmósfera recrea una sensación de soledad y angustia, pero también de esperanza, pues busca encontrar una luz, una guía.
“¿Por qué en vez de intentar suicidarte, no intentas vivir?”, parece decirnos. Y ahí surge la luz, el mañana, el punto y coma. La vida continúa.
Tras un brevísimo intermedio, llega una corta ligereza con tema de compleja gravedad. Kübler-Ross nos relata, en un intervalo que compite en brevedad con un suspiro, la teoría de las cinco fases del duelo de la psiquiatra Elisabeth Kübler-Ross. Estrenada en 2014 en Nueva York, esta coreografía forma parte del acervo de la CND desde 2022 y jamás decepciona.
Por pocos minutos el escenario se convierte en una procesión continua de la negación, la ira, la negociación, la depresión y la aceptación -las fases por la que se transita cuando sufrimos una pérdida-. En pocos minutos, el dueto formado por Kayoko Everhart y Álvaro Madrigal nos secuestra el corazón.
Otro breve fundido en negro y el telón se eleva para el estreno de Swoosh, la última creación del director de la CND, Joaquín de Luz. He de decir que este silbido devenido coreografía no necesita créditos para reconocer su factura. Tres bailarines, YaeGee Park, Mario Galindo y Anthony Pina, se encargan de hacernos saber, desde los primeros segundos, que esta divertida incorreción académica -quizá deba decir callejera- lleva la luz por autoría.
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Y para el final, Arriaga, un homenaje danzario a quien es considerado el máximo exponente ibérico del clasicismo musical tardío, Juan Crisóstomo Arriaga. Con su música el triunvirato formado por los creadores Mar Aguiló, Pino Alosa y Joaquín De Luz concibe una coreografía dinámica y exigente, por momentos clásica, por instantes neoclásica y en general deleitosa.
Un programa ligero, dije al principio. Una apuesta segura de La Naves del Español, remarco en este final.