Música

La herencia de Chopin

Hoy se cumplen 150 años de su muerte

17 octubre, 1999 02:00

Con la presencia de los presidentes de Polonia y Francia, se celebra esta tarde en la Salle Pleyel de París una gala conmemorativa del 150 aniversario de la muerte de Frederic Chopin que hoy se festeja. Como director y al teclado estará Krystian Zimerman, al frente de la Polish Festival Orchestra, un conjunto fundado por él mismo para la interpretación de los dos conciertos del compositor, y al que presentó internacionalmente este verano en el Festival de Salzburgo.

La asistencia de los máximos mandatarios de ambos países sirve para poner de manifiesto la doble nacionalidad, geográfica y creativa, de Chopin, a la par que se da al acto rango de acontecimiento excepcional. No en vano estamos ante uno de los compositores más populares del mal denominado mundo clásico. En una de esas extrañas encuestas estivales, publicada hace unos años en Estados Unidos, Chopin estaba considerado el autor más conocido después de Mozart.

Pero no fue siempre así. Aunque el nombre de Chopin fue siempre respetado, su vinculación casi exclusiva con el teclado hizo que tuviera un peso menor frente a otros autores como Mozart, Beethoven, Bach o Wagner. Tampoco gozó del beneficio de la duda de nombres como Berlioz o Haendel, cuya dimensión temporal ha ido ganando terreno progresivamente. Fue el compositor-pianista por excelencia, y esto no se sabe si constituyó una excelencia o un prejuicio.

Reconocimiento tardío

En cualquier caso, los musicólogos, aunque tarde, han reconocido unánimemente una capacidad de desarrollo creativo tan excepcional que, apoyada en esas teclas, trasciende una de las mentes más imaginativas de todos los tiempos. Desde las primeras piezas, de un tono grisáceo muy provinciano, a la genialidad de las últimas, se aprecia un espíritu de búsqueda que le empujaría a cotas excepcionales en el campo expresivo.

A pesar de su popularidad aparente, la trascendencia de Chopin en nuestro país ha sido menor. El siglo XIX lo situó en el terreno salonístico y doméstico, al menos hasta después de la Restauración borbónica, cuando José Tragó -alumno de Georges Mathias, que, a su vez, había sido el mejor pupilo del autor polaco- mostró en España su auténtica dimensión. Junto a él, autores como Chapí, y después Falla, subrayaron su importancia. Pero sería sobre todo Mompou quien descubriera su legado, transformándolo desde su propia creación.

Esta actitud distante llama la atención, sobre todo si tenemos en cuenta que Chopin fue uno de los primeros extranjeros en publicitar Mallorca, en cuya Cartuja de Valldemosa engendró su monumental ciclo de "Preludios". No es de extrañar por ello que no surjan pianistas españoles que hayan recibido la acuñación de "chopinianos", aunque en los últimos tiempos Josep Colom se ha consolida- do en este terreno por su especial afinidad y dominio estilístico. Precisamente la evolución en la interpretación chopiniana es un tema que, en los últimos años, preocupa a críticos y musicólogos. Desde Zimerman no ha surgido un nombre que haya movido las estructuras que vienen avaladas por patriarcas de la talla de Rubinstein, Godowsky, Arrau o Benedetti Michelangeli, entre otros.

El Concurso Chopin de Varsovia, tras la poco satisfactoria elección de Stanislav Bunin en 1990 y la ausencia de primer premio en el 95, se señala como aviso de navegantes ante la convocatoria del próximo año. Es difícil establecer quién va a hacer el tránsito de siglo, multiplicando la herencia reciente de los Pollini, Argerich, Ashkenazy o el citado Zimerman, sin olvidar las íntimas sonoridades de Pires, el inteligente esnobismo de Pogorelich o las genialidades de Pletnev. Algunos atrevidos señalan al noruego Leif Ove Andsnes como el más capacitado para asumir ese esperado liderato, con su Chopin emergente de las brumas nórdicas.
Quizá la evolución en su interpretación venga de un acercamiento historicista. Aunque pueda sorprender al neófito, es muy posible que hoy día sepamos más cómo aproximarnos a Bach que a Chopin, cuya lectura ofrece muchos claroscuros, tanto en lo que se refiere al problema de "tempo" como al de fraseo, por no hablar del célebre y no siempre comprendido "rubato". La falta de documentos sonoros y la poca consistencia de los escritos dificulta la situación, aunque los últimos estudios abran nuevas e interesantes perspectivas sobre su música.