El Real recuerda a Kraus
Homenaje al gran maestro
2 enero, 2000 01:00El Teatro Real se convirtió en el lugar desde el cual el pueblo de Madrid despidió entre clamores al gran maestro Alfredo Kraus. Antes, el vestíbulo del regio coliseo había servido de capilla ardiente donde miles de personas quisieron rendir su último adiós a una de las figuras más emblemáticas que el canto español ha tenido en nuestro siglo.
En cierto modo, con estos actos se le rendía al tenor canario un acto de desagravio por su ausencia de las programaciones del primer coliseo lírico madrileño. Alfredo Kraus ofreció en el Real una de sus últimas apariciones, en un emotivo concierto en el que apenas pudo contener el dolor provocado por la reciente muerte de su esposa, y que salvo algunas páginas de bravura como el aria de Tonio de La fille du régiment de Donizetti (cuyos nueve ‘dos’ podía emitir aún con la misma o incluso superior bizarría que muchos cantantes más jóvenes que él), estuvo básicamente formado por algunos de los más hermosos lamentos del repertorio canoro, como è la solita storia de La arlesiana de Cilea o No puede ser de La tabernera del puerto de Sorozábal.
Sin embargo, diversos cambios en la gestión del coliseo lírico madrileño, con las consiguientes demoras y aplazamientos de fechas, alejaron a Kraus de la programación de las primeras temporadas de ópera tras su reinauguración. El tenor debía haber cantado el que fuera, posiblemente, su papel más emblemático el pasado mes de julio, como conclusión del ciclo 1998/99, el Werther de Jules Massenet, un personaje del que logró hacer su segunda piel y que cantó por última vez en una versión de concierto en la Deutsche Oper de Berlín en 1998. La fulminante evolución de su enfermedad impidió que pudiese asumir las funciones madrileñas, con las que tenía previsto despedirse del papel y, tal vez, de los escenarios.
El Teatro Real puede decirse que tiene una deuda pendiente con el artista, que se ha propuesto saldar dedicándole, además de las representaciones de Margarita la Tornera de Ruperto Chapí, la gran Gala Lírica que organiza tradicionalmente a comienzos de año, y que en esta ocasión tendrá lugar el próximo viernes.
Si en ediciones anteriores fueron el Concierto de los Tres Tenores y la Gala del centenario de la SGAE, dedicada a la música española (en la que, precisamente, intervino el propio Kraus), este año la cita ha reunido a una serie de primeras figuras del canto, jóvenes y veteranas, todas ellas vinculadas de algún modo con el artista, y que han querido estar presentes para dedicarle su mejor recuerdo. En el momento de redactar estas líneas, algunos de ellos, como las sopranos Mirella Freni, Renata Scotto y Montserrat Caballé, o el tenor José Carreras, no han confirmado aún su presencia, pero sí acaba de hacerlo Luciano Pavarotti. Y habrá sin duda otras sorpresas en esta gala, que estará acompañada por la Orquesta Filarmónica de Madrid dirigida por Enrique García Asensio.
Entre los compañeros de cuerda hay que destacar al tenor barcelonés Jaime Aragall, un artista que siempre ha cautivado por la belleza de su timbre y la expresividad de su canto, y que siempre se ha mantenido, al igual que Kraus, al margen de despliegues publicitarios, lo cual le ha impedido quizá alcanzar el prestigio que sus valores merecerían. Parece segura la presencia de Plácido Domingo, aunque posiblemente sólo en el podio, ya que en esos mismos días está embarcado en las representaciones del centenario de Tosca en el Teatro Costanzi de Roma. Y de dos de los representantes más destacados de la nueva generación, procedentes del fecundísimo ámbito latinoamericano: el venezolano Aquiles Machado (triunfador de la Bohème del pasado año en este escenario, y discípulo de Kraus en la Escuela Reina Sofía), y el mexicano Ramón Vargas (que fue quien sustituyó al canario con suma dignidad en las citadas representaciones de la ópera de Massenet), poseedores ambos de dos de las más hermosas voces tenoriles del momento.
De las intérpretes femeninas, la relación de la soprano María Bayo con Alfredo Kraus fue básicamente discográfica, y está centrada en una deslumbrante versión de la zarzuela Doña Francisquita de Vives dirigida por Antoni Ros Marbá, y el último registro fonográfico realizado por el tenor, la ópera española Marina de Arrieta, con Víctor Pablo Pérez.
La soprano siciliana Lucia Aliberti es una rutilante estrella sobre todo en el ámbito alemán, aunque poco conocida entre nosotros. Su físico y su estilo evocan inequívocamente la figura de Maria Callas, aunque ella ha sabido imprimir a sus interpretaciones de los grandes títulos belcantistas (Anna Bolena, Norma, Il Pirata) un sello inconfundiblemente personal. Junto a Kraus cantó Lucia di Lammermoor y actuó en varios conciertos en Berlín , por lo que su intervención está más que justificada. El capítulo de las mezzosopranos incluye a la rumana Carmen Oprisanu. Esta joven vencedora en la edición madrileña de Operalia, de cálido timbre y fina musicalidad, se está erigiendo en una de las mejores representantes de su cuerda. Ella iba a haber sido la pareja de Kraus en las representaciones de Werther, donde obtuvo un justo triunfo personal con su interpretación de la sufrida Charlotte.