Este quinto volumen de la edición dedicada por Deutsche Grammophon a los años de Celibidache al frente de la Sinfónica de la Radio de Stuttgart supone, como señala Tilmann Küster en sus notas introductorias, el comienzo del mito del director rumano como intérprete de la música de Bruckner. Anteriormente había dirigido algunas partituras del músico de Ansfelden al frente de diversas orquestas, pero fue con este conjunto, que él mismo modeló a su completa voluntad y con el que pudo plasmar a fondo su ideal dinámico y sonoro, donde forjó realmente su categoría como uno de los máximos traductores brucknerianos.
El álbum contiene las tres últimas sinfonías del compositor. La Séptima fue interpretada en 1971 para conmemorar los veinticinco años de la orquesta, y marcó el principio de la estrecha colaboración entre el maestro y la agrupación. La Octava data de 1976, y la Novena es de 1974. En todas impera ese fraseo majestuoso, con un discurso de una implacable lógica que encierra un profundo misterio (sobre todo en los sublimes adagios, maravillosamente cantados y de una dimensión casi metafísica), aunque con una tensión dramática ajena a las lentitudes extremas de los años finales (las duraciones son bastante moderadas: la Séptima alcanza 66 minutos, la Octava, 83 -casi veinte minutos menos que con Múnich- y la Novena, 59).
Completan la entrega una hermosa Quinta de Schubert, del 79, y un compacto gratis con momentos de los ensayos, donde podemos apreciar una vez más la personalísima manera de trabajar del director. El sonido, a partir de tomas realizadas por la propia emisora, es de muy buena calidad. Un álbum indispensable para brucknerianos y celibidachianos, y una gran experiencia musical para el aficionado.