El título, como casi siempre, lo dice casi todo: ¿por qué tantos preludios?, ¿por qué exactamente 48 y no 34 ó 51? Preludios en esa cantidad y para piano le hacen pensar a uno, necesariamente, en los dos libros de El clave bien temperado de Bach, o en los 24 Preludios y fugas de Shostakovich, composiciones todas ellas concebidas como exploraciones exhaustivas. En el caso de Bach, se trataba de demostrar la idoneidad y la completitud del sistema tonal, la rueda infinita de las tonalidades. Dos siglos después, Shostakovich quiso tomar el pulso a ese mismo sistema, tan baqueteado por la historia. Por su parte, Barce demuestra en sus preludios la viabilidad musical de otra rueda de notas: el sistema de "niveles", invención del autor.
Solé conoce bien la música de Barce y expone estos preludios con la necesaria precisión y con admirable altura de miras. Del mayor interés es la pieza que se da de propina: La nave volante, en la que Barce pone sus "niveles" a trabajar, no ya en la expresión, sino en la descripción de situaciones. Un disco imprescindible para conocer bien a este singular compositor y polifacética persona.