Este álbum forma parte del proyecto Pasión 2000 que emprendieron la Internationale Bach-Akademie y Hänssler Classics con motivo del año Bach. Se trataba de escoger a cuatro compositores de procedencias muy diferentes, en lo geográfico y estético, y encargar a cada uno una Pasión. Colegas de Rihm en la aventura han sido Sofia Gubaidulina, Osvaldo Golijov y Tan Dun.
Voluntaria o involuntariamente, Rihm recuerda y actualiza las pasiones bachianas. Oímos restos de la inolvidable sonoridad de corales, coros y arias, pero más importantes aún son las adaptaciones de su propio lenguaje. Oímos en esta Pasión una exploración del mundo diatónico en la hermosísima escritura de las melodías cantadas, pero también en la disciplinada sucesión de gestos finales y resoluciones de frases. Con todo, lo más trascendente es el uso expresivo del ritmo, al evocar la maravillosa forma en que Bach inyecta vida a sus melodías mediante precisas inflexiones rítmicas.
Rihm, apasionado siempre, refrena más que azuza su pluma al abordar este asunto, y acierta de pleno. El "¡Barrabás!" nos impresiona más así, pianísimo, bisbiseado por la turba. Hay muchos pasajes muy conseguidos, pero destacaremos el cuidado con que están "orquestados" los solistas. El texto está tratado a conciencia, con el resultado de conseguir una Pasión de nuestros días. Rihm se esfuerza por buscar al extraño "Dios doliente" del título en el "Hombre doliente" que conocemos de sobra. El esqueleto es la narración de San Lucas, aunque estilizada al máximo. Junto a ella conviven fragmentos de la liturgia o poemas varios que abren nuevas vías de significación. Rilling y sus conjuntos están soberbios, así como las cinco voces solistas, que se sobreponen a su condición de estrellas y participan entusiásticamente en la labor colectiva.