Image: José Antonio Sainz Alfaro

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Música

José Antonio Sainz Alfaro

“Es más fácil construir una buena orquesta que un buen coro”

29 mayo, 2003 02:00

José Antonio Sainz Alfaro. Foto: M.R.

El Orfeón Donostiarra afronta el 31 de mayo junto a la Orquesta de Euskadi la Messe Solennelle de Berlioz. Supondrá el estreno de la obra en España coincidiendo con el 200 aniversario del compositor francés. Su director, José Antonio Sainz Alfaro, habla para El Cultural sobre este acontecimiento, preludio de otros tantos retos artísticos como la participación en La condenación de Fausto en el Festival de Granada o la invitación del Festival de Lucerna para interpretar la Segunda de Mahler bajo dirección de Abbado.

Ningún conjunto español -ni orquesta, ni coro-, ha tenido nunca la proyección del Orfeón que ha sido dirigido por grandes de la batuta, desde Lorin Maazel a Riccardo Muti y cuenta con una discografía de primer orden. Entre las próximas citas del conjunto vasco figuran la interpretación con la Orquesta del Teatro de San Carlos de Lisboa de coros de ópera en el Festival de Mérida, la participación en la Quincena Donostiarra con López Cobos dirigiendo la Missa Solemnis de Beethoven o la inauguración del Auditorio de Santa Cruz de Tenerife con el Te Deum de Bruckner bajo las órdenes de Víctor Pablo Pérez.

Al frente está José Antonio Sainz Alfaro, el cuarto entre los directores estables de esta centenaria formación. Hombre aparentemente provocador, vehemente, campechano, simpático, tiene ese equilibrio entre genio y bonhomía, modelo casi perfecto para ponerse al frente de un conjunto de aficionados que, sin embargo, afronta responsabilidades profesionales. A Sainz Alfaro le cuesta expresarse sobre el auténtico estreno de esta obra de Berlioz. "No me atrevo a decir si lo es en España o no, porque se hacen muchas cosas y uno no lo sabe todo. La verdad es que las dificultades que tiene la Messe Solennelle de Berlioz son suficientes para que muy pocos coros en España puedan afrontarla adecuadamente. En realidad es una obra relativamente conocida, ya que el propio Berlioz adjuró de ella y sólo ha sido recuperada recientemente. De hecho, creo que hasta el momento únicamente lo ha grabado Gardiner".

-¿Cuáles son esas exigencias?
-En realidad es un problema de concepción, de escritura. Berlioz tiende a diseñar algunas obras corales a tres voces, en lugar de las cuatro habituales. Lo hace también en el Requiem. El problema viene siempre para las voces intermedias que resultan incómodas de ubicar. Me hace plantear con qué tipo material trabajaba porque lleva a unas posiciones en los acordes, técnicamente abiertos, que son complicados de mantener y de afinar. La verdad es que, sin embargo, la obra tiene interés. A la gente creo que le va a gustar. Al coro le ha costado entrar en ella porque ha sido duro de trabajar. No es como un Verdi que resulta gratificante desde el principio. Aquí la búsqueda de la sonoridad va por capítulos. Pero nada mejor para celebrar el bicentenario de Berlioz que esta pieza diferente.

Amplio repertorio
-En pocas semanas el Orfeón abordará varias obras muy diferentes. Sorprende que un coro amateur tenga un repertorio tan amplio.
-En principio un coro siempre es más limitado que una orquesta y, sin embargo, el nuestro cuenta con un repertorio amplísimo. Una creación como la Condenación de Fausto, de gran complejidad, con unos seis ensayos ya está puesta a punto. Siempre ha tenido facilidad para pasar de una obra a otra. En el centenario llegamos a hacer en dos meses cincuenta piezas distintas que, claro, incluían desde canciones de Serrat, de tres minutos, junto a la Segunda de Mahler. Pero sirve para dar una idea.

-Este verano volverán, en el Festival de Lucerna, a trabajar con Claudio Abbado. Se han convertido en el coro "fetiche" del maestro italiano.
-Nos conoció en 1997. Desde el principio se vio sorprendido de la calidad de nuestra sonoridad. Señaló que nunca había visto una cosa igual. Ese año nos llevó al Silverster Konzert de Berlín, luego ya vino el Réquiem, con la Filarmónica, que grabamos... Es indudable que trabajar con estas grandes figuras es como el alimento del cantor amateur. Hay que pensar que el orfeonista no tiene una recompensa económica a un esfuerzo tan importante como el que hace. Así que la satisfacción ha de venir de otro modo. En todo caso el secreto de nuestro prestigio viene de que la mentalidad es la misma si cantamos en una pequeña ciudad al lado de San Sebastián que con Rattle en Londres o Muti en la Scala.

-¿Nunca se han dado decepciones con estos maestros?
-Ese mismo talante que antes transmitía hace que, para nosotros, los conciertos sean importantes en sí mismos más allá de quién los dirija. El coro está perfectamente capacitado para dar una buena actuación sin que le ayuden. Otra cosa es la inspiración. Normalmente, los grandes están ahí aunque, a veces, los muy grandes, en lo que se refiere al trabajo realizado con nosotros, a lo mejor no son para tanto.

-Hay otros coros amateurs en todo el mundo, pero pocos con el carisma del Orfeón. ¿Cuál es el secreto?
-Hay un componente milagroso. Quizá el hecho de que los directores han podido trabajar mucho tiempo. Esnaola estuvo treinta años, Gorostidi, casi cuarenta y Ayesterán, unos veinte. Eso ha facilitado una labor seria y constante. Pero hay que señalar que en este coro al director lo eligen los cantores. Es decir si ellos quieren, mañana me tengo que ir.

-Que un maestro aguante diez años a una orquesta -o viceversa- es casi un milagro. ¿Y en un coro?
-Es otro tipo de planteamiento. Una orquesta profesional tiene todos los días ensayos, viéndole la cara al maestro, llueva o truene. El músico tiene ahí su puesto de trabajo, su pan, así que es más difícil que se plantee marcharse. En un coro es distinto. El corista se puede ir cuando quiera. No hay nada que le ate más allá de su afición. En todo caso, hoy día es más fácil construir una buena orquesta que un buen coro. La enseñanza facilita que la orquesta pueda ser más homogénea, el nivel medio de los instrumentistas es más alto. Por mi experiencia con la batuta, resulta más fácil hacer sonar a una orquesta que a un coro. Está todo más normalizado allí.

-¿Por qué faltan buenos coros?
-En general porque no hay buenos directores de coro. Habría que decir que no hay buenos directores en general. El problema afecta a todo. Las condiciones de un director son siempre las mismas, aplicables a cualquier ámbito social: una técnica, unas dotes de mando y una inteligencia en el trabajo. Combinarlo todo no es fácil. Que se haga una encuesta por las formaciones y veríamos con cuantos de los directores que se ponen al frente se quedan los músicos. La dirección de orquesta es una carrera extraña. De hecho es la única, creo, que se puede empezar en la vejez. Véanse esos instrumentistas que, llegados a una edad, se ponen a dirigir. Luego, cuando hay un buen maestro de coro, normalmente se acaba pasando a la orquesta. El coro es más trabajoso y, quizás, menos agradecido. Así que, al final, los que no pueden con las orquestas se acaban quedando en los coros y así funcionan éstos.

Selección natural
-¿A qué se debe esa falta de personalidades?
-Es un problema de selección natural. El talante directivo lo tiene, en principio, muy poca gente. Si encima nos quedamos en el campo tan reducido de la música clásica, las posibilidades son menores. Es posible que haya muy buenos directores potenciales -como instrumentistas o tantas otras profesiones- alrededor nuestro. El problema es que no están adecuadamente encauzados. Si tuviéramos un sistema para constatar qué posibilidades tienen nuestros genes desde el principio, los seres humanos podrían ser adiestrados adecuadamente. Se podría saber quién puede ser campeón de tenis, por ejemplo, al poco de nacer. Sin embargo, al final, lo que influye es que has sido un recogepelotas porque tenías el club enfrente de tu casa. En la música acaba siendo algo por el estilo.

-¿Un coro destroza una voz?
-Supongo que eso lo dirán los malos profesores de canto. No creo que un tenor como Alfredo Kraus pensara algo así. Un coro intenta aunar las voces de que dispone. Si el cantante cuenta con buena técnica se podrá amoldar al conjunto. En un coro como el Orfeón, un cantante se puede desarrollar, sacar la voz, inyectarle un volumen y conformar un color ideal para el repertorio que cantamos.

-¿Existen problemas políticos?
-No. El Orfeón es una institución que se dedica a cantar. Es un colectivo con todo tipo de personas, actitudes y peculiaridades. Pero el orfeonista sabe que allí se va sólo a cantar. Nunca jamás hemos tenido problemas políticos internos.